Declarar que se tiene una orientación distinta a la heterosexual en el ámbito cultural y artístico de México es todavía un acto de valentía, coinciden artistas como Ana Francis Mor, Horacio Franco y Horacio Villalobos. La actitud avanza en una época de mayor apertura en la sociedad, y marca una diferencia con creadores o intelectuales de otras generaciones.
Carlos Monsiváis, por ejemplo, nunca admitió su homosexualidad abiertamente, y fue hasta su muerte que quedó asentada de manera simbólica: su féretro en Bellas Artes lució la bandera gay. Fue el flautista Horacio Franco quien la colocó, con permiso de su familia.
Si un personaje tan influyente en la cultura como Monsiváis hubiera declarado su homosexualidad, dice Franco, ayudaría a la defensa de los derechos de la comunidad gay.
Hay quien disiente de esa opinión. Como el escritor Luis González de Alba: "Todo mundo sabía que Carlos Monsiváis era gay, nunca lo ocultó. ¿Qué habría cambiado? Nada. Me molesta de parte de algunos gays una especie de declaración de principios. No abona en el sentido de este proceso civilizatorio, como tampoco lo hace ocultarlo a toda costa".
Hay diferencia con una figura pop como Ricky Martin, advierte. Que el cantante dedicara un premio en una ceremonia internacional a su novio, sí fue un gesto mediático. Pero en el círculo del arte, señala, "todo acaba siendo muy ridículo".
González de Alba asegura que no había espacio para la duda con otro influyente intelectual mexicano, Salvador Novo. Aunque éste nunca lo declaró.
"No hacía falta que lo dijera. Si a eso vamos, entonces yo estoy en el clóset, porque nunca lo he dicho en un micrófono", ataja.
En los años 50, no había bares gay en la conservadora Ciudad de México. "Carlos Monsiváis me contaba que se hacían fiestas donde cada quien podía ser como era", recuerda Franco.
Ana Francis Mor, directora del grupo cabaretero Las Reinas Chulas, considera que declararse homosexual en este país conlleva e todavía el cierre de puertas para muchos artistas. "Tienes que ser muy dueño de lo que haces para poder darte el lujo de vivir fuera del clóset".
El actor Horacio Villalobos reconoce que llegó a sentirse "ciudadano de segunda" por el trato que le dieron algunos gobiernos municipales, cuando hizo una gira por la República con la obra Un corazón normal. El montaje, sobre el inicio de la crisis del sida en Estados Unidos, tuvo teatros vacíos e incluso manifestaciones en contra, como el retiro de su publicidad: un cartel en el que dos hombres se besan.
LA INCLUSIÓN INSTITUCIONAL
Los cuatro artistas entrevistados coinciden en que la iniciativa presidencial de integrar a la Constitución el matrimonio igualitario es un acierto.
Un derecho, dice González de Alba, al que cada pareja debe decidir si accede o no. Detractor del matrimonio como institución, el escritor reconoce los beneficios legales de una eventual aprobación de estas uniones en México, pero insiste en que salir del clóset no es necesario.
A través de la historia, recuerda el narrador, otros artistas se han negado a declarar abiertamente su homosexualidad, como Miguel Ángel (en sus tiempos ni siquiera existía la palabra "homosexual", detalla), que dedicó sus sonetos al amante que tuvo hasta el final de sus días, Tommaso Cavalieri. O William Shakespeare, que hizo lo propio con "Mister W H", a quien ningún crítico literario ha podido identificar.
"Una de las cosas que hemos logrado hacer es visibilizar el tema. Por medio del arte encontramos maneras en que las personas lo entiendan de manera más natural", dice Ana Francis Mor. "Pero el tema no es la diversidad sexual, es la discriminación y la homofobia, es lo que hay que tocar en nuestras propuestas".
La discriminación que existe incluso entre la comunidad LGBT, agrega Franco, para quien, en términos prácticos, no existe tal comunidad.
"Es un reflejo de lo que pasa en este país, donde no existe una sociedad mexicana unificada. ¿Cuál sociedad?, ¿la de los políticos, los empresarios, los narcotraficantes, la de los obreros? Hay muchas comunidades que ni siquiera conviven, pasa en todo el mundo, pero en México está muy acentuado por la diferencia grosera entre ricos y pobres", destaca.
La homofobia, añade Villalobos, difícilmente terminará por decreto, sin un cambio en la educación en favor de la tolerancia. "Todos somos parte de la diversidad y la disfuncionalidad", apunta. "La homofobia no va a acabar aunque esté escrito en la Constitución. El matrimonio igualitario, si las autoridades no lo quieren aplicar, lo van a convertir en un infierno".
CAMBIO LEGISLATIVO
De aprobarse la reforma para elevar a rango constitucional el matrimonio igualitario, México se sumaría a los países de América Latina que avalan el matrimonio homosexual: Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia y la Guayana Francesa. En otros, como Belice o Jamaica, las relaciones homosexuales son consideradas un delito.