Ha trabajado en el cine durante más de cuatro sexenios. Desde que filmó su ópera prima, La mujer de Benjamín, en 1991, y ganó la Palma de Oro en Cannes y el Ariel por su cortometraje de animación El héroe, en 1994, Carlos Carrera ha filmado narraciones que tienen que ver con este país.
Más que haber retratado al priismo tradicional o la transición en el gobierno,lo he padecido
"Trato de contar historias complejas, ricas, con varias facetas", dice el también director de cintas como Sin remitente, Un embrujo, El crimen del padre Amaro y El traspatio.
Carrera recuerda que poco después de iniciar el rodaje de El crimen del padre Amaro, Vicente Leñero le hacía una broma cruel: "Cuando se destaparon los casos de Marcial Maciel, me decía: 'en vez de Amalita, debió haber sido Amalito'. Pero ya era demasiado tarde y habíamos empezado a filmar", cuenta sobre el fallecido escritor, autor del guión del filme basado en una novela de Eca de Queiros, escrita en 1875.
"La censura era directa. El corte final se hacía en Gobernación antes del estreno. El último intento de censura del priismo fue con La ley de Herodes, de Luis Estrada, lo que al final resultó en una gran campaña publicitaria para la película", recuerda.
A dos años de la transición política en el país, Carrera estrenó El crimen del padre Amaro, en 2002. "Estaba la simulación panista de que había mayor apertura, pero la presión de grupos conservadores por prohibir la película fue muy fuerte; incluso trataron de hacer cortes en Gobernación, pero por contrato era imposible. El crimen del padre Amaro es simplemente una historia de amor. Sólo que un amor imposible entre una joven y un sacerdote", apunta.
Las formas para apoyar un proyecto, lo discrecional que era al principio de mi carrera, fue cambiando gracias a la presión de los cineastas. Fue un intento, al menos, de que el proceso fuera más democrático e incluyente”.
Entrevistado durante el XV Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), donde estrenó su película de animación Ana y Bruno para la clausura, Carrera reflexiona sobre las condiciones del cine en años recientes.
"En el sexenio de Calderón hubo intentos de censura no desde Gobernación, sino de lo que era en ese entonces Conaculta. Cuando era presidente de la Academia, me mandaron llamar para regañarme y me dijeron que ya nunca iba a poder filmar en México por una carta que publicamos donde manifestamos nuestro desacuerdo en que se dieran fondos a las películas sin pasar por todos los procesos. Hoy la censura proviene de los productores. Si no es un proyecto con ciertas características, no se apoya. Y no es que estén mal las comedias románticas, pero sí que sea lo único que se vea".
Ante la incertidumbre de los tiempos actuales, el realizador vislumbra un panorama poco alentador para la cultura.
"Este año, el presupuesto del CCC se redujo a la mitad. Ahora con el pretexto y la necesidad por los daños del terremoto, menos habrá presupuesto. Pero sigue habiendo dinero para publicidad oficial, para campañas, sólo hay recortes para la cultura. Sí existe una preocupación por apoyar a los creadores, pero la cultura no es eso solamente; hay que hacer que esa cultura viva y sea importante para toda la sociedad. De nada sirve que se apoyen películas si no son vistas".
En la filmografía de Carrera hay historias de temas reales como las muertas de Juárez o retratos íntimos de la Ciudad de México, como el cortometraje que filmó para la cinta La habitación, actualmente en cartelera. Su más reciente título, Ana y Bruno, dirigido al público infantil, es su primer estreno en más de siete años, y en él aborda temas como la muerte y la locura.
Su cine ha mostrado las aristas espinosas de México, dice, pero nunca como ahora ve con preocupación el panorama político y social del país.
"Es un momento complicado. Estamos a punto de una posibilidad de cambio que quién sabe hacia dónde irá, o el riesgo de otra vez caer en el estancamiento", dice sobre las elecciones del año entrante.
Este país tan rico tiene todavía problemas fundamentales que lo hacen estar lejos de la civilización; un país con leyes que son letra muerta, donde la justicia no existe, está en un problema tremendo