Elon Musk es el tecnovisionario favorito de Silicon Valley. Cuando el fundador de Tesla y SpaceX defiende nuevas ideas —incluso aunque suenen como historias de ciencia ficción— aparecen en los titulares importantes. Otros inversionistas y empresarios de la tecnología se sienten obligados a seguir el ejemplo.
El Hyperloop —la propuesta de una nueva forma de transporte de alta velocidad— fue resultado de una de las lluvias de ideas de Musk. Después de que promovió activamente la tecnología, comenzó una carrera mundial para construir el sistema.
Pero, incluso para Musk, inyectar dispositivos electrónicos a nanoescala en el cerebro suena exagerado. Él ha soñado con el "encaje neuronal", una malla intracraneal creada artificialmente que proporcionaría un enlace neuronal con computadoras externas.
Musk ha hablado públicamente sobre esta idea durante algún tiempo. ¿Su motivación? Si no se puede vencer a los robots, es mejor unirse a ellos. A Musk le preocupa que la Inteligencia Artificial supere a la inteligencia humana. Aumentar artificialmente el poder del cerebro humano es una forma de defenderse.
A juzgar por un informe en el Wall Street Journal y uno de sus propios mensajes en Twitter esta semana, Musk está casi listo para revelar una compañía que trabaja en esta tecnología. Como de costumbre, es seguro que su respaldo a una nueva idea radical desencadene una tormenta de interés. Las tecnologías que benefician a las personas —y los negocios nuevos e interesantes— bien podrían surgir pronto del campo de la "estimulación cerebral" o "brain hacking", incluso aunque el futuro de cyborgs que el Sr. Musk vislumbra aún está muy lejos.
Intervenir en las funciones físicas del cerebro para intentar mejorar sus capacidades ya tiene varias formas prácticas. Por ejemplo, esta semana el equipo de béisbol de los Gigantes de San Francisco han decidido probar unos auriculares que utilizan lo que su fabricante, Halo Neuroscience, llama un "ligero campo eléctrico" para estimular áreas del cerebro que se cree influyen en el rendimiento de los atletas.
Otro método involucra el uso de nootrópicos: fármacos diseñados para mejorar las funciones cognitivas del cerebro.
Darle al cerebro una sacudida extra de energía —ya sea química o eléctrica— es una cosa. Pero la idea de Musk es mucho más ambiciosa. Requiere una interfaz adecuada entre el cerebro y la computadora que convertiría los pensamientos en señales digitales, así como una manera para que la computadora pueda enviar información de vuelta al cerebro.
Al menos en algunas formas, ésta es una idea que ya se ha demostrado que funciona. En 2016, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de EEUU (DARPA, por sus siglas en inglés) destinó 60 millones de dólares a la investigación sobre un chip implantable que conectaría el cerebro humano a una computadora. El primer artículo científico que describe un experimento en el que un mono controló el cursor de una computadora con su cerebro ya tiene 15 años.
Las matrices de electrodos que pueden captar las señales y ser implantadas sin cirugías peligrosas o altamente invasivas son ya una realidad, dice Daniel Kraft, un experto en dispositivos médicos avanzados de Singularity University en Silicon Valley. Braingate, un proyecto de investigación médica, ha permitido que los pacientes equipados con dispositivos experimentales controlen sus prótesis.
Para quien prefiera que no le extraigan un pedazo de cráneo, la tecnología de escaneo externo también está avanzando rápidamente. Una empresa "startup" de Silicon Valley, Open Water, está tratando de convertir las máquinas de resonancia magnética en la siguiente rama de la electrónica de consumo, aprovechando la misma cadena de suministro de hardware que ya ha provocado enormes reducciones de costo en los sensores integrados en los teléfonos inteligentes.
Pero aún hay una gran diferencia entre esto y la integración de los cerebros y las computadoras. Uno de los grandes desafíos de Musk será lograr una comprensión lo suficientemente profunda de cómo funciona el cerebro para integrar los procesos de pensamiento digitales y neuronales.
Eso está mucho más allá de la ciencia actual. Pero es poco probable que pueda impedir que el respaldo de Musk a la tecnología desate una ola de interés en "brain hacking".
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