Resolver los conflictos internacionales puede implicar pensar en la misma proporción acerca de las emociones y los intereses
Justo antes de que Alexis Tsipras fuera elegido primer ministro griego en enero, él les prometió a los votantes lo siguiente: "La humillación nacional terminará el lunes. Vamos a terminar con las órdenes del extranjero".
Cualquiera que esté tentado a considerar este énfasis en la humillación nacional como una excentricidad griega debe darle un vistazo a otros lugares alrededor del mundo. De los cuatro temas internacionales a los cuales le he dedicado mayor cobertura durante el año pasado – Rusia, la eurozona, el Oriente Medio y el este de Asia – un tema que los une es la retórica de la humillación nacional o cultural.
Uno de los primeros actos oficiales de Tsipras como primer ministro fue visitar un monumento en honor a los combatientes de la resistencia griega ejecutados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Este gesto indudablemente representaba el orgullo nacional, recordándoles a los votantes el heroísmo del pasado a la vez que enviaba un sutil mensaje de humillación a los alemanes, quienes encabezaban el grupo de acreedores de la eurozona.
El gobierno griego asumió el poder con la promesa de reducir la deuda del país y de deshacerse de la austeridad económica. Pero a pesar de que el enfoque de confrontación de Syriza hizo muy poco para lograr estos objetivos, los votantes disfrutaron del espectáculo de desafío. Los índices de popularidad de Syriza aumentaron, aun cuando los depósitos en los bancos griegos disminuyeron.
La confrontación entre Rusia y Occidente, como el choque de Atenas con sus acreedores, se alimenta de un sentido de orgullo nacional herido. El presidente Vladimir Putin y su generación actual de líderes en el pasado sirvieron bajo una nación más grande y poderosa – la Unión Soviética. Ahora Putin insiste en que Rusia moderna debe seguir siendo tratada como una "gran potencia". Mientras que la intervención en Ucrania se trataba de la defensa de intereses concretos – bases navales, mercados y fronteras – la retórica de Moscú está llena de un intenso sentido de humillación nacional. Rusia, esta narrativa insiste, ya no puede ser menospreciada e ignorada.
Los rusos no serán intimidados por la arrogancia de Estados Unidos. Putin evoca el pasado para convocar a los espíritus de la época más memorable de su nación: la Gran Guerra Patriótica de la década de 1940. Y las autoridades se jactan del arsenal nuclear de Rusia como un tótem de su estatus como gran potencia y como una razón para que otros estén temerosos de ellos.
Un sentimiento de humillación nacional es también fundamental para el enfoque de China en referencia al mundo exterior. Los textos de historia y el museo nacional en Beijing enfatizan el "siglo de humillación" – desde su primer encuentro con el imperialismo occidental en el decenio de 1840 hasta la derrota de Japón en 1945. El mensaje inculcado a los jóvenes es que una China débil fue humillada y explotada por las potencias extranjeras. China moderna, se les dice, nunca será atropellada.
El presidente Xi Jinping pide que Estados Unidos trate a China como un igual.
HUMILLACIÓN, FUERZA SUBESTIMADA EN RELACIONES INTERNACIONALES
Los fundamentalistas islámicos también utilizan la idea de que el Occidente ha humillado y oprimido a los musulmanes. En 2003, el columnista del New York Times Tom Friedman señaló un discurso sobre este tema de Mahathir Mohamad, el primer ministro de Malasia en aquel entonces, y argumentó que la "fuerza más subestimada en las relaciones internacionales es la humillación".
Friedman sugirió que un sentimiento de humillación impulsaba tanto la sublevación palestina contra Israel como la rebelión armada contra la ocupación estadounidense de Irak.
Cuando las revoluciones estallaron en todo el Oriente Medio en 2011, parecía que muchos árabes habían decidido que sus propios gobiernos representaban las verdaderas causas de su miseria y humillación.
Desde entonces, sin embargo, nuevamente se ha puesto de moda el culpar a los extranjeros y al Occidente. El gobierno de Irán y los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS por sus siglas en inglés) se odian entre sí, pero comparten una retórica que promete rechazar la percibida humillación de Occidente – ya sea la insistencia de Irán en su derecho a tener un programa nuclear o el de ISIS a predicar en contra de los valores occidentales.
A través de los años, varios teóricos han escrito sobre el papel que el orgullo y la humillación representan en los asuntos humanos. Los realistas hicieron hincapié en la lujuria del estado por obtener poder. El reverso de esa emoción es una desesperación para evitar la impotencia y la humillación que ésta conlleva.
La implicación de todo esto es que, solucionar los conflictos internacionales, puede conllevar el pensar tanto acerca de las emociones como acerca de los intereses.
A veces la concesión necesaria para abordar un sentimiento de humillación nacional o cultural puede ser imposible. Nadie va a conceder un califato para calmar los sentimientos heridos de ISIS.
Pero a veces los gestos necesarios para restaurar un sentido de orgullo nacional pueden ser relativamente menores. Grecia no parece haber obtenido importantes concesiones de sus acreedores. Sin embargo, una muestra de desafío nacional, combinada con algunos cambios lingüísticos y técnicos, parecen haber aplacado por ahora los agitados ánimos de los griegos. Mientras que el Occidente considera un peligroso conflicto con Rusia y las ambiciones de China, podría ser importante recordar que los símbolos a veces pueden importar tanto como la sustancia.