¿Realmente México va a dar un salto al pasado con la presidencia de Andrés Manuel López Obrador?
No puede negarse que sí se buscará el regreso de diversos atributos, pues el propio AMLO así lo ha planteado, pero estamos muy lejos de poder generalizar esa noción de retroceso.
Le pongo sólo algunos ejemplos.
Una de las características del México de los años 50 o 60 en el siglo pasado fue la cerrazón del sistema político. El margen para la disidencia era mínimo. Se usaba la fuerza pública para reprimir y contener movimientos sociales.
Hoy estamos lejos de esa circunstancia, independientemente del control que pueda tener Morena en el Congreso o en los congresos locales.
Se dice que regresaremos a un modelo económico como el que había hace 40 años, y que se caracterizaba por una fuerte intervención del Estado y una economía cerrada con escasa competencia.
En pocas cosas habrá tal cambio respecto al pasado como en el nivel de apertura de nuestra economía. Más allá de la presunta búsqueda de autosuficiencia alimentaria o energética, la estructura económica del país tiene un robusto sector exportador, que va a seguir creciendo.
La continuidad del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá va a fortalecer este sector.
Habrá una gran diferencia entre el manejo de las finanzas públicas que hubo en México a partir de 1971. En la época de más desorden, el déficit público alcanzó niveles superiores al 15 por ciento del PIB.
Ahora se ha reiterado el compromiso de alcanzar un superávit primario de 1 punto porcentual del PIB y un déficit total que estará apenas por arriba del 2 por ciento.
No quiere decir lo anterior que López Obrador no tenga nostalgia de aquel mundo del Estado omnipresente y benefactor, de las economías cerradas y del crecimiento elevado sin inflación.
La nostalgia de esos tiempos idos no es sólo suya, sino de millones y millones de personas en México y en otros países.
En esa era, evocada por AMLO, por cierto, la corrupción de la clase política era un hecho generalizado, cotidiano y aceptado socialmente.
López Obrador no es el único que ha pretendido un retorno a tiempos que añora. Diversos regímenes políticos en el mundo han querido y quieren hacerlo.
Sin embargo, la marcha de la historia es asimétrica. Su rueda puede ir hacia delante, pero no en reversa.
Lo que tendremos en los próximos meses y años es un proceso en el que sí habrá rasgos del pasado que van a tratar de traerse al presente, a un presente en el que ya no hay reversa posible.
¿En qué medida ese intento de introducir rasgos del pasado va a conducir a la creación de una economía disfuncional o de una sociedad fracturada, con una mayoría que va a aplastar?
No lo sabemos aún. Y, en una medida importante, va a depender de lo que hagamos como sociedad.
No pueden desaparecer mágicamente décadas de fortalecimiento de la sociedad civil y de construcción institucional.
Tras los primeros dos días del nuevo gobierno, no encuentro razones para pensar en el desastre inminente que algunos anticipan.
Sí, en sacudidas y redefiniciones. Sí, en decisiones que van a costar… pero también en otras que van a favorecer a muchos.
¿No será una oportunidad para reconstruir nuestros paradigmas y reconocer que la narrativa que simplistamente caracterizó AMLO como 'neoliberal', efectivamente fracasó y se requiere pensar en algo diferente?
Yo pienso que sí.