Profesor en UNAM y en UP. Especialista en temas electorales.

Fin del sexenio

Del principio al final del mandato, las mañaneras fueron la arena privilegiada para disminuir la legitimidad de instituciones públicas que establecieron frenos y contrapesos.

Hoy concluye uno de los sexenios presidenciales más polémicos de la historia reciente de México. El presidente Andrés Manuel López Obrador entregará la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, nuestra primera presidenta de la República, dejando el país dividido entre dos extremos donde la población debate sobre logros alcanzados y el retroceso que se registra en diversos aspectos de la vida nacional.

En números, el balance electoral del presidente saliente es contundente: llegó a Palacio Nacional con el 53.20 por ciento de los votos y contribuyó de manera decisiva para que la presidenta entrante alcanzara el 59.76 por ciento de los sufragios. En 2018, su movimiento logró el triunfo en cuatro entidades federativas: Chiapas, CDMX, Tabasco y Veracruz; una más en 2019, Puebla; se agregaron 11 en 2021: BC, BCS, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas, más SLP, a cargo de su aliado el PVEM; en 2022, cuatro más: Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo; en 2023 se agregó el Estado de México y en 2024, además de refrendar las gubernaturas que ya tenían y que se renovaron, se sumaron Morelos, antes de su aliado el PES, y Yucatán. En el recuento habrá que sumar las mayorías calificadas, ganadas o conseguidas, de las cámaras del Congreso y la mayoría con sus aliados en 27 congresos locales.

Las mil 435 mañaneras, que aún requieren estudiarse a detalle, tienen diversos ángulos que son ponderados por los defensores y publicistas de la 4T como espacios privilegiados de comunicación y rendición de cuentas del gobierno, pero fueron, también, el escenario para socavar permanentemente la imagen de sus adversarios políticos, para imponer la agenda del día a día, arengar a la población y defender su estrategia política que se materializó en el plan C electoral.

Del principio al final del mandato, las mañaneras fueron la arena privilegiada para disminuir la legitimidad de instituciones públicas que establecieron frenos y contrapesos al ejercicio del poder presidencial y que se tradujeron en la reforma al Poder Judicial, cuyas consecuencias se conocerán en breve. La estrategia de control también se expresa en el control de instituciones fundamentales del Estado mexicano, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, los procedimientos seguidos para la designación de algunas consejerías en el INE, la inclusión de personas afines al proyecto morenista en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el control de una mayoría premiada en el TEPJF; además del deterioro de los tribunales electorales locales incompletos por no designar magistraturas sustitutas.

Frente a los posibles logros en materia social y el incuestionable apoyo popular del que goza, el liderazgo de López Obrador trazó una ruta de avances y continuidad hacia un régimen autoritario, una especie de reversión democrática con un partido que aglutina muchos liderazgos del viejo PRI, que tiende a ser el nuevo partido hegemónico y que constituye el andamiaje político a través del cual continuará impulsando el proyecto de la autollamada cuarta transformación.

A partir de su toma de protesta, veremos cuál es la ruta que seguirá la presidenta Claudia Sheinbaum, en un escenario de creciente inseguridad pública donde los abrazos y no balazos enfrentan el grave problema de Sinaloa y donde la erosión de la democracia mexicana exige medidas que la pongan a salvo, aunque creo que esto último es un simple desiderátum.

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