En los asuntos de migración y distribución de fentanilo, Canadá y México no somos iguales. Tan es así que Omar García Harfuch acaba de dar un golpe por una tonelada de este producto en Sinaloa. Mientras Trudeau da la cara y emprende una negociación bilateral con EU, nosotros seguimos con la relación epistolar y llamadas telefónicas con Trump. Ciertamente, nuestra defensa contra la posible alza de aranceles es decretar a su vez, aranceles contra productos emblemáticos de EU, es nuestra única opción, no necesariamente será efectiva en un largo plazo; afectará cadenas productivas con EU y Canadá, con riesgos de inflación e incluso recesión.
¿Por qué? En el sexenio anterior las demandas de canadienses fueron ignoradas, y ahora, los nuevos derechos impuestos a la minería reafirman una política contra la actividad. Desde luego la minería a cielo abierto tiene riesgos, impactos medioambientales y afectan a los propietarios de los predios. Por ley, en materia de remediación ya se incluyen medidas medioambientales muy fuertes para salvaguardar la recuperación del entorno. Los inversionistas canadienses son muy claros en este tema y al menos el 5 por ciento del total de sus inversiones deben aplicarse a remediación y a la responsabilidad social.
Sin embargo, las nuevas disposiciones en materia de elevar los derechos sobre esta actividad hacen caso omiso del compromiso que los canadienses han hecho para mejorar sus relaciones con las comunidades. Este tema fue parte de las negociaciones de Trudeau con AMLO, quien prometió escuchar a los inversionistas. pero no lo hizo, de hecho el aumento de los derechos marca una reiteración contra la minería a cielo abierto, que practican la mayoría de las empresas canadienses, que siguen protocolos más estrictos que las de las empresas mexicanas.
Esta acción es muy hostil hacia Canadá, por razones ideológicas, y no basadas en hechos reales. Los gobiernos estatales se preocupan más por votos que por razones, lo que deja indefensos a los inversionistas. Los municipales generalmente apoyan a votantes, sin entrar al tema de los benéficos que aporta la actividad minera.
Satanizadas, las mineras han recurrido a su embajada y a la cámara empresarial, para exponer sus quejas, ya que su aportación a la responsabilidad social excede a lo dispuesto en las leyes mexicanas. De hecho, se firmó un acuerdo entre la Cámara Minera y la Asociación Minera Canadiense para mejorar las prácticas aplicables.
Pese a estos avances, el entonces presidente AMLO prometió a Trudeau atender las quejas de las empresas canadienses en México y no resolvió ninguna queja. Lo que implicó una ruptura en la relación de México con Canadá. Con Claudia Sheinbaum se ahondan las rupturas al imponer un incremento en los derechos a pagar por la minería. Tampoco se atendieron las demandas de empresas canadienses en inversiones de energía limpia.
La renegociación del TLCAN implicó una alianza estratégica entre México y Canadá con la parte de Quebec abierta al libre comercio, pese a la oposición de otras provincias. Hoy esa alianza está rota. Dejamos solos a nuestros aliados canadienses y hoy las voces predominantes son contra nuestro país. No tuvimos la sensibilidad para atender a nuestros aliados, que también han sido devastados en Canadá.
Así que estamos solos frente a EU. Canadá, incluso, con los problemas de un cierre con México prefieren una negociación con EU. No es una apuesta descabellada, su relación con México aunque importante, no implica ganancia frente a un conflicto con EU, cuando sus intereses en México no han sido escuchados por el gobierno, y por tanto, la alianza es débil.
Así las cosas, Trump dialoga con Trudeau, mientras con Sheinbaum sigue el protocolo epistolar. Aunque las respuestas de México ante la amenaza arancelaria sean interesantes en las cartas, esto no implica un avance en la relación con el próximo presidente Trump. La posible guerra arancelaria afectará a EU, pero será devastadora para México, por tanto, el diálogo y los acuerdos son prioritarios.
