Porque ofrece lo que tanta falta hace: mayor bienestar para millones. Sería un claro golpe de timón con respecto al 'neoliberalismo' que fustiga Andrés Manuel López Obrador.
Sólo hay ciertas dudas. Difícil de cuadrar las cuentas, por ejemplo. La 'pejeconomía' ofrece reducir impuestos, como el IVA en la frontera y el IEPS a la gasolina. De hecho, congelar el precio del combustible por tres años, lo que puede llevar a subsidios. No sería problema si no ofreciera además aumentar en forma explosiva el gasto en subsidios (como las 'becas' para ninis), mayores pensiones para todos y salarios más elevados para prácticamente toda la burocracia, excepto para los más altos, a los que se les reduciría el sueldo. Todo esto al tiempo que ofrece equilibrio fiscal y cero endeudamiento. ¿El dinero? Todo se arregla con la frase "terminar con la corrupción", que no se sustenta dada la dudosa calidad moral de muchos personajes que se han unido a AMLO.
Hay otro problema con la inversión y subsidios para la producción. Sorprende que Obrador considere al campo "la fábrica más importante del país", una visión ya atrasada cuando nació en 1953. El candidato de Morena no habla de tecnología, sino de uso intensivo de mano de obra. La 'pejeconomía' está reñida con la productividad. Un ejemplo es lo de pavimentar carreteras a mano, un desastre intentado por última vez en el sexenio echeverrista. A esto se agrega la obsesión proteccionista de "producir todo lo que consumimos". ¿Qué implicará buscar ese objetivo?
Tampoco la mucha inversión que propone la 'pejeconomía' es eficiente. Un ejemplo es esa "gran refinería" que se ofrece. Proyecto costoso (entre cinco y seis mil millones de dólares), de largo horizonte (quizá no se termine en el sexenio), enmarcado en una empresa que pierde dinero a carretadas (Pemex Refinación), para vender un producto barato o subsidiado. Esto sin contar que el mundo tiene capacidad excesiva de refinación y que el futuro del transporte es eléctrico. Es tirar mucho dinero en un agujero negro de ineficiencia y corrupción en aras de un patrioterismo demagógico.
Otro detalle preocupante de la 'pejeconomía' es la educación, pilar de la productividad y perspectivas futuras. AMLO sería el primer fósil universitario en llegar a la presidencia. Quizá esos años de larga travesía en la licenciatura alimentaron su entusiasmo por abrir las universidades a todos, preparados o no, y su alergia a la meritocracia. Que sea un costoso desastre subsidiar fábricas de títulos y estudiantes igualmente fósiles, como lo es su Universidad Autónoma de la Ciudad de México, al parecer no importa.
El otro lado del espectro educativo es más alarmante, con la oferta obradorista de regresar a la CNTE el poder que tenía: heredar plazas, dar ascensos sin méritos, cobrar sin trabajar (en 'comisión sindical') y, además, manejar a su antojo el presupuesto educativo. Todo a cambio de niños sin educar y profesores bloqueando calles.
Fuera de eso, soy fan de la 'pejeconomía'.