Coordenadas

Cómo le pusieron la mesa a AMLO

Más que por mérito de López Obrador o de Morena, la ventaja de la que hoy gozan candidato y partido viene del derrumbe de la imagen del PRI en la opinión pública, el desgarre del PAN y de la hemorragia del PRD.

Hace dos años y dos meses, algún tiempo después de las elecciones de medio término en 2015, las intenciones de voto por el presidente de la República eran muy diferentes a las que existen ahora.

De acuerdo con datos de Consulta Mitofsky, en ese entonces, febrero de 2016, el PRI obtenía 34 por ciento de los votos; el PAN, 23 por ciento y, Morena, 12 por ciento.

En ese momento, el gobierno federal ya había resentido el impacto negativo de la llamada 'casa blanca' y de Ayotzinapa, quizá los dos más grandes golpes.

Y, pese a todo, el PRI seguía arriba en las intenciones de voto.

La misma encuestadora refiere que en ese entonces el nivel de aprobación del presidente Peña estaba en 33 por ciento.

¿Qué fue lo que ocurrió entre el arranque de 2016 y el día de hoy que cambió en tal medida las intenciones de voto? Nada en particular.

Ese precisamente fue el problema.

Luego del desastre de 2015 en las elecciones de medio término y en los gobiernos estatales, la elección del 2017, con el triunfo del PRI en dos gubernaturas de las tres en contienda, generó la percepción de que se llegaría al 2018 con un ambiente favorable al PRI.

Se desestimó por completo el enojo social. Esa sensación se abordó humorísticamente como un 'mal humor social' que no estaba justificado con los datos duros.

Y, resulta que, al paso de los meses, los gobiernos opositores que llegaron a los estados encontraron un desastre en las finanzas de algunos de los gobiernos perdedores del PRI, como Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua.

El resultado fue que se consolidó la narrativa que señalaba al PRI como sinónimo de la corrupción.

Y el gobierno y el PRI, en todo este lapso, quedaron sin respuesta.

No sé si se trató de un error de cálculo que minimizó el impacto de las críticas; si fue un exceso de soberbia que despreció a quienes cuestionaban; o simplemente de una pura incompetencia, que ni siquiera registró cómo el PRI se derrumbaba en la imagen pública.

Mientras esto pasaba con el PRI, el PAN se desgarraba. El triunfo de Anaya, que logró la candidatura, fue a costa de dividir al partido.

En el caso del PRD hubo una hemorragia continua, que alimentó a Morena.

Por eso, de un modesto 12 por ciento hace un par de años, pasó a cifras superiores a 40 por ciento en la actualidad.

Más que por un mérito personal de AMLO o de Morena, fue por el desastre de las formaciones políticas que contendían tradicionalmente en México.

Entre finales de 2016 y las semanas recientes, se fue configurando el crecimiento de Morena porque PAN y PRD le dejaron todo el espacio de crítica al sistema.

Y el desastre de la comunicación oficial permitió que entre febrero de 2016 y el mismo mes de 2017, la aprobación presidencial retrocediera 17 puntos.

Hay quien piensa que la ventaja de AMLO era inevitable. Difiero. Me parece que es resultado de una colección de errores de políticos del gobierno en el poder, del PAN y del PRD.

Le pusieron la mesa completita.

Y para quien tiene hambre de poder –ya saben quién la tiene–, una oportunidad así no se desperdicia.

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