La semana pasada me tropecé con un artículo del director ejecutivo del Boston Consulting Group con consejos para los profesionales veinteañeros sobre cómo "acelerar" sus carreras. Rich Lasser ha basado sus consejos en su propia espléndida, aunque prudente, carrera: unos añitos en Procter & Gamble seguidos por un MBA de Harvard y entonces 28 años en BCG. En el camino les ha hablado a miles de jóvenes y ha sentido la necesidad de subrayar sus errores, y de explicarles cómo pueden parecerse más a él.
El artículo apareció en Linkedin hace meses pero BCG está tan encantado con las ideas de Lasser que todavía las está cacareando en los medios sociales. Sin embargo, cuando leí todo el artículo hasta su conclusión – "con autoreflexión, enfoque y un compromiso de invertir en ti mismo y en hacer una diferencia, puedes encontrar el sitio perfecto" — mi aburrimiento se convirtió en la alarma. Su artículo en realidad estaba lleno de malos consejos y yo tenía que impedir que los veinteañeros los siguieran.
Su primer consejo es "escoger un empleo energizante y gratificante." Esto suena bien, pero tiene tres errores. Es insípido; nadie recomendaría un trabajo que fuera enervante y frustrante. Segundo, no ayuda, ya que cuando tienes veintitantos años es difícil saber si un trabajo va a ser gratificante hasta que lo pruebas. Tercero, establece expectativas demasiado altas. Hasta los mejores empleos solamente son energizantes y gratificantes de forma intermitente. Durante gran parte del tiempo son aburridos o frustrantes o ambas cosas. La brecha entre las esperanzas y la realidad es el mayor problema de los millennials y Lesser no debería ensancharla.
Después, sugiere escoger a un empleador donde puedes aprender cosas. "El período cuando tienes veintitantos años es único para crear capacidades que durarán toda una vida". No, no lo es. Ninguna capacidad dura más de una o dos décadas, excepto, quizás, la habilidad de formar una frase, sumar una cuenta y llevarse bien con la gente. Las habilidades y la experiencia tienen una fecha de expiración.
Su próximo criterio — ¿puedo hacer una diferencia? — es aún más problemático. No sólo es el planteamiento erróneo para un veinteañero, ya que nadie hace ninguna diferencia al comenzar, sino que es erróneo para cualquier edad. No estoy segura por qué nos hemos enviciado con la idea de hacer una diferencia.
Seguramente, todo depende en qué tipo de diferencia. La enfermera de cuidado paliativo en el hospital Whittington que cuidó a mi padre en los últimos días de su vida hizo una diferencia que nunca olvidaré.
Igualmente, Sir Philip Green hizo una diferencia que los pensionistas de BHS tampoco van a olvidar pronto.
Su última pregunta es la peor de todas: ¿puedo hallar el equilibrio? La respuesta a esto es no, ya que no hay tal cosa. En vez, todos los trabajadores tienen que elegir: trabajar todo el tiempo, o no trabajar todo el tiempo. Sería mejor si el director ejecutivo de una de las más grandes consultorías de administración del mundo les dijera a los veinteañeros que él administraba una fábrica de explotación para la élite y que trabajar ahí significaría tener que cancelar todas las citas, todas las fiestas de cumpleaños y todas las salidas divertidas en cualquier momento.
Algunos empleados son perfectos para la vida en las grandes corporaciones, otros no tanto. Es difícil saberlo hasta que uno lo prueba, así que mi consejo es buscar un trabajo corporativo al inicio de tu carrera para descubrir si te (dis)gusta.
El segundo cambio es que la vida laboral es ahora tan larga que no hay prisa en hacerlo bien la primera vez, lo cual me lleva al segundo punto. Si das unas cuantas vueltas equivocadas, no importa.
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