Hombres con los rostros hinchados hasta la monstruosidad. Mujeres suplicando por un trago de agua. Niños desfigurados con la piel hecha trizas. Todos bajo ese hongo gigantesco que indicaba el inicio de una nueva era para la humanidad: la del terror y la paranoia. Nadie en la ciudad de Hiroshima sabía que esas atroces escenas eran consecuencia de una bomba atómica cuyo peso era similar al de un tiburón tigre. Tres días más tarde, el 9 de agosto, sucedió lo mismo en Nagasaki. Los japoneses debieron soportar el fétido olor de más de 246 mil muertos. No hubo palabras para describir el horror. Godzilla fue un monstruo que dio elocuencia al infierno.
¿Cómo fue que el miedo encarnó en un saurio emergido del mar? Hay muchas explicaciones. El origen de este monstruo, popularizado hasta el cansancio en Hollywood, es misterioso. El embajador de Japón en México, Akira Yamada, asegura que Godzilla representa el odio del pueblo japonés a las armas nucleares. No sólo a los trágicos hechos de Hiroshima y Nagasaki, sino al desarrollo ambivalente de la ciencia: el progreso o la destrucción.
Yamada se declara aficionado a las películas de Godzilla. O Gojira, como él lo llama. Es ése el término original en japonés. Fue creado por el cineasta Ishiro Honda en los años 50. Proviene de dos vocablos: gorira, que significa gorila, y kujira, que significa ballena. Dice que lingüísticamente la palabra asusta por su agresiva pronunciación.
Cuenta el embajador que, de 1946 a 1954, Estados Unidos realizó experimentos nucleares con bombas de hidrógeno en el Atolón Bikini, a escasos kilómetros de Japón. Las pruebas desataron una lluvia nuclear que alcanzó a un barco pesquero japonés. La noticia se dio a conocer en los periódicos, se desató la sicosis colectiva y millones de japoneses comenzaron a vivir en la zozobra por ingerir pescado crudo contaminado. "Ése es el origen de Godzilla: el pánico por la energía nuclear".
Los monstruos han existido desde siempre en el cine y la literatura. Ahí está Frankenstein, de Mary Shelley, o Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson. U otros más extravagantes, como el Cthulhu de H.P. Lovecraft, que habita en las aguas más profundas de la Tierra. Todos poseen una cosmogonía propia. Godzilla no es la excepción.
"El monstruo sintetiza en su cuerpo repulsivo la perturbación colectiva producida por situaciones de pánico, que de otra forma serían imposibles de digerir. Además, en su sentido etimológico, el monstruo viene a 'mostrar' o a 'advertir' algo. Es una manifestación imaginaria de contenidos invisibles, oscuros o insoportables", explica el escritor venezolano Gustavo Valle.
Godzilla bien podría considerarse una parábola de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, sostiene el experto en cultura pop japonesa Jesús Chavarría. En varias de las películas se observa a Godzilla utilizar su aliento atómico, ya sea para luchar contra otras bestias o para destruir ciudades enteras.
"La leyenda cuenta que, para crear a Godzilla, el productor Tomoyuki Tanaka se inspiró en dos películas: Mundo perdido (1925), donde aparecían dinosaurios, y King Kong (1933). Un día, bastante bebido a bordo de un avión, se le ocurrió la idea de combinar a estos personajes, pero retomando las reminiscencias de los bombardeos atómicos. Así fue como surgió la primera película en 1954", refiere.
Comenta también que, en la era de la posguerra, se incrustó en la narrativa japonesa una tendencia por crear monstruos gigantes, sobre todo en el cine y los cómics. Estas bestias, asegura, fueron denominadas "kaiju", y posteriormente conformaron un género cinematográfico de estética propia. Además de Godzilla, otros monstruos que surgieron a raíz de la era atómica fueron Rodan, King Ghidorah, Gamera, Mothra, Anguirus, entre otros.
"El monstruo se convierte así en un instrumento catártico que permite la sanación espiritual del individuo. La imaginación fantástica es una excelente herramienta de lectura e interpretación de la realidad", sostiene Valle. O en palabras del escritor Vicente Quirarte: "los monstruos son transgresores y consagradores. Fascinantes y peligrosos como un bisturí. Operan en nuestra alma y nuestra carne con una minuciosidad jamás impune".
Algo similar opina el escritor Ignacio Padilla, autor de Las fauces del abismo: "El monstruo estructura y nombra nuestra perversidad. Pone orden donde sólo hay caos. No es la fuga a nuestros miedos, sino nuestro reflejo. Es una catarsis espontánea y necesaria. En el fondo, todo miedo es un deseo".
A siete décadas de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, Japón tiene las heridas cerradas, afirma el embajador Yamada. La reconstrucción espiritual, dice, fue la más complicada, pues admite que su país también lastimó a sus rivales. Desea que nunca más se vuelva a repetir aquel desastre. Y que jamás alguien vuelva a pensar lo que Albert Camus escribió el 8 de agosto de 1945: "Ya se respira con dificultad en un mundo torturado. La civilización mecánica acaba de alcanzar su último grado de salvajismo. La ciencia se ha consagrado al crimen organizado".
ZOOLOGÍA ATÓMICA DE LA POSGUERRA
Es un pterosaurio mutante. Fue modificado genéticamente en el Pacífico por el radón, un elemento químico radioactivo. Su garganta despide rayos de uranio. Es de brutal devastación.
Le llaman El Rey del Terror. Es un dragón gigante de tres cabezas. Proviene del espacio y se le atribuye la pulverización de varias civilizaciones. Emite rayos gravitatorios letales y apocalípticos.
Es una tortuga gigante prehistórica. Se dice que sus restos cobraron vida luego de los experimentos nucleares de EU. Escupe plasmas nucleares sin límite.
Polilla gigante formada durante los tifones en Japón. Dispara seda radioactiva y tiene el poder de generar huracanes y tormentas espantosas.
Anquilosaurio gigante producto de los experimentos con bombas de hidrógeno en el Pacífico. Su origen es similar al de Godzilla.