Mundo

A un año de Trump: sin muro, con TLCAN…

Con su particular estilo agresivo, el mandatario polarizó a Estados Unidos, fomentó el racismo y no ha pasado semana alguna sin que se haya visto involucrado en alguna polémica o disputa. 

Aunque con algunos matices, las presidencias en Estados Unidos suelen tener un ritmo más o menos parecido: un primer año de "luna de miel" que viene impulsado por la victoria en las urnas, seguido por otro más "pragmático" donde el de turno concreta algunos temas de su agenda y luego un tercero y cuarto que se caracterizan por dificultades y quizá algunos escándalos. Sin embargo en el caso de Donald Trump parece suceder todo lo contrario.

En sus primeros 365 días al frente de la Casa Blanca, que se cumplen el próximo sábado 20 de enero, no ha pasado semana sin que el mandatario republicano se haya visto involucrado en alguna polémica o disputa hasta con sus supuestos aliados. Además, la "luna de miel" concluyó en semanas y la popularidad de Trump ha ido en picada hasta convertirse en el mandatario con los índices de aprobación más bajo para un presidente de Estados Unidos, en su primer año.

En el proceso, Trump no sólo ha roto con todos los esquemas tradicionales de la política estadounidense, sino que ha provocado un sismo, racial y social, que tiene al país más dividido que nunca.

El magnate inmobiliario y estrella de televisión, que nadie tomó en serio cuando en junio de 2015 anunció su deseo de competir por la presidencia del país más poderoso del mundo, ha transformado todas las normas a golpe de tuit, pero no ha producido grandes logros, aunque sí numerosas polémicas.

Para sus opositores, la victoria del republicano confirmó lo peor de sus temores y Estados Unidos está en picada, mientras sus seguidores lo ven como el mejor mandatario del que tienen memoria por hacer "nuevamente grande al país".

Lo cierto es que con su muy particular estilo irreverente y agresivo, ha favorecido una política exterior unilateral y ha aumentado el proteccionismo de Estados Unidos. En 365 días dio reversa al sí de EU en el acuerdo de París sobre cambio climático, descertificó el pacto que se había alcanzado con Irán para poner freno a sus ambiciones nucleares, está enfrascado en una retórica belicista con Corea del Norte –que tiene al mundo en ascuas– y ha cuestionado en repetidas ocasiones la viabilidad de la OTAN y la ONU, retirándose de la Unesco y de un acuerdo reciente sobre migrantes que llevaba la firma del planeta entero.

También ha dado marcha atrás en la apertura y normalización de las relaciones con Cuba, volviendo a la retórica de la Guerra Fría, por no hablar de su reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, algo que ningún otro presidente se había atrevido a decir en 70 años y que cayó como una bomba en Oriente Medio.

A eso se suma el enfrentamiento con la prensa, a la que considera que cubre su presidencia de forma injusta y sin balance.

La gran mayoría del cumplimiento de sus promesas de campaña ha llegado por vía de las órdenes ejecutivas y no del Congreso, donde a pesar de contar con la mayoría en ambas Cámaras, ha sido muy poco lo que ha podido conseguir. No ha sido capaz de sacar adelante una ley para cumplir su promesa de derogar y reemplazar el Obamacare, como se conoce a la reforma con la que el expresidente Barack Obama garantizó la cobertura médica a millones de ciudadanos, y tampoco ha conseguido los recursos para construir el muro en la frontera con México, país al que por cierto no deja de insultar.

Pero Trump logró un gran éxito en su primer año de gobierno, la aprobación de la reforma tributaria, algo que había prometido en su campaña. La ley que firmó justo antes de fin de año reducirá los impuestos corporativos y también a los contribuyentes comunes.

Para más de uno, es muy poco probable que el Trump que el mundo conoció el año pasado cambie de aquí en adelante. En otras palabras, que el rumbo de Estados Unidos, al menos en los años que le restan al magnate en el poder, seguirá impredecible.

Su mayor desafío, sin duda, lo enfrentará este año y será la elección intermedia, que se realizará en noviembre, donde la pérdida de la mayoría republicana en ambas Cámaras podría aumentar la presión para impulsar un juicio político en su contra, impulsado principalmente por la presunta injerencia de Rusia en las elecciones de 2016, que lo llevaron a la Casa Blanca.

También lee: