Era el viernes 30 de junio de 2006. El nominado como secretario de Hacienda de Andrés Manuel López Obrador, Rogelio Ramírez de la O, había hecho una cita en la Bolsa Mexicana de Valores.
Las elecciones eran el siguiente domingo, 2 de julio. Y Rogelio estaba preparando con detalle lo que sucedería con los mercados financieros, a partir de que se diera a conocer presuntamente el triunfo de AMLO.
Quienes estuvieron en la reunión de ese viernes, estaban asombrados por el detalle y la precisión con la que Rogelio tenía preparado el escenario del triunfo.
Se planteaba uno a uno, a quién llamar y en qué momento. Estaba preparada una conferencia telefónica con analistas. Cero improvisaciones. Todo estaba cuidado.
El objetivo era que el eventual triunfo de AMLO no fuera a generar una corrida contra el peso.
El domingo 2 de julio por la noche, no se declaró el triunfo de AMLO. No había nada para nadie. Por esa razón ya no se hicieron las reuniones con los inversionistas a la mañana siguiente.
En el primer semestre de aquel año convulso de 2006, el dólar se encareció en 6.2 por ciento. Pero el día posterior a la elección, se abarató en 20 centavos, equivalentes a 1.8 por ciento.
Y luego, el triunfo de Calderón propició una apreciación del peso en 3.2 por ciento durante el mes que siguió a la elección.
Desde hace muchos años, Andrés Manuel López Obrador sabe bien que su persona y su propuesta causan inquietud y nerviosismo entre los inversionistas.
Rogelio Ramírez hizo un excelente trabajo en 2006 para evitar que un eventual triunfo del candidato de la izquierda no produjera un trastorno en los mercados financieros. En ese entonces, el hecho es que no ganó AMLO.
Ahora, ante la posibilidad de que AMLO ahora sí gane, hay diversos personajes que han estado trabajando para desactivar las preocupaciones de los mercados financieros.
Alfonso Romo, Carlos Urzúa y Gerardo Esquivel, entre otros, no han parado en sus reuniones con inversionistas.
Yo era escéptico de que consiguieran atenuar la inquietud. Pero si nos atenemos a los resultados, el hecho es que su trabajo ya ha fructificado.
Conozco a diversos empresarios que siguen pensando que un hipotético sexenio de AMLO puede ser muy negativo para el país, a pesar de la cordial conversación que tuvieron ayer por la mañana con el candidato de Morena en el Consejo Mexicano de Negocios.
Pero, cada vez menos piensan –por lo pronto– en dejar el país y colocar sus inversiones a buen resguardo. La percepción de que en el corto plazo nada va a ocurrir es cada vez más generalizada.
Otra sería la historia que podría contarse si AMLO gana y empieza a tomar medidas que atenten contra la estabilidad económica.
¿Necesita AMLO a un secretario de Hacienda como Guillermo Ortiz o Santiago Levy para prevenirlas?
Francamente lo dudo.
López Obrador –insisto, en caso de ganar– tendrá un compás de espera por parte de los mercados financieros para observar lo que su gobierno emprenda, independientemente de quién sea su secretario de Hacienda.
Los dos candidatos del PAN que ganaron la Presidencia pusieron a personajes reconocidos por la ortodoxia financiera como titulares de Hacienda. Fox a Paco Gil y Calderón a Carstens.
Hoy, los mercados no van a ver al secretario sino al presidente y a sus políticas. No le caería mal a AMLO alguien muy conocido por los mercados, pero la realidad es que no lo necesita.