Sonya Santos

Charles Darwin y su viaje a bordo del HMS Beagle

En las islas Galápagos, donde Charles Darwin realizó algunas de sus observaciones más famosas, también vio cómo los alimentos autóctonos influían en la dieta local.

Charles Darwin fue un naturalista inglés cuyas investigaciones sentaron las bases de la teoría de la evolución por selección natural, uno de los pilares fundamentales de la biología moderna. Entre sus principales logros destaca la publicación del libro El origen de las especies, en 1859, donde expuso cómo las especies cambian a lo largo del tiempo debido a la variabilidad genética y la competencia por la supervivencia. Darwin emprendió su célebre viaje a América y Oceanía a bordo del HMS Beagle en 1831, inicialmente como una oportunidad para recolectar datos geológicos y biológicos de diversas regiones del mundo. Durante la expedición, observaciones en lugares como las islas Galápagos fueron cruciales para que desarrollara su teoría revolucionaria.

El 2 de octubre de 1836, Darwin regresó a Inglaterra tras un extenso viaje de cinco años, el cual no solo transformó el campo de la biología con su teoría de la evolución por selección natural, sino que también le brindó la oportunidad de explorar, probar y reflexionar sobre lo que se comía en los distintos lugares que visitó. A lo largo de su travesía, interactuó con diferentes culturas y entornos naturales que influyeron en la forma en que veía el mundo.

Uno de los temas más fascinantes fue su inmersión en las dietas indígenas de los territorios que exploró, especialmente en Sudamérica, donde pasó una buena parte. En la región de la Patagonia, por ejemplo, Darwin conoció los hábitos alimenticios de los pueblos indígenas. En su diario de viaje, menciona haber comido carne de guanaco, un mamífero similar a la llama, que constituía una fuente importante de proteína para las comunidades locales. Estas interacciones le dieron una perspectiva clara sobre cómo los humanos se adaptan a su entorno, una idea clave que resonaría más tarde en su teoría sobre la selección natural, la cual explica cómo las especies cambian y se adaptan a lo largo del tiempo.

También experimentó la comida exótica; probó carne de armadillo y puma, animales que no eran parte de la dieta común en su Inglaterra natal. Estos encuentros gastronómicos reflejan no solo el asombro de Darwin ante la diversidad de la vida animal, sino también su deseo de comprender profundamente los ecosistemas y sus habitantes. En uno de sus escritos, menciona haber encontrado la carne de armadillo particularmente sabrosa, describiéndola como similar a la de pato. Estos descubrimientos alimenticios iban de la mano con su estudio científico de las especies, revelando una relación directa entre la fauna local y la supervivencia humana.

Otro aspecto crucial del viaje fue la conservación de alimentos a bordo del HMS Beagle. En una travesía de cinco años, la tripulación necesitaba métodos efectivos para mantener los suministros frescos. Técnicas como la salazón, el secado de carne y la utilización de los enlatados permitieron continuar su aventura sin depender completamente de la caza o la recolección en tierra firme. Los alimentos enlatados eran una innovación relativamente nueva en aquella época, y su implementación a bordo fue fundamental para garantizar que la tripulación mantuviera una dieta adecuada durante largos períodos de navegación, métodos de conservación esenciales para la supervivencia de los marineros.

En las islas Galápagos, donde Darwin realizó algunas de sus observaciones más famosas, no solo estudió a las especies endémicas como las tortugas gigantes, sino que también observó cómo los alimentos autóctonos influían en la dieta local. Las tortugas, de hecho, fueron cazadas por los marineros por su carne y por su capacidad de sobrevivir durante semanas fuera de su hábitat natural, lo que las convertía en una fuente valiosa de alimento fresco en las expediciones marítimas.

El concepto de biodiversidad y alimentación fue otro descubrimiento que experimentó de primera mano. En dichas islas, notó cómo las especies se adaptaban a su entorno, y esta misma lógica puede aplicarse a la gastronomía, observando que los pueblos que habitaban zonas más aisladas dependían casi exclusivamente de la biodiversidad local, utilizando recursos como la miel silvestre, el pescado y las frutas nativas. Estas prácticas eran un claro ejemplo de cómo los seres humanos, al igual que las especies animales, desarrollaban estrategias de adaptación según su entorno.

El viaje del HMS Beagle no solo fue un hito en la historia de la ciencia, sino que también le proporcionó una experiencia profunda en la relación entre los seres humanos y su dieta. Al final de los cinco años de expedición, Darwin no solo regresó con datos científicos valiosos, igualmente adquirió una perspectiva más amplia sobre cómo los alimentos conectan a los seres humanos con su entorno y su propia supervivencia.

COLUMNAS ANTERIORES

El ‘marketing’ detrás del puré de camote con malvaviscos
Donde el cielo toca la tierra: la riqueza culinaria de las montañas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.