¡No soy nativo digital! Esto quedó en evidencia por enésima vez cuando recientemente intenté elaborar un informe de gastos de viaje en línea.
Mientras estaba batallando, tratando de averiguar qué poner en cada celda o casilla, las cuales frecuentemente no correspondían a mi situación en particular, busqué ayuda para no perder tiempo. Claro, ayuda existe, pero solamente "on-line". Eventualmente lo logré, pero no sin antes haber pasado por una falla en el sistema, tres chats de ayuda y un sentido de frustración por haber perdido todo un día para justificar un par de desembolsos provenientes de un anticipo que había solicitado. Esto me llevó a reflexionar sobre algunos puntos que me parecen interesantes en este contexto.
El avance tecnológico es tan veloz como es inevitable, y su alcance es cada vez mayor. Esta tendencia brinda grandes oportunidades. Por ejemplo, gracias a la tecnología cada vez más personas tienen acceso más fácil y rápido al Internet. La consecuente hiper-conectividad permite compartir el conocimiento sin restricciones y facilita nuevas formas de estudiar, colaborar y trabajar. Las tecnologías más nuevas como son la inteligencia artificial, la realidad aumentada y virtual, el Big Data, el Internet of Things (IoT), blockchain, la impresión 3D, y mucho más, prometen beneficios aún mayores en un futuro muy cercano. No lo dudo.
Sin embargo, también hay peligros y no son menores. Un ejemplo actual es la creciente polarización cultural visible en los medios sociales provocado por la segregación de personas en sus respectivos silos "on-line" donde refuerzan sus creencias, valores y sesgos más que buscar soluciones incluyentes para problemas que nos afectan a todos. Otro problema, en mi opinión, es que nuestra fascinación con la tecnología y la innovación desvía la atención de áreas y competencias donde el progreso y desarrollo logrado ha sido más lento. Un ejemplo se manifiesta en el ámbito financiero, donde la elevada sofisticación de productos, promociones y formas de pago se contraponen a la relativamente baja sofisticación financiera de una gran mayoría de consumidores.
Permítame explicar este punto. El desarrollo de métodos para "minar" información de grandes cantidades de datos que se encuentran almacenadas en línea ("Big data", "data mining") permite a las empresas diseñar y dirigir productos y/o servicios hechos a la medida para consumidores con perfiles específicos, aumentando así la tasa de conversión, es decir, la probabilidad de que un anuncio se convierte en una venta. Esta focalización, aunado a formas y medios de pago flexibles (en línea, tarjetas de crédito, escanear códigos QR y pagar usando tu "Smartphone", etc.), tiene obvias ventajas, tanto para el vendedor como el cliente. Si el cliente tiene un nivel de sofisticación financiera razonable y suficiente disciplina para comprar de manera responsable, excelente. De lo contrario, pues, los niveles de endeudamiento hablan por sí solo. Los negocios de préstamos rápidos, así como las casas de empeño, son muy rentables y casi tan omnipresentes como las tienditas de la esquina en grandes partes de la ciudad. El elevado costo de la deuda que este tipo de transacciones implica, dificultará el ahorro a largo plazo.
Sobre este último punto, es interesante ver cómo le va a la llamada Generación Afore, los jóvenes laborando en el sector formal y contribuyendo al IMSS. Son nativos digitales y tienden a tener un mayor nivel educativo que el promedio de la población. Podemos preguntarnos si estas ventajas se traducen en mejores decisiones financieras.
Lamentablemente hay poca evidencia que así sea. Por ejemplo, revisando datos de traspasos entre Afore para los años a partir de 2011 específicamente para los trabajadores jóvenes, no encontré evidencia que se están moviendo hacia las Afore que muestran un mayor rendimiento neto. Dado que su ingreso en el retiro depende en gran medida de los fondos que ellos mismos aportaron más los rendimientos generados, uno pensaría que la decisión de escoger Afore, relativamente fácil actualmente, ameritaría unas horas de búsqueda y reflexión. Parece que no. El espacio se me acabó, pero me gustaría ampliar sobre este tema en el futuro. Por lo pronto les deseo un próspero Año Nuevo comenzando con una suave cuesta de enero.
El autor es profesor del Departamento Académico de Contabilidad y Finanzas del Tecnológico de Monterrey. Su correo es hsimons@itesm.mx
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