Columba Domínguez pidió ser enterrada. "La tierra de uno es la primera madre", dijo en Pueblerina la actriz que fue la viva imagen de ese México rural que tanto retrató el cine de oro mexicano. Su decisión, tan firme como ella misma, fue respetada por sus familiares, quienes la inhumaron la nublada tarde de ayer en el Panteón Mausoleos del Ángel, luego de haber sido velada en la capilla dos de la funeraria Gayosso de Félix Cuevas. Allí se dieron cita unas 30 personas, la mayoría de ellos amigos y familiares. "Se nos hace raro que ningún actor haya venido, pero bueno, ni modo", comentó Bruno Domínguez, sobrino de la artista nacida en Guaymas, Sonora, el 4 de marzo de 1932.
Mientras el cuerpo de Columba salía rumbo al panteón, Néstor Domínguez -el único de los ocho hermanos de la artista que queda con vida- lloraba discreto al ver partir el féretro gris que encapsulaba el cuerpo de su hermana, esa mujer de voz áspera y piel morena, que fue "un símbolo de la mexicanidad ante el mundo", en palabras del cineasta Roberto Fiusco, quien produjo el cortometraje Paloma (2008), donde Columba volvió a ser caracterizada con reboso, guaraches y manos terrosas. Karla Molina, sobrina de la diva, gritó entre los aplausos de los presentes: "¡Eres la mejor, Columba! ¡Como tú no habrá ninguna!".
Ningún actor acudió a la velación ni al panteón. Sólo el Conaculta y el Imcine enviaron arreglos florales, los cuales rodearon el féretro durante la misa del mediodía, que transcurrió con emotivos versos al compás de la guitarra. "Columba te pertenece, señor. Es tu hija amada. Hasta el cielo, hermana Columba, beberemos con la Virgen cuando nos hable el Señor", cantaba un hombre.
En el entierro no hubo congregaciones ni condolencias del gremio. Jorge Sánchez, director del Imcine, fue el único que acudió al velorio. "Seguramente habrá un homenaje, se darán muchas sorpresas, sobre todo en torno a Ramona (2013), el último cortometraje donde participó", dijo el funcionario.
"Era mejor actriz que María Félix o Dolores del Río y tenía una belleza comparable. Su trabajo debería de ser estudiado porque es la transición a otro estilo en el cine mexicano: el naturalismo", consideró vía telefónica el cineasta Julián Hernández, autor del guión de Paloma y quien recuerda con asombro su intervención en el homenaje que recibió durante la entrega de los premios Ariel, el año pasado: "Llegó en silla de ruedas, apenas se podía mover, y cuando le dijeron que entrara, se levantó de la silla y dio su discurso. Fue extraordinario".
El crítico y guionista Rafael Aviña -en cuya cinta Borrar de la memoria, dirigida por Alfredo Gurrola, participó la actriz-, destacó su aplomo al incursionar en el cine de desnudo estético, en los años 50, con los hermanos Calderón. "En Esposas infieles y La virtud desnuda salía desnuda de la cintura para arriba y mostraba, además de arrojo para hacer ese tipo de cosas, la belleza que poseía".
Fuera del set, era también mujer de armas tomar. Recuerda el productor Felipe Marino que una madrugada aceptó cocinarle a su esposo, El Indio Fernández, que había llegado con amigos a la casa. "¿Querías mole, Emilio?", le preguntó. Había matado uno de los gallos de pelea de su marido para preparar el plato. Pero era buena en la cocina.
Hernández recuerda que eran deliciosos los frijoles que le invitaba en su casa, donde había retratos que pintó de su hija Jacaranda, fallecida trágicamente en 1978, y de campesinos o indígenas.
Las cámaras dispararon infinitas veces contra la caja fúnebre que, poco a poco, fue introducida en el nicho y cubierta con una tapa de mármol blanco. Detrás de la tumba del actor Ramón Valdés, Columba Domínguez quedó cerca de su amada tierra, ese elemento fundamental para entender su importancia en el cine nacional.
A las cinco de la tarde, una intensa lluvia caía en el sur de la Ciudad de México. Las nubes, tan grises como el féretro, cubrían el adiós. Un viento despeinó a los presentes. Columba se había despedido.