Miguel de Cervantes Saavedra fue un soldado sin fortuna. Murió en Madrid, arruinado, con el cuerpo cosido a balazos. Fue enterrado en la iglesia de un convento tan pequeña como el portal de una casa.
Nada más se supo de él, hasta que las noticias de una novela fantástica protagonizada por un caballero llamado Don Quijote lo rescataron del olvido. Pero entonces nadie sabía dónde estaba su tumba.
Cuatro siglos después, España se propone hacerle justicia. El equipo que lidera la búsqueda de Miguel de Cervantes (1547-1616), el autor español más universal de la historia, presentó este viernes los detalles del proyecto.
Los trabajos para recuperar sus restos comenzarán el lunes y las conclusiones podrían conocerse a final de año si la aventura concluye con éxito.
"El gran impacto de este proyecto es volver a mirarnos a nosotros mismos, a nuestras grandes figuras del pasado y hablar de ellas con orgullo", aseveró Pedro Corral, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. El coste estimado de toda la operación es de 100 mil euros (unos 138 mil 380 dólares).
La búsqueda contempla tres fases y tendrá lugar en el Convento de las Trinitarias Descalzas, en el conocido barrio de Las Letras del centro histórico de Madrid. Cuando Cervantes se mudó a la capital española en 1606, ya había publicado la novela que habría de cambiar la literatura hispana: "Las aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha".
El libro tuvo cierto eco, pero su verdadera fama era la de azaroso soldado. Cervantes fue herido en el campo de batalla y pasó varios años cautivo en Argel. Ahí fue confinado por unos piratas turcos que abordaron el barco en el que regresaba a España tras participar en la guerra contra el imperio otomano.
La orden Trinitaria pagó el rescate por su liberación. Su familia quedó arruinada. En aquel barrio de calles estrechas, casas pequeñas y tabernas llenas de artistas y vividores donde corría el vino y ya se servían tapas, otros autores del llamado siglo de oro de la literatura española, como Francisco de Quevedo, Lope de Vega y Luis de Góngora, lo ignoraron.
Cervantes vivió como recadero de las Trinitarias en agradecimiento por liberación. Y en su convento recibió sepultura a su muerte a los 69 años, en 1616.
El área de localización es la iglesia anexa al convento, en el que todavía hoy residen monjas de clausura. Cuando el autor falleció, el templo apenas ocupaba el espacio del humilde portal de una casa que las Trinitarias habían comprado. Años después, la capilla se reformó y amplió hasta su forma actual. Todavía modesta, destaca por sus tres retablos barrocos al estilo del siglo XVII.
Según Fernando Prado, el historiador que impulsó la iniciativa con sus investigaciones, sólo cinco personas, incluido Cervantes y un niño, están enterrados en la iglesia. Lo que no se sabe es qué ocurrió con sus restos cuando se acometieron las obras de ampliación.
"Sabemos que está enterrado ahí, eso es 100 por ciento seguro", afirmó Prado. "La historia demuestra que las iglesias nunca tiran los huesos. Se reubican, incluso debajo de tejados y bóvedas si es necesario, pero nadie se ha atrevido a tirarlos a un osario común".
La primera fase consistirá en una radiografía de geo-radar, una herramienta habitual en la prospección no destructiva del subsuelo. El geo-radar es como un ordenador que sujeto sobre un artilugio sobre ruedas, a modo de carrito, va tomando imágenes en altísima resolución. Su lectura localiza huesos, la profundidad de los mismos e incluso los puntos de acceso más adecuados a la hora de excavar.
"Es imposible introducir restos humanos sin alterar el contenido del suelo", dijo Luis Avial, responsable del geo-radar, quien ha trabajado en decenas de búsquedas de fosas comunes de la dictadura franquista. "Vamos a ver claramente que hay un terreno alterado y eso nos va a dar una pauta".
El informe de Avial estará listo en un mes. Después será el turno del reputado antropólogo forense español Francisco Etxeberria, quien participó en la autopsia que confirmó el suicidio del ex presidente chileno Salvador Allende.
Las excavaciones en los lugares señalados por el geo-radar se realizarán con sumo cuidado para no dañar un templo que es patrimonio cultural. Los huesos serán estudiados por Etxeberria y un equipo de antropólogos de varias universidades. El proyecto ha despertado un enorme interés académico.
"Es cierto que han pasado 400 años, pero hemos intervenido en cronologías similares y más antiguas y es frecuente encontrarse restos perfectamente conservados", explicó Etxeberria. "No es muy difícil, no es imposible frente a otros ejemplos".
La identificación forense sería la última y posiblemente más delicada parte del proceso. Los huesos encontrados, por ejemplo, pueden estar mezclados. Los cotejos de ADN también están descartados. Prado señaló que no hay descendientes vivos de Cervantes, aunque sí los hay de su hermano Rodrigo de Cervantes, pero más de 12 generaciones después las trazas de una línea genealógica paralela no son válidas.
Etxeberria extraerá un perfil de ADN a pesar de no poder compararlo. Tomará como referencia los retratos del autor y sus propios relatos, en los que, por ejemplo, reconoció poco antes de morir que sólo le quedaban seis dientes.
Pero las marcas más evidentes serán las heridas que la vida dejó en Cervantes. La más característica de todas es la de su mano izquierda. En 1571, el escritor fue herido en la batalla de Lepanto, que enfrentó a los turcos otomanos y a la llamada Liga Santa, encabezada por España. A bordo del buque La Marquesa, Cervantes recibió tres disparos de fusil arcabuz, dos en el pecho y uno en la mano.
Pasó varios meses hospitalizado en Sicilia, pero logró recuperarse. Aunque la historia lo ha recordado muchas veces como El Manco de Lepanto, la realidad es que los médicos no llegaron a amputarle. Sin embargo, sí perdió completamente la movilidad.
"Algún tipo de señal siempre queda. Las heridas del pecho y esa mano seca, paralizada y atrofiada durante tanto tiempo", dijo Etxeberria. "Si encontramos un hueso así, podremos empezar a soñar que es él".
El ayuntamiento no ha calculado el impacto económico que tendría para la ciudad de Madrid encontrar a Cervantes. En 2015 se cumplirán 400 años de la publicación de la segunda parte del Quijote y, en 2016, el cuarto centenario de su fallecimiento.
Nadie hasta ahora había puesto en marcha un proyecto así para Cervantes. Una empresa similar en 2009 fracasó en el intento de recuperar los restos de Federico García Lorca, fusilado en 1936 y enterrado a la intemperie en una fosa al comienzo de la guerra civil española.
Según Prado, este caso es diferente porque se sabe que Cervantes nunca salió de esa iglesia. En su opinión, hacían falta ganas, voluntad y sobre todo una tecnología que no se tenía antes. Lo que el historiador tiene claro es que, si finalmente se encuentran sus huesos, el autor debe seguir enterrado en el mismo convento.
"Violar la voluntad de don Miguel (de Cervantes) no lo aceptaría", dijo. "Tendría que volver a ser enterrado ahí, pero con una placa que recuerde su nombre y quién es".