La Feria

Choque institucional

Estamos en la fase álgida del soterrado enfrentamiento que de tiempo atrás se venía cocinando entre Morena y el Poder Judicial.

El presidente Andrés Manuel López Obrador entiende que lo que él entiende es lo que es, y lo que debe ser. Y no entiende lo contrario; es decir, no entiende que alguien no entienda (léase concuerde, siga o acate) lo que él determina a partir de su particular entendimiento.

Así, dado que él entiende que nadie debe ganar más que el presidente de la República, no entiende la resistencia de integrantes del Poder Judicial –por un lado– y de otros burócratas –por otro– a su idea de austeridad salarial.

Y no entiende (o no quiere entender, que para el caso es lo mismo) que una cosa es la resistencia a ganar menos de, entre otros, jueces y magistrados, pero que otra cosa es lo que ocurrió en la Suprema Corte de Justicia de la Nación la semana pasada, cuando se concedieron suspensiones en contra de la aplicación de la llamada ley de austeridad.

De esa forma hemos entrado en la fase álgida del soterrado enfrentamiento que de tiempo atrás se venía cocinando entre Morena –con la sartén por el mango no sólo en el Poder Ejecutivo sino también en el Legislativo– y el Poder Judicial.

Para los de Morena –encabezados por Mario Delgado y Ricardo Monreal, en las llamadas Cámaras baja y alta, respectivamente–, la orden de la Corte de suspender la ley de austeridad es un desacato, un sabotaje creen ellos, en contra de una ley surgida de la voluntad popular expresada en las urnas el 1 de julio. Nunca concederán los vicios de esa nueva legislación o sus contradicciones con la Carta Magna. Esas "minucias", asumen los líderes de Morena en el Congreso de la Unión, se podrían resolver con una fe de erratas. No hay, pues, voluntad de los arietes de AMLO de entender, y menos reconocer, la decisión de la Corte como un procedimiento antes que nada jurídico.

Por eso, la decisión de la Corte de amparar a los quejosos contra la nueva ley –amparo que también pretenden cientos de integrantes (entre ellos jueces y magistrados) del propio Poder Judicial– ha sido contestada vía redes sociales con acusaciones de que la Corte actúa como juez y parte, o con el amago de que digan lo que digan los garantes de la constitucionalidad, los recortes van.

En ese mismo sentido habló el presidente de la República, quien tras la decisión de los ministros ha dicho: "Se equivocaron porque no están entiendo la nueva realidad, no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, y se olvidan de Juárez. Deberían de quitar el retrato del presidente Juárez de la Suprema Corte de Justicia, porque Juárez decía que el funcionario tenía que aprender a vivir en la justa medianía. ¿Entonces, para qué tienen a Juárez ahí?".

"La nueva realidad". Ese es el código de todo lo que va a pasar en las semanas por venir y en el nombre de esa "nueva realidad" Morena emprenderá todo cuanto le parezca necesario para aplicar la visión de López Obrador.

¿Se puede resistir a ese ímpetu poco o nada dialogante, e intransigente?

Esa lucha será desigual. La Corte, pero también otros órganos autónomos, no habían desarrollado estrategias de pugna política en descampado, acostumbrados como estaban a gozar de cierta tranquilidad a cambio, es cierto también, de permitir al Ejecutivo y al Legislativo hacer mucho de lo que querían mientras no les trastocasen demasiado.

Encima, han sido lentos de entendederas con respecto a lo que en efecto pasó el 1 de julio: ni antes pero tampoco después de esa cita electoral han comprendido el hartazgo que se patentizó en 30 millones de votos.

En un país donde los pobres no acceden a la justicia, al Poder Judicial le faltaron reflejos para definir por sí mismos nuevos estándares de condiciones salariales para sus integrantes.

Porque si bien es cierto que la inamovilidad de plaza y la certidumbre salarial forman parte de lo que apuntala un ejercicio libre de presiones de un juez, también es verdad que la realidad cambió, y que en el Poder Judicial pudieron haberse adelantado a desprenderse de condiciones materiales que era obvio que contrastarían con el estilo, populista o no, de un Presidente que viaja en Jetta y se fija el salario en 108 mil pesos.

Hoy tenemos el escenario listo para una lucha desigual. Morena, que cuenta con recursos partidistas además de los que provienen de los múltiples puestos en dos poderes, contra un Poder Judicial sin arraigo en una sociedad que se hartó de verlos siempre demasiado preocupados sólo por ellos mismos. Y algo parecido se puede decir del INE, del INAI, del INEE, del IFT…

Lo que se avecina puede ser desastroso para la democracia mexicana. Pero, insisto, no surge sólo de una pulsión autoritaria de Morena. Este camino también lo abonaron todos esos que adornaban el retrato de Juárez, pero pugnaban por gozar canonjías propias de un imperio que ni Maximiliano. En otras palabras, todos esos que no entendieron que sí hay una nueva realidad, y le dejaron a una sola persona el dictado de la misma.

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