La mística del café proviene desde su origen y hay leyendas que lo evocan. La musulmana cuenta que en el año 1300 un pastor llamado Kaldi perdió de vista a sus ovejas y cuando las encontró estaban comiendo unos frutos rojos. Minutos después lucían muy vigorosas.
Kaldi llevó las bayas a un monje y éste preparó una infusión, pero al beberla, no tuvo ninguna reacción; creyendo que no servían las arrojó al fuego y cuando comenzaron a quemarse despidieron un aroma extraordinario. Tomó la fruta tostada e hizo nuevamente una infusión, que ahora sí le provocó un efecto positivo, que atribuyó a la gracia de Alá. Una versión africana cuenta que los esclavos trajeron a América las semillas del café en sus entrañas. Las comían con un sentido espiritual, de ofrenda a sus dioses.
Esta apasionante historia está disponible de la mano de Armando Villegas, barista del recién inaugurado Museo del Café en Córdoba, Veracruz, una de las paradas de la nueva ruta del Turitour Sierra del Café, que parte todos los viernes de la Ciudad de México: un plan de fin semana que transporta a los viajeros a un destino que evoca la historia, la espiritualidad, la perseverancia y el amor a la tierra.
Se sabe que el café nació en Yemen, donde inició un largo viaje hasta llegar a América en el siglo XVII. Su paso por Líbano, Turquía (donde se crearon las primeras cafeterías), Holanda, Francia, Martinica y Cuba, lo trajo hasta el Cantón de Córdoba, donde el primer cultivo se atribuye a Juan Antonio Gómez de Guevara, en la Hacienda de Guadalupe en 1878.
LEVANTARSE DESPUÉS DE LA TRAGEDIA
El año pasado la plaga de roya acabó con el 70 por ciento de los plantíos de café en Veracruz y esta catástrofe obligó a los productores a buscar formas de recuperarse. El café de autor es una de ellas.
El visitante al Museo tiene la oportunidad de disfrutar tres tipos distintos del aromático, con características únicas que llevan el nombre de sus cafetaleros. Así, el café de especialidad Acayotla (sembrado a mil 110 metros sobre el nivel del mar), Josías Juárez, es un honey de tueste medio claro con gusto a caramelo y bagazo de caña con resabio a melaza. El Filemón Hernández, de Loma Grande (a mil 200 metros de altura), es un lavado con gusto a caña y resabio a caña de azúcar y limón; el Agustín Martínez, de la comunidad de Tinajitas, es un natural sembrado a mil 400 metros sobre el nivel del mar, con gusto frutal avainillado y de cereza, y resabio de manzana verde y nuez.
Resistir es algo que los trabajadores del campo saben hacer. Este fruto también. Y cómo no, si el largo camino de la mata a la taza lo lleva por inciertos rumbos; el solo itinerario hasta convertirse en grano es colosal. El quintal es una medida que equivale a 250 kilogramos de grano de café cereza, que pasa luego por varios procesos, que van mermando la cantidad hasta que, cuando llega al paso final, queda en sólo 38 kilogramos de café tostado. La buena noticia es que la materia que se va retirando se utiliza para preparar diversos productos, desde combustibles hasta composta, artículos de limpieza o bisutería.