Hace seis años, cuando Philip Morris International inició acciones judiciales contra Uruguay por las agresivas políticas antitabaco del país, pocos habrían apostado por un triunfo de los gauchos.
A fin de cuentas, el producto interno bruto de Uruguay de 53 mil millones de dólares representaba aproximadamente dos tercios de las ventas anuales del gigante tabacalero en el 2015 y su presidente recién electo era un septuagenario fumador empedernido.
Sin embargo, el pequeño país sudamericano, conocido por ser el primero en legalizar la mariguana, no estaba simplemente alardeando. El 8 de julio, el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, tribunal arbitral dirigido por el Banco Mundial, dictaminó que Uruguay no solo tenía el derecho de continuar con sus claros mensajes publicitarios antitabaco, sino que también ordenó a Philip Morris indemnizar al país con cerca de 7 millones de dólares en concepto de gastos judiciales por la extensa batalla legal.
Más que un golpe para su poderío empresarial, la decisión unánime del organismo comercial con sede en Washington también marcaría un punto de inflexión en la pulseada mundial entre las grandes tabacaleras y sus contendores. Poco tiempo después de la decisión unánime, los activistas antitabaco comenzaron a reaccionar.
"Recibí llamadas telefónicas de casi todas partes", dijo Eduardo Bianco, cardiólogo uruguayo, presidente del Centro de Investigación de la Epidemia de Tabaquismo, un grupo antitabaco. "Estamos casi seguros de que pronto veremos a otros países adoptando medidas más agresivas para proteger la salud pública".
Lo que captó la atención mundial sobre el caso de Uruguay fue la tremenda gesta de un país liliputiense que enfrentaba a un gigante multinacional. La aplastante victoria apunta a que un tratado comercial no puede utilizarse como mecanismo de distribución para los productos de consumo que un país considera peligrosos para la salud individual y pública.
Philip Morris formuló su demanda contra Uruguay al panel arbitral del Banco Mundial no en términos de salud pública, sino de un juego limpio y libre comercio. La disputa data de mediados de la década del 2000, cuando el entonces presidente uruguayo Tabaré Vázquez aplicó medidas duras contra el tabaquismo. Vázquez, oncólogo de profesión que continuó el tratamiento de pacientes mientras dirigía el país, prohibió fumar en espacios públicos y ordenó a los fabricantes de cigarrillos a cubrir la mitad de sus paquetes con advertencias de salud, incluyendo espeluznantes fotografías de víctimas de cáncer y otras enfermedades relacionadas con el hábito de fumar.
Antes de dejar su mandato a principios del 2010, Vázquez aumentó el tamaño de la advertencia de salud a un 80 por ciento de cada paquete de cigarrillos, en la parte delantera y en la posterior, y también limitó a las empresas tabaqueras a presentar un diseño único para todas las marcas.
Philip Morris reclamó que tales normativas infringían los derechos de propiedad intelectual de la compañía y perjudicaban a la competencia, alegando una violación del tratado bilateral de inversión entre Suiza y Uruguay. La empresa alegó que las medidas no reducían el hábito de fumar y estimulaban el mercado negro de los cigarrillos, y solicitó 25 millones de dólares por daños y perjuicios.
Uruguay recortó el número de fumadores desde que comenzó su ofensiva, de un 32 por ciento de la población adulta a un 22 por ciento entre 2006 y 2013, según Bianco. (Dijo que el índice de tabaquismo entre adolescentes, un barómetro para los fumadores a nivel mundial, había disminuido aún más drásticamente). Las admisiones en hospitales públicos por enfermedades relacionadas con el hábito de fumar se redujeron un 22 por ciento durante la década pasada, dijo Bianco.
Vázquez renunció en el 2010, pero esto no alivió a los productores de Marlboro. Aunque su sucesor, José Mujica, era un fumador empedernido, también era un exguerrillero y un opositor permanente que pasó varios años detenido durante la dictadura de su país. Cuando Philip Morris presentó su denuncia en marzo de aquel año, el líder recién electo respetó la postura firme de Vázquez.
A quienes preguntaron cómo Uruguay podía endurecer los controles a los cigarrillos mientras autorizaba la venta de mariguana, Mujica respondió que ambas sustancias debían ser reguladas.
El mandato de Mujica finalizó el año pasado y, Vázquez lo sucedió en la presidencia.
Claramente, el premio para las grandes tabacaleras no es el mercado de Uruguay, uno de los países más pequeños de Sudamérica, con cerca de 3.5 millones de habitantes. "Estoy seguro de que Philip Morris vende más cigarrillos en cualquier distrito de Nueva York que en Uruguay", dijo Mujica.
Paul Reichler, abogado principal de Uruguay durante el arbitraje del Banco Mundial, advirtió otro motivo para que la mayor empresa de tabaco del mundo se lanzara al ataque de Uruguay: disuadir a otros potenciales opositores a sus productos. "Si un Estado sabe que le costará decenas de millones de dólares mantener una causa y, luego probablemente, tendrá que pagar cientos de millones de dólares por daños, claramente va a pensar dos veces antes de emprender una acción legal", dijo Reichler. "Este es un típico caso de intimidación".
La campaña antitabaco de Uruguay no ha terminado. Aunque la cantidad de fumadores ha disminuido, las ventas de cigarrillos aumentaron recientemente. A pesar de la estricta regulación a la publicidad y los elevados impuestos, que representan dos tercios del precio de cada paquete, el volumen de las ventas de cigarrillos se incrementó un 8 por ciento desde el 2010 hasta el 2014, según Euromonitor, consultora que estudia el mercado mundial del tabaco. Defensores de las medidas contra el tabaco dicen que mientras más gente deja el cigarrillo, los que aún fuman lo hacen más intensamente.
Ahora que Vázquez está de regreso, los fabricantes de cigarrillos se preparan para lo que sucederá en Uruguay y más allá. Canadá y Malasia son solo dos de los países que actualmente evalúan normas más estrictas para aumentar las advertencias sanitarias gráficas y, a su vez, forzar a los fabricantes de cigarrillos a vender sus productos en paquetes sencillos, de colores suaves y leyendas genéricas que los gobiernos, y no los magos de la publicidad, determinarán.
Cualquiera que sea la elección, el hábito de fumar se pondrá más feo.