Hace 169 años, seis jóvenes cadetes defendieron el Castillo de Chapultepec de los invasores norteamericanos. Hoy, Enrique Peña Nieto vuelve a colocar en el sentimiento nacional la inquina contra Estados Unidos. Su reunión con Donald Trump, candidato a la Casa Blanca por el Partido Republicano, causó una polémica nunca vista.
El cineasta Alejandro González Iñárritu fue el primero en lanzar la piedra, en un artículo para el diario madrileño El País: "Hace 168 años, Antonio López de Santa Anna entregó casi la mitad de nuestro territorio. Ayer, el presidente Peña Nieto entregó lo poco que quedaba ya de dignidad".
El encuentro Peña-Trump no se pudo dar en peor momento. Sucedió 15 días antes de la celebración de la defensa del Castillo de Chapultepec, simbolizada por los Niños Héroes, en quienes la historia oficial ha depositado el ejemplo de gallardía y honor contra las fuerzas enemigas. Trump estuvo cerca de Molino del Rey, donde se dio una de las batallas más sangrientas de aquella intervención en la que México perdió más de la mitad de su territorio después de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo.
"No me sorprende que esté surgiendo un nuevo ánimo nacionalista contra algunas actitudes norteamericanas", comenta el historiador Álvaro Matute, miembro de la Academia Mexicana de la Historia, quien alerta sobre una nueva etapa ríspida en las relaciones diplomáticas entre ambos países.
"El intercambio de embajadores ha generado mucha incertidumbre. La visita de Trump fue totalmente inoportuna. Es momento de que México guarde una sana distancia para observar y aprovechar las oportunidades que se presenten".
Sin embargo, dice Jean Meyer, el patriotismo mexicano es tan real que no necesita un Donald Trump para manifestarse. Matute considera que este tipo de celebraciones –el Grito de Independencia, por ejemplo– poseen un poder de convocatoria único que ensalza una suerte de patriotismo en el que todos los malos ánimos se postergan. "Es la fuerza de la conmemoración", sostiene.
Tras la histórica reunión entre Trump y Peña, pocas cosas han cambiado en la relación bilateral, afirma Meyer. "Entre México y Estados Unidos observo la misma relación ambigua de amor-odio, que corresponde al contraste entre un admirado Obama y un Trump que expresa lo peor de la humanidad", señala.
Si los Niños Héroes representan la defensa del territorio nacional frente a los norteamericanos, Peña pasará a la historia como el hombre que, en palabras de Enrique Semo, "hirió los sentimientos de dignidad del pueblo mexicano", ya de por sí lastimado por el narcotráfico, la pobreza y el desempleo.
"Los sentimientos antinorteamericanos no caben ya en nuestra nación. Entiendo que tengamos muchas diferencias y un pasado tormentoso con Estados Unidos, pero debemos tratarlos con la cabeza fría: como un socio fronterizo inevitable. No es un buen momento para el surgimiento de sentimientos racistas", afirma el también economista.
A la Unión Americana se le admira por sus logros, pero también se le guarda un enorme recelo, señala Matute. "En el siglo XIX, los liberales admiraban los progresos norteamericanos, mientras que los conservadores eran mucho más reacios. Ha habido momentos de gran distancia entre ambas naciones, pero la relación siempre ha sido así: dando pasos adelante y hacia atrás. Con Porfirio Díaz se dieron pasos a favor de México, pero también se tuvieron que ceder algunas cosas", explica.
¿Pero qué fue lo que Peña cedió el pasado 31 de agosto? El orgullo y la dignidad, responde Semo, categórico.
"Trump es el enemigo de México. Peña carece de sentido nacional; reduce todo a cuestiones de dinero".
La realidad es que, agrega, el pueblo mexicano está muy enojado, pero todavía es incapaz de canalizar su enojo para lograr un cambio. "Siempre hay alguna magia que hace que el Grito siempre tenga buen eco pese a todo", agrega Matute. Jean Meyer no cree que el de este jueves vaya a ser un Grito desangelado. Y en caso de que lo sea, dice, sería por otros motivos mucho menos circunstanciales, como la violencia o la corrupción.
En esta semana de orgullo nacional, dice Semo, es necesario que los gobernantes mexicanos luchen para que la relación con Estados Unidos sea más igualitaria. "Si hay libertad en el movimiento de capital, ¿por qué no tendría que haberla para el movimiento de la gente y del trabajo?".
Jean Meyer prefiere recordar una de las máximas lecciones de la Historia: "Lo peor siempre es posible. A los tiranos hay que tomarlos muy en serio".
"No entiendo políticamente qué razones había para invitarlo. Fue un enorme error por parte del gobierno", agrega Enrique Semo.