Hace unos días, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, nos demostró, una vez más, que es un personaje del entretenimiento televisivo, y que su personalidad invita a no tomarlo en serio, excepto por el pequeño detalle, de que se trata del presidente electo de la nación más poderosa del planeta.
Según él, nos propondrá la anexión a la Unión Americana a México y a Canadá. Dice, que Estados Unidos subsidia a México al ritmo de 300 mil millones de dólares por año, y a Canadá, con 100 mil millones. Nadie sabe de qué está hablando. Definitivamente no son transferencias del Bienestar a México y Canadá.
Es posible que la cifra que esté bailando en su loca cabeza tenga algo que ver con el déficit comercial, excepto que el déficit comercial de Estados Unidos con México en 2022 fue de casi 142 mil millones con México y 50.5 mil millones, con Canadá. ¿A lo mejor piensa que ese es el valor de la supuesta triangulación de insumos y bienes que México y Canadá presuntamente hacemos desde China? Nadie lo sabe. Todo el mundo tiene un Jetta en la cabeza, decía el comercial de la atribulada Volkswagen. El de Donald Trump vale 400 mil millones anuales, y es una cifra concreta que le debemos los mexicanos y los canuks al Tesoro americano.
Desde el punto de vista cultural y antropológico, los desvaríos del próximo pasado mandatario americano también generan expresiones que son de admirarse. A los políticos canadienses parece ofenderles profundamente que el entretenedor naranja los compare con México. A los mexicanos que no votaron por Morena, enojados con el desmantelamiento del Estado a los que los ha sometido ese partido, la idea les entusiasma. Las redes sociales se llenan de fantasías. ¿Hablaremos inglés? ¿Cambiarán la bandera y el himno? ¿Ahora sí celebraremos en todo el país el 5 de mayo? ¿Sería una anexión pacífica, como el Anschluss austriaco ante el Tercer Reich, o más bien una reedición de las guerra de 1846-48 entre los dos países?
Las afirmaciones del neoyorquino avecindado en Florida y próximamente de nuevo en el Distrito de Columbia son una absoluta imbecilidad. Nadie puede tomarlas en serio, pero aquí estamos, bailando al son que nos toca el señor. AMLO tenía una ventaja de comunicación, y es que su megáfono local competía en estridencia y desvaríos con el de Donald Trump cuando fue presidente. La Dra. Sheinbaum no tiene la capacidad ni la voluntad de competir con Trump en estulticia y sonoridad. Es algo de admirarse: alguien tiene que ser el adulto en la habitación. Ya algunos medios en los Estados Unidos y Canadá lo han notado, y le han reconocido a la mandataria mexicana por ello.
Sin embargo, a la presidenta mexicana no le ayuda su agenda de reforma hacia la izquierda, no le auxilia su cercanía ideológica y de programa de gobierno con López Obrador, no le socorre ni un poquito su agenda de concentración de poder mediante el desmantelamiento de piezas críticas del Estado.
Llegará el día en que las payasadas anaranjadas sean argumentos concretos de por qué desmantelamos al Poder Judicial, o a los organismos autónomos. Pecadillos incómodos como el amor de nuestro gobierno por el cubano, ya están sonando en el pantano del Potomac. Durante el fin de semana, The Hill, ese chismógrafo de la política washingtoniana y sus alrededores, ya le dio un raspón a México por violar el T-MEC al consensuar con La Habana la esclavitud forzada de casi 200 médicos de ese país.
Hablando de chismes y chismosos: El Wall Street Journal nos reveló la cercanía del antiguo emporio televisivo mexicano, a través de dos ejecutivos de Televisa, con la administración Trump. Se les atribuye a ellos, y a su cadena Univisión, que el voto latino en la pasada elección de noviembre en Estados Unidos se decantara por el señor Trump.
Entre la cercanía con Televisa, y la captura de la regulación y el Estado de Elon Musk, no nos queda duda que el imperio está enfermito, y que no morirá, pero sí nos hará sufrir. Arturo González, analista de Torreón, recientemente publicó una nota que muestra que las innovaciones y productos de las empresas de Musk no explican el valor de las acciones de Tesla en el mercado, pero la vinculación con Trump, sí.
Ojalá, al igual que los europeos, los mexicanos tomemos al loco americano como una oportunidad para el fortalecimiento de nuestras instituciones. Lo veo poco probable, pero, pedir no empobrece. Según Trump, le debemos 300 mil millones anuales. ¿Podría hacérnoslos buenos, mister? En mi cuenta de Bienestar, por favor.