After Office

En el Estadio Azteca los fans se rinden ante Roberto Gómez Bolaños

El inmueble fue mucho escenario para la despedida de uno de los grandes iconos de la televisión latinoamericana durante cuatro décadas. Todo terminó en un hasta luego en el que, según Televisa, participaron más de 40 mil fanáticos.

Quisieron montar el espectáculo fúnebre más abrumador para un actor mexicano. Sin embargo, la parafernalia y la excesiva difusión no fueron suficientes para que el adiós de Roberto Gómez Bolaños llenara el Estadio Azteca. Todo terminó en un hasta luego en el que, según Televisa, participaron más de 40 mil fanáticos quienes acompañaron en su dolor a Florinda Meza, su viuda.

Desde las ocho de la mañana miles de habitantes de la vecindad de El Chavo llegaron a hacer fila para entrar en el Coloso de Santa Úrsula, siguiendo el lenguaje de la televisora. La lista parecía no corresponder con la popularidad del cómico. Según la revista Forbes, más de 90 millones de personas en América veían cada programa transmitido o retransmitido.

"Es el símbolo de la comedia mexicana, eso, eso, eso", bromea Roberto, de 38 años, disfrazado de un robusto Chapulín Colorado. "Ahí les echo aguas y yo como digo una cosa digo otra; tengo razón o no, pero todos mis movimientos están fríamente calculados; lo sospeché desde un principio. ¡Que no panda el cúnico!".

Pero el cúnico le pandió a Televisa. A pesar de las más de 24 horas de transmisión dedicadas a su cómico más importante en tres días, el inmueble no se llenó ni en su parte más baja. Pareciera que la sociedad mexicana se encuentra en otro canal, y no precisamente en el de Las Estrellas.

"Yo no estoy para esas payasadas", respondió una señora a quien le habían ofrecido boletos gratis para ingresar a las tribunas. Los mercaderes comenzaron a desesperarse al ver que no vendían lo que esperaban y bajaron los precios de sus productos. La campaña de la tele pidió a los dolientes que fueran con una flor a la ceremonia.

Inicialmente las rosas fueron vendidas en 10 pesos. Poco antes de las 11:00 horas su valor se había desplomado en un 50 por ciento. "Está muy apática la gente, porque para un evento dedicado a Chespirito, con su personalidad, era para que hubiéramos terminado de vender todo", dice don Jorge, mientras mostraba las gorras, chipotes chillones, antenitas, playeras y muñecos que no había podido vender.

Había memorabilia para todos los bolsillos: maquillaje en cinco pesos, antenitas de vinil a 10, muñecos a 50, playeras a 100 y chipotes de 20 a 35, según el tamaño. "Vengo con mi madre y mis dos hijas uniformadas", dice Claudia, mientras presume la vestimenta de las cuatro: antenitas de vinil y playera roja con una CH en frente y atrás "gracias Chespirito". En total gastó 440 pesos, sin importar que el resto de la semana se apretara el cinturón o terminara comiendo tortas de jamón, igual que el huérfano del barril.

Los asistentes a la última reunión de la vecindad estaban tranquilos, conmovidos, de repente fueron motivados a las porras. Cantaban, entonces: "que bonita vecindad, es la vecindad de El Chavo", pero, después de estar más de dos horas de pie, comenzaron a chiflar para que los dejaran entrar.

"Creo que fuera de México el impacto es más fuerte, en mi país está al máximo, nadie es profeta en su tierra", dice Lizet, de Venezuela.
Periodistas de varios países llegaron para estar en la ceremonia, como el reportero Bruno Tálamo del canal de televisión brasileño Rede Tv!.
"El Chavo, Chaves en Brasil, es un dios, lo queremos, lo amamos, estamos muy tristes. El lunes van a inaugurar una exposición dedicada al Chavo y realizarán muchos homenajes", exclamó.

No todos los que estaban afuera del estadio veían con alegría el homenaje, pensaban que era excesivo el espectáculo. "Por eso estamos como estamos", dice el taxista Jorge Mora. "Siempre que alguien se muere dicen que era lo máximo, muy buena gente. A mí me gustan sus programas, pero lo malo que hizo no me gustó. Si ya estaba enfermo, hubiera llamado a La Chilindrina y a Kiko y les hubiera dado su personaje para que lo comercializaran, pero no lo hizo".

A las 11 de la mañana, la gente por fin ingresó al Azteca, lugar en el que Gómez Bolaños, americanista de corazón, filmó El Chanfle. Mientras la gente esperaba sentada en la tribuna, los restos de Chespirito fueron colocados en un vehículo de color rojo y amarillo con una caja de cristal para protegerlo y exhibirlo durante el recorrido de Televisa San Ángel al Azteca. Conforme avanzaba el convoy sobre el Periférico, decenas de personas se apostaron a lo largo del camino y puentes peatonales para aplaudirle. Los automovilistas que iban en sentido contrario detenían su marcha y prendían las intermitentes, para ver pasar la procesión.

"¡Se ve, se siente El Chavo está presente!", se escuchó al unísono cuando entró en la arena. El número seguidores fue disminuyendo con el paso del tiempo. Los restos del actor arribaron a las 13:40 horas a la cancha del Azteca.Entonces la gente todavía tenía energía para recibirlo con el futbolero ¡Oé, oé, Chavoooo, chavoooo!, pero una vez que el sonido local anunció que la misa de cuerpo presente se llevaría a cabo hasta las 15:00 horas, el gozo desapareció. Quedaron en el escenario menos de 10 mil devotos.

Para ellos las flores fueron gratuitas, pero debieron atender las instrucciones del jefe de piso para depositarlas en dos hileras según el guión de los productores. El ánimo se enfrió, ni los más devotos católicos tuvieron la paciencia para aguantar los 50 minutos de la misa que ofició monseñor Diego Monroy. En un parpadeo la grada se vació. El desenlace fue triste, no por el mariachi que entonó Las Golondrinas, tampoco por las decenas de niños actores disfrazados de El Chapulín Colorado y El Chavo del Ocho; fue triste porque el vacío no llenaba la pantalla .

Florinda Meza recibió una paloma blanca, caminó más de 50 metros y cuando se le atravesó un camarógrafo estuvo a punto de golpearlo. Lanzó el ave que en lugar de emprender el vuelo se unió a sus compañeras que comían pasto. Se marchó enfurecida, ya sin llanto. La escasa concurrencia entendió el gesto y abandonó silenciosamente el recinto después de que el féretro diera una desangelada vuelta olímpica a la cancha del América.

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