No dejes que el moderno mundo digital te distraiga de la realidad del sistema económico de México, que sigue mayormente basado en pagos en efectivo. Yo aprendí esta lección a la fuerza recientemente cuando me embarqué en un viaje de negocios rumbo al Estado de México, que queda a una hora en coche de la capital.
Era mediodía. Casi no había tráfico y parecía que mi viaje iba a ser fácil y rápido. Entonces me di cuenta que no había actualizado mi crédito en línea para pagar los peajes de las autopistas. Así que llamé a la casa y le pedí a mi pareja que lo hiciera. Sin embargo cuando llegué a la caseta de peaje, la pantalla decía "pago negado".
"Pero acabo de llenar la tarjeta", le dije al hombre en la cabina. Él me contestó que los pagos toman hasta tres horas para registrarse. Eso me pareció tan absurdo como el hecho de que mi banco sólo me deja realizar transacciones en línea durante horas de oficina.
No tenía efectivo porque me he acostumbrado a usar mi tarjeta de débito para hacer compras y trasladarme en Uber.
Sin embargo, la compañía de peaje no acepta tarjetas, aun con el auge del sector de tecnología financiera en México que ha producido un dispositivo exitoso de alto perfil que se conecta a teléfonos inteligentes y tabletas que permite el uso de tarjetas en lugares inusuales.
En lugar de esto, Pinfra, la operadora de infraestructura y autopistas en México, ofrece lo que solamente se puede describir como un servicio de empeños. Me dijeron que podía dejar mi anillo — una pieza antigua que le perteneció a mi abuela — como garantía del pago de los 36 pesos que aún les debía. ¡De ninguna manera!
Entonces comenzó el regateo. ¿Qué tal su teléfono? No, especialmente porque en esta era tecnológica me hacía falta Waze, la aplicación de navegación para llegar a mi destino. Les ofrecí una pulsera de plata. Los operadores lo consideraron. No, aparentemente no podían aceptar la pulsera. ¿Qué tal las herramientas de su coche? No. ¿Entonces quiere dejar su pulsera y sus lentes de sol, Señora? Está bien. Sólo déjenme pasar.
Me encaminé de nuevo un poco anonadada — aunque ésta no es la única vez que me he enfrentado a serios funcionarios mexicanos aplicando leyes kafkianas — con mi recibo de la transacción. Pero tomé el camino equivocado. El desvío me condujo a una autopista diferente, con más peajes (pero la tarjeta de peaje ya estaba funcionando), y apenas llegué a tiempo a mi cita.
Cuando llegó el momento de regresar estaba segura de que tenía crédito en la tarjeta para pagar el peaje. Entré en la autopista y llegué de nuevo a la caseta. Y me negaron de nuevo el pago.
Les presenté el recibo de mis artículos empeñados y les pregunté si podían añadir la nueva cuota de 36 pesos a mi cuenta. Los operadores me dijeron que no, pero que yo podía estacionarme, cruzar la autopista y acudir a la tienda Oxxo para sacar dinero de un cajero automático.
Oxxo, propiedad de Femsa — el principal accionista de la embotelladora más grande de Coca-Cola en el mundo — es el tercer minorista más grande por concepto de ingresos en México.
Tiene 15 mil 300 tiendas, casi el mismo número de las 16 mil 400 sucursales bancarias en México. En Oxxo puedes pagar tus facturas, pagar tus tarjetas de crédito, hacer depósitos bancarios, realizar transferencias de dinero y hasta comprar pasajes de avión. Pero el hombre en el mostrador me dijo que no podía usar mi tarjeta de HSBC para sacar dinero; y que aun si tuviera otra tarjeta el sistema no estaba funcionando.
La siguiente gasolinera tenía un cajero automático pero también estaba descompuesto. Me pasó lo mismo en la siguiente gasolinera. Caminé 1.5 km cuesta arriba de regreso a mi coche.
Esto sucedió a un paso de la capital de la segunda economía más grande de América Latina.
Financial Times