Cuando Tareck El Aissami, el nuevo vicepresidente de Venezuela, compitió en elecciones estudiantiles, sus oponentes dicen que trajo bandas armadas para intimidar a sus rivales.
Luego, cuentan, cuando olvidó registrarse para la reelección, telefoneó al jefe político local con un plan para manipular los votos.
"Lo amenacé con meterlo en la cárcel", dijo Florencio Porras, exgobernador del estado de Mérida. "Desde entonces, se declaró mi enemigo". Y mientras ascendía de líder estudiantil en la Venezuela rural a la segunda persona con mayor influencia política del país en poco más de 10 años, El Aissami se ganó muchos enemigos como Porras.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, enfrentado a un colapso económico y un anémico apoyo público, eligió como vicepresidente a uno de los políticos más polémicos y temidos de Venezuela, dicen los críticos del Gobierno.
El Aissami, de 42 años, forma parte de un grupo de venezolanos investigados por las autoridades de Estados Unidos por su presunta participación en círculos de tráfico de drogas y lavado de dinero, así como por jugar un papel clave en la tarea de ayudar a Irán y el Hezbolá, el grupo islamista libanés, a incursionar en Latinoamérica.
Estrella joven del partido socialista que ha gobernado a Venezuela por casi dos décadas, El Aissami es visto tanto por sus partidarios como por sus críticos como una persona astuta y hábil.
"Es un político que funciona muy bien para esta nueva etapa de la revolución", dice Rocío San Miguel, presidenta de Control Ciudadano, un grupo independiente. "El dilema de Maduro es cómo lidiar con la oposición al tiempo que reduce las divisiones internas".
Maduro, a quien el fallecido presidente Hugo Chávez eligió como su sucesor, ha estado bajo presión para que deje el poder a causa del potencial impago de deuda del país, una generalizada agitación social y una oposición fortalecida.
Hasta ahora ha logrado mantener el control y anular el intento opositor –a través de su control del sistema legal– de realizar un referendo para su remoción antes de que finalice su período presidencial en cerca de dos años. Muchos analistas dicen que, si las cosas se siguen deteriorando, el principal riesgo para él viene del sector militar.
La selección de Al Aissami aborda ambas preocupaciones. Quienes buscan desplazar a Maduro probablemente desprecien más a El Aissami y podrían vacilar en perseguir sus objetivos. El nuevo vicepresidente es un hombre fuerte que tiene un férreo control de las fuerzas internas de seguridad y una escasa lealtad hacia los militares. Estaría menos tentado a participar de un golpe encabezado por militares que a resistirse a él.
En las semanas transcurridas desde su nombramiento, Maduro le ha concedido amplios poderes para emitir decretos y lo eligió para liderar una recién formada "unidad comando" contra supuestos golpistas y oficiales sospechosos de traición.
Entre los muchos arrestados desde la formación de la unidad están un legislador substituto de un partido opositor de línea dura y un general retirado que hace años rompió con el Gobierno.
El Aissami, que se describe a sí mismo como "radicalmente chavista", conoció a Chávez en su época de estudiante. Celebró abiertamente el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, según tres testigos, y fue uno de los más fervientes aliados de Chávez desde entonces.
En su último puesto como gobernador, denunció regularmente a los opositores al Gobierno como traidores que buscaban aumentar la inestabilidad.
Hijo de inmigrantes sirios y libaneses, El Aissami y sus cuatro hermanos se criaron como drusos en la región andina de Venezuela. Alto, buen mozo y en forma, está casado, tiene dos hijos pequeños y se lo suele ver rodeado de guardaespaldas que elige personalmente.
Una de sus hermanas siguió la carrera diplomática y fue embajadora venezolana ante los Países Bajos hasta el año pasado. Su padre, líder del pequeño partido Baas local, vendía zapatos y muebles y jugó un papel de apoyo en el fracasado intento golpista de Chávez en 1992 y luego, seis años más tarde, en su exitosa campaña por la presidencia.
Poco después del fallido intento de derrocamiento, El Aissami fue uno de los líderes de un movimiento estudiantil de izquierda en la universidad, donde estudiaba criminología y derecho y donde el hermano de Chávez, Adán, era profesor. Carismático y meticuloso, se graduó con honores y mantuvo durante su carrera política estrechos lazos con las alianzas que hizo en la facultad.
"Tiene muy claro quiénes son sus amigos", dice Miguel Contreras, profesor de criminología en la Universidad de Los Andes y uno de los docentes de El Aissami. Desde su nombramiento como vicepresidente, miembros de su movimiento estudiantil han sido nombrados a altos puestos de ministros y gobernadores y en cargos directivos en el gigante petrolero PDVSA.
En 2012, El Aissami ganó la gobernación del estado de Aragua acompañado por una lista cargada de candidatos elegidos a dedo por Chávez. Desde entonces, la oposición lo ha llamado "el narco de Aragua", sosteniendo que usó su vasta red política para contribuir a que el país se convirtiera en un centro internacional para las drogas y los extremistas del Oriente Medio.
En la actualidad, algunos creen que su designación como vicepresidente desencadenará políticas más agresivas hacia Caracas por parte del nuevo gobierno de Trump.
"Este es un claro saludo de un dedo hacia Estados Unidos", dice Roger Noriega, quien fue subsecretario de Estado para asuntos del Hemisferio Occidental durante la presidencia de George W. Bush. "Por cierto, le crea un pretexto a Trump para ser mucho más decidido con Venezuela".
En Venezuela, el consenso es que a Maduro le preocupa más reforzar su posición en su país que su imagen internacional. A esto hace referencia Dimitris Pantoulas, un consultor político, cuando dice que El Aissami "Es un hombre de Maduro".
Pero Pantoulas también señala que "es capaz de cualquier cosa", lo que sugiere que El Aissami abriga sus propias ambiciones y la lealtad puede tener sus límites.
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