Entonces, ¿qué debiera hacer la eurozona ahora? La semana pasada llegué a la conclusión de que los griegos deberían haber votado por el "Sí". Decidieron, por el contrario, rechazar aplastantemente los términos de un acuerdo que ya había sido retirado. ¿Qué pudiera significar eso? ¿Y cómo debiera responder la eurozona?
Al parecer muchos de los votantes – quizá la mayoría – creen que su rechazo obligaría a un cambio de actitud en el resto de la eurozona. Sus socios reconocerían lo equivocado de su brutal proceder y les proporcionarían los recursos que necesitan para utilizar el euro libremente, a la vez liberándolos de la austeridad. Pero la mayoría de sus socios considerarían este resultado como una capitulación humillante. Por lo tanto, es mucho más probable que ocurra un enfrentamiento entre un gobierno griego envalentonado y sus acreedores enfurecidos.
Tal enfrentamiento llevaría a una "salida sigilosa". Los bancos no reabrirían sus puertas. El gobierno crearía entonces una especie de instrumento monetario supuestamente temporal. Luego, la gente se daría cuenta de que el acuerdo provisional se habría convertido en uno permanente. Por último, aunque después de muchas discusiones, Grecia tendría una nueva moneda, pero todavía estaría dentro de la Unión Europea.
Sólo uno (o más) de tres acontecimientos pudiera bloquear el camino hacia una salida.
En primer lugar, los griegos pudieran vivir con los bancos cerrados por tiempo indefinido. Esto no es imposible. Pero es poco probable.
En segundo lugar, el Banco Central Europeo (BCE) pudiera ampliar sus préstamos de emergencia al sistema bancario griego. Si el BCE fuera un banco central normal, esto es exactamente lo que haría. Grecia está experimentando un pánico bancario. Como el prestamista de última instancia, el banco central debiera hacer un préstamo para cubrir el pánico. Si el BCE cree que los bancos son solventes, debe hacer préstamos. Si el BCE cree que los bancos son insolventes, debe organizar la recapitalización – mediante la conversión de pasivos no asegurados en capital, la venta de bancos a nuevos propietarios, o la obtención de fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Desgraciadamente, el BCE no es un banco central normal. Es el banco central de una unión monetaria a medias. Al protegerse contra pérdidas, el BCE arriesga la repetición del riesgo de redenominación que el discurso de Mario Draghi, "lo que sea necesario", en julio de 2012 tuvo como intención eliminar. El miedo engendra a lo que se le tiene miedo.
En tercer lugar, los gobiernos de la eurozona todavía pudieran llegar a un acuerdo con Grecia. Esto es lo que Atenas está tratando de lograr. Pero ¿tendría sentido para la eurozona? Para responder esta pregunta hay que considerar cómo la gente ve la propia unión monetaria en la actualidad.
Una manera de pensar acerca de la eurozona es considerarla como una zona de solidaridad mutua. Es a lo que los griegos mismos apelan. La respuesta de sus acreedores es que la solidaridad se basa en obligaciones mutuas. Los griegos, insisten los acreedores, deshonraron sus obligaciones – tanto antes como después de la crisis –por lo cual no merecen solidaridad. Esta visión es simplista. La culpa del desastre la tienen tanto los prestamistas privados irresponsables (principalmente franceses y alemanes) como los gobiernos que decidieron proporcionar los préstamos a Grecia para rescatar a esos prestamistas. Esta refinanciación representó beneficios insignificantes para Grecia. El argumento de solidaridad para alcanzar un compromiso es poderoso, particularmente en vista de la caída que los griegos han experimentado.
Una perspectiva alternativa es transaccional. Cada país hace lo que considera adecuado para apoyar los intereses de su propio pueblo. El motivo para alcanzar un compromiso con Grecia sería entonces que la alternativa – la salida de Grecia de la eurozona – no solamente garantizaría un gran incumplimiento, sino que también generaría una inestabilidad permanente dentro de la eurozona. Los choques conducirían a una especulación desestabilizadora. Una unión monetaria con una opción de salida es sólo una versión más rígida del antiguo Mecanismo de Tipos de Cambio (MTC), vulnerable a las crisis de la deuda en lugar de a las crisis monetarias.
Grecia se encuentra en su "última oportunidad". La lógica de donde se encuentra en este momento indica que está definitivamente en camino hacia la salida. Pero yo sigo sin estar convencido de que esto sería lo mejor para Grecia o para la mayoría de los otros miembros de la eurozona. Se debe intentar una alternativa. Ésta reconocería la realidad de que, ofrecer ayuda adicional con respecto a la deuda griega, es algo tanto justo como sensato. Encontraría una manera de proteger a los bancos de su Estado. Dejaría entonces a Grecia ser dueña de su propia suerte. El tiempo dedicado a este país entonces debería de dedicarse a otro lugar. Con deudas manejables y con un sistema bancario sólido, Grecia podría elegir su propio camino, dentro de la eurozona o fuera de ella. Una última oportunidad: ni una más.
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