Cuando se trata de promesas de inversión, 46 mil millones de dólares es una suma que realmente llama la atención de la gente. Eso es lo que China está supuestamente invirtiendo en proyectos de energía y transporte paquistaníes, según los planes revelados durante la visita del presidente Xi Jinping a Islamabad el mes pasado. Los delegados en la reunión anual del Banco Asiático de Desarrollo (ADB), en Bakú, Azerbaiyán, esta semana no hablaron de otra cosa. El Banco Asiático de Desarrollo, históricamente dirigido por Japón, no podía soñar con tal alcance. El año pasado prestó cerca de 13 mil millones de dólares a través de toda la región.
Es fácil, por supuesto, fanfarronear. Gran parte de la inversión que Beijing prometió a Pakistán – que, entre otras cosas, ayudaría a solucionar el problema crónico de energía del país al duplicar la capacidad eléctrica – quizás no verá la luz del día. (Para decirlo de otra manera, las luces jamás se encenderán.) Sin embargo, incluso si una fracción de las sumas prometidas se tradujera en la construcción de carreteras, ferrocarriles y centrales eléctricas, se sentiría el formidable poder económico de Beijing.
Los esfuerzos de China para extender su influencia van mucho más allá de Pakistán. Está creando el BAII – un rival al ADB – que tendrá un capital inicial de al menos 50 mil millones de dólares. La iniciativa de Beijing "Un cinturón, Una ruta" tiene como objetivo mejorar las conexiones terrestres y marítimas entre el oeste de China a través de Asia a Europa y el norte de África. Estos esfuerzos están abandonando gradualmente el reino de la fantasía y convirtiéndose en planes concretos. Para iniciar el proceso, Beijing ha sacado una pequeña suma de 62 mil millones de dólares de sus considerables reservas de divisas.
Los esfuerzos de China por invertir dinero marcan una nueva etapa en su diplomacia. Llamarlo "poder blando" puede ser inapropiado. Su sistema autoritario aún carece de la atracción necesaria, aunque muchos de los países en los que Beijing pretende invertir no son exactamente modelos de democracia tampoco. La definición de poder blando de Joseph Nye, el profesor de Harvard que acuñó la frase, es "la capacidad de conseguir lo que uno quiere por la atracción y persuasión en lugar de la coerción o el pago". El gasto de miles de millones de dólares parece ser un pago. No obstante, los préstamos y las inversiones no son sobornos. Parte del poder blando de EU – al igual que Hollywood y la atracción de nobles ideales – fue creado por instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que extendió la visión capitalista de Washington y abrió los mercados extranjeros a los negocios estadounidenses.
Independientemente de que lo llamemos poder blando o no, China está intentando algo nuevo. Un funcionario chino en Bakú lo llamó "medicina china". Quizás no entendamos cómo funciona, pero eso no significa que no tendrá efecto. Los esfuerzos de Beijing se han impulsado en parte por los límites de su diplomacia convencional. La acumulación de la fuerza militar China y su firme postura sobre territorios en disputa ha sacudido a los vecinos.
Scott Kennedy y David Parker, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) reconocen el potencial de la nueva estrategia de China para ganar influencia. La iniciativa "Un cinturón, Una ruta", dicen, puede "afianzar los patrones sino-céntricos del comercio, la inversión y la infraestructura" y fortalecer la influencia diplomática de Beijing. El BAII no se aleja mucho del poder blando tampoco. El Reino Unido se vio obligado a unirse a pesar de la presión de Washington. Por supuesto, Londres puede haber sido motivado en parte por la posibilidad de obtener ganancias financieras para las empresas británicas. Sin embargo, eso no cuenta toda la historia. En total, 57 países se han unido.
Desde luego existen riesgos. La construcción de grandes proyectos en el extranjero no garantiza satisfacción. En Sri Lanka, la presencia desmesurada de China fue uno de los motivos de la dramática derrota en las elecciones del año pasado de Mahinda Rajapaksa, el presidente que había cortejado abiertamente a Beijing. Incluso los generales que dirigían Myanmar se cansaron de la implacable extractiva y explotadora representación del capitalismo chino.
El hecho de que tantos países occidentales sean ahora parte del BAII podría ayudar a frenar Beijing de tales excesos. El profesor Nye dice que el BAII ahora no será "un fondo para sobornos políticos chinos". Si el Reino Unido y otros ayudan a asegurar que los proyectos sean más sostenibles y sensibles a las necesidades locales, ellos – voluntariamente o no – convertirán al fondo en herramienta más eficaz de la diplomacia. Hasta se puede denominar medicina china. Pero desde el punto de vista de Beijing, el hecho de que los gobiernos occidentales ayuden a pulir la imagen de China en Asia debe sonar bastante cerca de la definición de poder blando.
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Financial Times