Alguien diría que es como un día sin fútbol. Bueno, ahora que casi todos los días del año hay futbol, porque en los años setenta y ochenta la vida -los millennials no lo entenderían- incluía días, y hasta semanas, sin un partido de soccer. Ni uno, nada, ni siquiera un triste Atlético Español vs. Zacatepec que sirviera para paliar la sequía.
O es algo parecido a lo que experimentamos cuando se cae el WhatsApp o, para el caso, cuando falla Twitter. Sientes que algo te falta, algo mayúsculo, como si hubieras perdido la brújula, esa que nunca tuviste pues ya casi nadie sabe ni lo que es una brújula ni decir dónde diantres está el norte, para eso está el Waze. Pero al tema: no funcionan las redes sociales y te demuda la sensación de que todo mundo se fue a otra parte, y no sólo es que se fueron, sino que sientes que están allá sin ti, que eres el único que se quedó aislado. Y ¡uf!, qué alivio cuando vuelven de donde nunca se fueron. Qué suerte que vuelves a estar solo pero con ellos a mano.
Ahora, en elecciones, ocurre algo parecido con las encuestas. Si amanece y la prensa no nos dio los buenos —o malos— días con una encuesta, aunque sea una chafona o de dudosa reputación, entonces como para qué abandonar la cama. Qué dices al arribar a la oficina: "hola, ¿qué tal de pesado estaba el tráfico?". Noooo, ¿quién quiere hablar de eso? Estamos en elecciones, a mes y medio de la cita en las urnas, y un día sin encuesta sabe a nada, es un día a oscuras, sin tema de charla, sin seguridad interior, sin motivo.
Rápido, revisa de nuevo, qué tal si no viste bien, hurga en tu timeline, aunque ya lo hayas repasado cuatro veces en los últimos 20 minutos, aunque sepas, dentro de tu ansiedad, que si hubiera encuesta B ya te la habría enviado, y D ya la habría comentado, porque como tú, en las gloriosas madrugadas en que sí hay encuesta nueva, Dios no ha amanecido pero tú, ellos y muchos otros ya están inhalando profundo, hasta el fondo, los números del nuevo estudio, cifras tan parecidas a las de semanas atrás, o tan distintas e inverosímiles, pero qué más da, si lo único que importa es vencer la abstinencia, da igual si se confirma lo que temo, o si la tendencia corre de acuerdo con mis deseos. Eso es secundario, lo único importante es el alivio al revisar estas columnas con la ansiedad de quien compra religiosamente el Melate.
Va a ganar zutano, por dos dígitos, perengano es segundo, fijo en ese puesto, sí, pero también sin futuro. Y la lucha por el tercero parece que ya se decidió, mengano dejó de caer y fulanita nunca subió. No no no. Vas a ver el voto oculto. Los indecisos harán de las suyas. Remember el Brexit, Colombia y Trump, nos vemos el 2…
Qué felicidad cuando hay encuesta… ¿Qué qué dijo el candidato? ¿Que qué le respondieron? Que si sube el petróleo por Medio Oriente nos va a afectar, que qué tal que los hackers ya no roban sólo a usuarios de la banca sino a la banca misma. Ay, sabe, no molestes, estamos hablando de que qué tal que juntos apenas si le empatan, que esto ya se coció, que le hacen lo que el viento a...
Y te vienen a la memoria dos párrafos que leíste en una columna en El Mundo la semana pasada. Raúl Del Pozo, en El Ruido de la Calle: "Como anunció Jesús Ibáñez en su negentropía, la encuesta estadística simula una realidad que no es la realidad y al simularla, la convierte en real. Detrás de los elegidos hay poderes fácticos; los electores sólo eligen a los que han sido -preelegidos, bajo presión publicitaria. La encuesta es una metáfora de la elección y contribuye a que los ciudadanos sean cada vez menos libres y se crean cada vez más libres". (…) "Lo ha escrito Jaime de Berenguer. Este profesor de la facultad de Psicología de la UAM dice que ya no se puede entrar a Carballo en el Congreso para quitar Gobiernos o hacer trampas en el recuento de votos. 'Solo queda una opción, utilizar la preverdad; no persuadir, sino pre-suadir a quien va a votar'".
Eso, y la incómoda ansiedad de cuando no hay una nueva encuesta.
Esta columna reaparecerá el lunes. Hasta entonces.