Lo conseguiste, Andrés, hiciste historia. La tapa de su basurero ya está levantada y espera tu arribo. Una presidencia singular la tuya, caracterizada por la decadencia económica, destrucción institucional y el triunfo electoral. Citando esas palabras tuyas que tanto repetiste a lo largo de tu sexenio buscando escabullirte de tu ineptitud: le dejas un cochinero a Claudia Sheinbaum.
Ahora vas a empezar a cosechar los vientos que sembraste con tanto ahínco, y serán tempestades. Era sin duda divertido polarizar desde el púlpito de Palacio Nacional, bajo esos reflectores que tanto amas, con ese micrófono que no podías soltar. Conservarás muchísimo poder, pero pasarás a la incómoda sombra. Podrás tirar de los hilos y mover los labios y manos de Claudia, pero desde un segundo plano.
Mucho poder, pero no podrás salir a la calle con libertad. Porque llegaste a la presidencia dividiendo al pueblo de México, en bueno y malo, en fifís y pobres, en conservadores y progres. Conseguiste la división más tajante posible: en obradoristas y antiobradoristas. Abriste un abismo, incluso entre amigos y hasta familias. Ansiaste el amor del pueblo, pero solo tienes una parte, y nunca podrás saber quién es quién. Lo que sí tendrás la certeza es que podrás encontrar amor, pero de la misma forma el odio más profundo. Nadie será indiferente ante ti y quien finja ese sentimiento es porque te desprecia pero es demasiado educado para mostrártelo. Así hiciste campaña y gobernaste, por el resto de tus días es lo que tendrás.
Ni siquiera entre los pobres tienes garantizado el cobijo. Nunca sabrás si alguno a quien te acerques esperando gratitud por la pensión del bienestar tuvo una hija que murió de covid esperando atención en una sala del IMSS, un nieto que falleció de cáncer por falta de quimioterapias o una nuera que tuvo que dejar de trabajar porque le quitaste la estancia infantil. O quizás un hijo que fue asesinado en un asalto o que tuvo que cerrar su negocio por la extorsión de un grupo criminal.
Podrás visitar esas obras tuyas, tan faraónicas como costosas e inútiles. Solo 50 mil millones de dólares entre Tren Maya y Dos Bocas, aparte los billones de pesos hundidos en Pemex para ni siquiera haber logrado aumentar la producción de crudo. Tu pretendida palanca de desarrollo se convirtió en un lastre formidable que frenará la economía por años.
Doscientos mil muertos por violencia, 808 mil muertes en exceso por covid. Solo entre esos dos registros llegas al millón, Andrés. Un millón de cadáveres sobre los que caminaste a lo largo de tu sexenio mientras te burlabas de las masacres y decías que a nadie le faltó un tanque de oxígeno o una cama de hospital.
Pero al menos te quedan otros millones, que fácilmente podrían cifrarse en los cientos: esa fortuna que acumulaste en tus décadas como político, pero sobre todo en los últimos seis años. Serás discreto, sin duda, pero a nadie engañarás diciendo que vives de tu pensión del ISSSTE. Eso sí, fuiste muy repartido en tus corruptelas, sobre todo con familiares y amigos. La impunidad más absoluta y que, claro, tienes garantizada en los años venideros desde Palacio Nacional.
Pero la historia no juzga con benevolencia a los demagogos, menos a los autoritarios. Cerraste tu gobierno con la destrucción de la democracia mexicana. Sin asesinato físico de por medio, no fuiste un Madero, sino un Victoriano Huerta. Cerraste con broche de oro tu entrada a la historia nacional, pero a su basurero.