Hoy el gobierno británico notificará a la Unión Europea (UE) su intención de salirse. Éste será un significativo momento en una tragedia; será una tragedia para el Reino Unido, pero también será una tragedia para Europa. Es una espantosa manera de celebrar el sexagésimo aniversario de la UE.
Incluso si las negociaciones de salida acaban bien, la decisión de abandonar la UE acarreará enormes consecuencias para el Reino Unido. Económicamente, perderá el acceso favorable al que es, por mucho, su mercado más grande. Políticamente, creará grandes tensiones dentro del Reino Unido y dentro de Irlanda. Estratégicamente, expulsará al Reino Unido de su papel en los consejos de la UE. El Reino Unido será más pobre, más dividido y menos influyente.
Los partidarios del Brexit negarán todo esto. Están equivocados. La evidencia acerca del comercio moderno es clara: la distancia es de enorme importancia. Las cadenas de suministro que enlazan bienes y servicios físicos funcionan mejor en distancias cortas. Los modelos en los que se basan los partidarios del Brexit ignoran esta realidad. También es por esta razón que la creación del mercado único requirió una sustancial armonización normativa, la cual permite un comercio transfronterizo relativamente libre de fricciones. Los partidarios del Brexit descubrirán, también, que todos los acuerdos comerciales imponen restricciones sobre la autonomía nacional y cuanto más en pro del mercado abierto sean, más estrictas serán las restricciones.
Los partidarios del Brexit también aprenderán que la geografía representa el destino político. El Reino Unido nunca puede dejar de ser un país europeo.
Siempre estará íntimamente afectado por los acontecimientos en el continente.
Pero actualmente, frente a una amenazante Rusia, a un EU indiferente, a un caótico Medio Oriente, a una China en ascenso y a las amenazas globales del cambio climático, está retirando su voz del sistema que organiza su continente. El Reino Unido ya no está en el siglo XIX. Está en el XXI. El aislamiento no será espléndido; será sencillamente aislamiento.
La salida del Reino Unido también representa una tragedia para Europa. El Reino Unido ha sido, durante mucho tiempo, un adalid incansable de la economía liberal y de la política democrática. Es una de las dos potencias militares más poderosas del continente. Tiene estrechos vínculos con los países de habla inglesa. Tiene una perspectiva global. Ha sido, al menos hasta ahora, pragmático. Sus opiniones sobre lo que beneficiaría a la UE (el mercado único y la ampliación) y lo que la perjudicaría (la moneda única) fueron correctas.
Sólo alguien ignorante de la historia soñaría que Europa sería más próspera, estable, influyente, democrática y liberal si la UE se rompiera en 28 piezas nacionales. El sistema de estados nacionales repetidamente ha demostrado ser inestable. En este caso, con EEUU cada vez más retirado, el colapso de la UE pudiera conducir a una lucha por la hegemonía entre Alemania y Rusia o, peor aún, a un pacto entre ellos a costa de los vecinos más débiles. Si la UE sobrevive, como espero, Alemania dominará. Los alemanes no quieren esto. ¿Por qué lo desean los británicos?
Sin embargo, el Brexit va a suceder, gracias a la insensatez de David Cameron al aceptar el referéndum, a su pobre gestión de las negociaciones y al hecho de que arruinó los términos del referéndum mismo. Seguir adelante con el Brexit no es una necesidad constitucional; el referéndum no es vinculante. Pero es una necesidad política: el partido conservador se desmoronaría sin él.
Pero el estado de ánimo de las negociaciones y sus resultados aún están por determinarse. Sabemos que las negociaciones van a ser complejas y difíciles. Sabemos que el proceso de retirada y la decisión acerca de los detalles de una nueva relación no se van a completar dentro un período de dos años. Pero no sabemos cómo se abordarán estas negociaciones. Esto no es tan cierto en el lado de la UE, donde las prioridades son claras, como en el lado del Reino Unido.
Yo ya no espero que el Brexit pueda evitarse. Eso no significa que deba ser acogido. Y tampoco significa que no importe cómo suceda. La primera ministra debe llegar a un acuerdo que preserve la mayor parte posible de las relaciones económicas, políticas y estratégicas del Reino Unido con la UE. La historia la juzgará basándose en cuánto de esto logre.
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Financial Times