Los pasos sobre las letras. La literatura, dijo Gabriel García Márquez, nació cuando Jonás tuvo que explicarle a su mujer que se lo había tragado la ballena. Este es el primer día sin él. Dato duro. Lo demás, lo que viene, es resultado de la ficción, esa que se sostiene con apenas una verdad. Gabo fue reportero siempre. Contar es la gran tarea de la humanidad, la gran institución. Tuvo siempre una manera de narrar en la que el oficio más lindo, el periodismo, parecía irreal. Leyó a Defoe y quedó convencido que lo importante en este trabajo no es reflejar la realidad, esa caprichosa y voluble estancia de las cosas, sino hacer que esa realidad sea interesante para el resto que no la vive. Los lectores nunca renunciarán a la intriga, al placer del hecho relatado.
La tribu es la consecuencia del asombro. Desde siempre, a los hombres les fascinan las historias. La Historia no es otra cosa que la secuencia infinita de hechos relatados hasta los mínimos detalles. Gabo lo supo bien: el periodismo no es una ciencia, ni una carrera profesional, es un oficio, un oficio sencillo, como la carpintería, la herrería o la plomería. La diferencia entre éstos y aquel es una bendición: la fortuna de saber contar los acontecimientos, los sucesos que transitan sin que muchos reparen en sus fracturas y sus caries.
Ha muerto Gabo, cuya gran tarea social fue justamente hacerla de mago contador de historias. No hay realismo mágico. No porque la realidad, como tal, es tajante a sus anchas. El contador de historias juega el papel de mago entre las comunidades humanas, las únicas capaces de asimilar el lenguaje, de trasroscar la realidad en palabras; la magia consiste en hacer que el lenguaje dibuje otra realidad, imposible, en los hechos.
El periodismo es sencillo (ahí su dificultad) porque se basa en la simpleza del lenguaje: sujeto-verbo-predicado. Las palabras que se depositan en el papel, cuando tratan de relatar un acontecimiento, cambian la idea del mundo en los futuros leedores de la narración. Es el oficio más lindo justo porque su sustancia es el hecho, tan duro como el martillo, o el lavabo. Gabo fue un motivo para que muchos eligieran, entre muchos, esta vocación diaria e infatigable: el periodismo.
Los reporteros, a diferencia de los mecánicos, o los carpinteros, no tienen hora de salida ni de entrada en ningún lugar. La alerta les persigue como peste, como la peste de Defoe que tanto marcó la carrera de García Márquez.
El reportero Gabo hoy es la noticia, acto sólo permisible en la defunción porque en la vida cotidiana la primera persona no debe aparecer en la nota. Gabo lo supo. Se fue un jueves santo antes de las tres de la tarde en Ciudad de México. Punto.