Hace diez años, el abogado Dan Brockett decidió dejar su trabajo para dedicarse, por decirlo de algún modo, a la caza mayor, a las grandes presas.
Mientras Wall Street se iba a pique durante la crisis financiera, Brockett y su despacho jurídico dejaron de representar a los bancos más grandes del mundo renunciando a honorarios por defensa de mil dólares la hora. En su lugar, se ganaría la vida demandando a las mismas compañías que solían pagar sus honorarios. Pero sólo cobraría si ganaba, obteniendo un porcentaje del resultado que consigue el cliente.
Hace poco, en su bufete Quinn Emanuel Urquhart & Sullivan LLP, Brockett dijo que no se arrepiente de haber cambiado a lo que él llama un sistema de honorarios "en función del éxito". El socio litigante de 61 años, quien viste jeans y un suéter, apuntó a una fotografía enmarcada que cuelga sobre su escritorio como un trofeo en su oficina de Manhattan: un honorario legal por 250 millones de dólares.
"Me gustan los honorarios", dijo con una carcajada. "Las tarifas por hora son aburridas".
Brockett se ha convertido en una especie de guardián por encargo, un papel que podría ser aún más prominente en la era antireguladora del presidente Donald Trump. Es temido en Wall Street y es envidiado por sus pares, que también cuestionan algunas de las tácticas agresivas que utiliza para captar clientes. Brockett dice que ha ganado el 90 por ciento de sus casos, incluidos los acuerdos.
El trofeo sobre su escritorio es el resultado de su triunfo en un acuerdo antimonopolio por 2 mil millones de dólares alcanzado el año pasado con bancos como Citigroup y Bank of America. En los últimos cuatro años, Quinn Emanuel calcula haber ganado más de 30 mil millones de dólares en acuerdos de fraude financiero.
"(La firma) está haciendo grandes apuestas y tiene una alineación de auténticas estrellas", dijo John Coffee, profesor de derecho en la Universidad de Columbia. Y calificó de "victoria dramática" el acuerdo de 2 mil millones de dólares logrado por Brockett.
Quinn Emanuel, quien cuenta con 650 abogados en su plantilla, no extraña para nada defender a Wall Street. El año pasado sus ganancias por socio fueron de 5 millones de dólares y paga a los asociados en su primer año 180 mil dólares anuales, uno de los mejores sueldos en el negocio.
Brockett tiene un currículo inusual para un abogado de Wall Street. Creció en Alliance, Ohio, una ciudad del cinturón industrial a una hora de Cleveland. Su padre, profesor, director y entrenador de bachillerato, alentó su vena competitiva. Brockett era un triatleta que tenía un récord en el condado en salto de altura.
Estudió filosofía en la Kent State University y se matriculó en la facultad de derecho de la Universidad de Pittsburgh, donde fue editor de la revista legal. Luego trabajó brevemente en el bufete neoyorquino Davis Polk & Wardwell LLP, antes de unirse a Quinn en 2004.
Hoy, Brockett vive en un apartamento de Park Avenue y tiene casas en los Hamptons y Florida. Hasta hace poco vivía en un edificio en Central Park West, cuyos residentes incluyen a Sting y el CEO de Goldman Sachs Group, Lloyd Blankfein, un objetivo frecuente de sus litigios. "Nos saludábamos en el gimnasio", dijo Brockett, "pero no éramos los mejores amigos ni nada".
Brockett tampoco es el mejor amigo de todos en la barra de abogados. Algunos lo criticaron porque conservó para su firma gran parte de ese cheque de 250 millones de dólares, sin pagar a despachos más pequeños que también habían trabajado en el caso, según una persona familiarizada con las quejas de otros abogados.
En ese caso, Brockett dice que ganó cada dólar. El pleito tenía que ver con la venta de swaps de incumplimiento crediticio, o contratos que permiten apostar por la solvencia de las empresas.
Durante años, el Departamento de Justicia de Estados Unidos y la Comisión Europea habían investigado a los bancos de Wall Street por bloquear a la competencia. Pero nunca actuaron.
Brockett tomó la estafeta donde ellos la dejaron. Armados con millones de páginas de documentos que el gobierno había recolectado, Brockett y su equipo obtuvieron confesiones muy perjudiciales durante las declaraciones de testigos, dice.
Al principio, los bancos buscaron un acuerdo conjunto, negociando como un bloque. Brockett dirigió su artillería sólo contra algunos, esperando que rompieran filas. En el verano de 2015, mientras bebía una copa en su piscina en los Hamptons, recibió la llamada de un abogado que representaba a Citigroup.
El banco quería hacer un trato. Los otros 13 pedirían después lo mismo.
La agresividad de Brockett llegó a inspirar una extraordinaria declaración desde la magistratura. En 2014, la jueza de distrito Lorna Schofield rechazó la solicitud de su equipo para ser abogado principal en un caso donde se acusaba a los bancos, entre ellos Barclays Plc, de manipular los tipos de cambio.
"Quinn Emanuel no puede fungir como abogado principal en todos los litigios importantes del país", dijo la jueza.
El gobierno está atento a los pasos de Brockett. En 2015, los abogados de la Agencia Reguladora de los Mercados de Futuros tomaron nota de una de sus demandas, que involucraba otro tipo de swaps o contratos de permuta, que permitían a los inversores apostar por la dirección de las tasas de interés.
La agencia lo contactó y Brockett expuso su caso. Ahora la entidad reguladora está investigando a Goldman Sachs y Citigroup por presuntamente impedir que los gestores de fondos negociaran los swaps entre sí.
Gracias a la red de informantes que Brockett ha construido en todo Wall Street, a su despacho llegan muchos banqueros descontentos. Un exdirector gerente de un banco provocó otra demanda promovida por Quinn Emanuel cuyos detalles Brockett se reserva. Algunos de sus informantes también presentan demandas ante los reguladores. De esa manera son elegibles para un porcentaje del dinero que logra recuperar el gobierno. Esa ruta puede cosechar ingresos de hasta 30 millones de dólares.
Esa clase de recompensas son más raras, ya que Trump ha reducido la contratación y los viajes de los funcionarios de la Comisión de Bolsa y Valores. Los informantes de Quinn pueden disfrutar de la "aburrida" tarifa que les ofrece: 600 dólares por hora.
"Acá es una cosa segura en lugar de esperar años por el gobierno", dijo Brockett. "La mayoría de la gente está buscando dinero o hacer lo correcto". Brockett no es Robin Hood. Aunque representa a fondos de pensiones como la Asociación de Empleados Jubilados del Condado de Los Ángeles, las partes que terminan embolsándose más dinero, aparte de los abogados, son los fondos hedge demandantes que sufrieron la mayores pérdidas en las operaciones de valores que son la materia de sus casos.
Tomemos por ejemplo la experiencia de uno de sus clientes en el mencionado acuerdo antimonopolio por 2 mil millones de dólares, el sistema de pensiones Essex Regional Retirement System. El director Charles Kostro calcula que su fondo de pensiones, que invierte en nombre de más de cinco mil maestros de Massachusetts y otros empleados públicos, gastó 10 mil dólares en tiempo dedicado por su personal para cooperar con los abogados.
Al final, los abogados se embolsaron 250 millones de dólares. ¿La tajada que se llevó el fondo de pensiones? 624 dólares.
Bloomberg Businessweek