Durante las décadas de 1970 y 1980, el gobierno mexicano marcó su distancia de las dictaduras latinoamericanas. Sin embargo, tuvo un embajador del humor que hizo exactamente lo contrario: Chespirito.
Roberto Gómez Bolaños –hombre de ideología derechista– fue severamente criticado por viajar a naciones que entonces estaban bajo el yugo de dictadores como Jorge Videla, en Argentina, y Augusto Pinochet, en Chile. Según el propio comediante, el elenco de El Chavo visitó todos los países del continente, con excepción de Cuba.
El caso más criticado por los medios mexicanos fue, quizás, el de 1978, cuando Chespirito viajó a Santiago, la capital chilena, durante el régimen de Pinochet (apenas establecido tras el derrocamiento de Salvador Allende 5 años antes).
La locura del pueblo chileno por los personajes del cómico mexicano fue incontrolable. Cuando Chespirito llegó al aeropuerto con su elenco, se percató de que había una valla humana de 17 kilómetros que se extendía hasta el hotel donde iba a hospedarse.
Para el día del espectáculo, Gómez Bolaños rompió otro récord: el de máxima audiencia en el Estadio Nacional de Santiago, adonde se dieron cita 80 mil personas. Mientras tanto, en la Quinta Vergara
–escenario del famoso festival Viña del Mar– también acudieron miles de fanáticos, quienes incluso tuvieron que ser acomodados en las zonas montañosas aledañas, pues el lugar había rebasado su cupo.
Sin embargo, el éxito no trajo muy buenas reacciones en la prensa mexicana. Muchos lo criticaron por haberse presentado en ese estadio, un lugar que años atrás había servido como cárcel política para Pinochet.
Chespirito respondió a esos señalamientos mucho tiempo después, hasta 2005, en su libro de memorias Sin querer queriendo. Allí escribió que ninguno de sus actores ni él recordaba que el recinto había fungido como "campo de concentración". Además, dijo, si hubieran tenido conocimiento de ello, "de todos modos habríamos trabajado ahí", ya que bajo esa lógica entonces "ningún actor debería presentarse en el Zócalo de México, donde se enlodó la memoria de todos los que fueron asesinados durante la Decena Trágica".
El comediante expresó también su felicidad por haberse presentado en el Estadio Nacional: "cómo olvidar la prolongadísima ovación que nos brindaban mientras dábamos la vuelta olímpica dos veces, aun a costa de terminar resoplando de agotamiento. ¡Pero valía la pena! ¿No?".
En Argentina la historia fue parecida, aunque el dictador diferente: Jorge Rafael Videla. Transcurría el año de 1978 y el show de Chespirito había logrado abarrotar el Luna Park de Buenos Aires.
"Las jovencitas se desgañitaban para expresar su amor por nosotros", recordó el comediante en su libro de memorias. En 1986 regresó al país (Videla ya no gobernaba). De hecho, el éxito fue mayor: llenó estadios como el Mendoza, el Talleres de Córdoba y el Independiente de la Plata.
Severamente criticado y señalado como cómplice de las dictaduras, Roberto Gómez Bolaños se sabía más famoso y reconocido en otras latitudes que en su propio país. "Nadie es profeta en su tierra", dijo el cómico en 1999 a un medio peruano que lo aclamó como el comediante más importante de América Latina en los últimos mil años.