Claudia Sheinbaum podrá tener uno y mil discursos para enfrentar el problema, pero lo que espera Trump son acciones efectivas. Ya se encontró el fentanilo en Sinaloa, ya se trata de impedir caravanas de inmigrantes lleguen a la frontera estadunidense, Canadá no tiene estos problemas, o su escala es muy inferior a la de México.
En efecto, Canadá y México no somos iguales. Solíamos ser aliados, pero rompimos el acuerdo, y hoy estamos solos. A EU quizá no le interese un acuerdo bilateral, pero sería una opción a evaluar en las próximas negociaciones del T-MEC. Aun cuando a Canadá le afecte un rompimiento, en los hechos ya se dio. No hay mucho que poner en la negociación. Los temas del T-MEC no serán solo arancelarios.
La negociación implicará el aspecto de la certeza jurídica de los inversionistas extranjeros. Y ahí con su reforma judicial, México no puede ofrecer solución. Es un tema que afectará no solo a Norteamérica, sino que implica la relación con el resto de nuestros socios comerciales. Sheinbaum no tomó la salida que el propio Poder Judicial le ofreció. Más aún ahondó en diferencias. Podrá imponerse al interior, pero a nivel internacional tiene costos y serán muy fuertes.
Si la inversión no fluye, no se podrá lograr la baja del déficit público, lo que implicará que calificadoras bajen la calificación en riesgo país y se colapse el crecimiento económico. Si bien la SHCP apuesta por un 2 a 3 por ciento, requiere de flujos de inversión para lograrlo. Una apuesta pueden ser las asociaciones público privadas en infraestructura (APP), que podrían dinamizar la economía, pero falta ver si los inversionistas nacionales admiten apuestas riesgosas por el cambio de reglas derivadas de la reforma judicial. Algunas, sin duda, lo harán, pues es un buen panorama pese a incertidumbre en contratos, pero hay proyectos muy lucrativos que pueden avanzar con anuencia del gobierno.
Hay recursos en México para detonar inversiones por líneas de crédito, lo que importa es que el gobierno flexibilice su postura en alianzas con el sector privado. De hecho ya hay alianzas con empresas importantes, pero se debe abrir el abanico a proyectos estatales, e incluso municipales. La fuente del pago implica abrirse en las concesiones, que no implica privatización, sino una forma de alianza para atender el rezago en inversiones en infraestructura, y es una alternativa viable. A la fecha solo se conoce de nuevos proyectos ferroviarios. No sabemos su rentabilidad. Concluir las megaobras del sexenio anterior implican un gasto público que no tendrá un retorno, más bien requerirán de subsidios.
Esta realidad pone al nuevo gobierno ante situaciones inesperadas, aunque no impredecibles. El asunto es cómo responderá el gobierno de México a los retos, porque no tiene mucho margen de maniobra, aun cuando tiene el predominio del nuevo sistema que concentra el poder. Apela a una unidad nacional que no existe, ya que más de 40 por ciento de los votantes la confrontaron, y su respuesta fue la negación de quienes no la apoyan. No existen. Y más de 40 por ciento de la población es negada. Así, tiene retos internos y externos. Si requiere del apoyo de los mexicanos, debe cambiar estrategia, lo cual AMLO difícilmente aceptará.
La soledad de Sheinbaum en estos momentos de reflexión sobre el futuro debe ser difícil. Ella se formó en el movimiento estudiantil y de ahí se unió a AMLO, no tiene otras referencias. Tampoco tiene control sobre el gabinete o el Congreso. Su gobierno es de hecho, una falacia. Aunque ella es la Presidenta y le corresponde tomar decisiones. En breve, será su momento para actuar. Veremos si es capaz de tomar el mando o si será presa de otras directrices. Pero es sin duda difícil decisión, como siempre sucede con las mujeres en el poder. Lo ejercerá o será solo su instrumento, la moneda está en el aire.