En bodas, aniversarios, cumpleaños, pedidas de mano o en festividades, el diamante ha sido un elemento emblemático, tanto por su tamaño y color, como por los anillos, collares o relojes de oro o platino en los que viene montado.
De acuerdo con integrantes de la casa joyera Bizzarro, lo que está ahorita en boga son los anillos de oro blanco junto con los de color rosa.
Esta piedra preciosa es una de las de mayor costo, según sus diferentes características. La primera es que nace directamente del subsuelo, es decir, no es sintética como la zirconia cúbica.
Desde "hace tres mil millones de años, los diamantes, se producen a una profundidad mayor a 160 kilómetros, en donde gracias a las temperaturas altas y la presión extrema se empieza a aglutinar, cristalizar y fundir, por lo que la materia se destruye y sólo queda el carbono en su forma más pura", explica el especialista Aarón Navarro. Posteriormente, éstas son expulsadas por la actividad volcánica.
Clasificadas en dos dependiendo del mayor nivel de reflección y refacción de luz, las primeras que son las mejores tienen desarrollados estos elementos se usan para la joyería, mientras que los segundos son utilizados para herramientas de corte, pues "la única manera de cortar un diamante es con otro diamante".
Al tener la gema, el siguiente paso es darle forma, conocido como corte, el único factor en el que el ser humano puede controlar este material, dándole simetría, acabado y pulido, lo que también determina su valor económico.
La imaginación, la creatividad y las experiencias personales son fundamentales para los siete diseños de cortes que existen: brillante (circular), oval (ovalado), marquesa (un poco más alargado que el anterior), pera (en forma de lágrima), princesa (cuadrado), esmeralda (rectangular) y corazón. Este último, afirma Navarro, es el más nuevo y raro pues genera mucha merma que crea diferentes figuras a la original.
El cuerpo del diamante se divide en cuatro: la mesa o meseta, que es la parte superior; la corona, la cual es la pequeña caída con ángulos de entre 30, 45 y 60 grados; la cintura, que es el perímetro que define a la joya; y la colete, la unión de todas las caras del objeto en un pico.
El quilataje corresponde al peso y tamaño de la gema; sin embargo, la densidad logra que las piedras puedan pesar lo mismo, pero no tengan el mismo tamaño.
Por ello, para evitar caer en ambigüedades con otros valores de medición (kilogramos y centímetros), se han fraccionados en unidades llamados puntos, de manera que un quilate es igual a 100 puntos.
El color es otro atributo físico de la joya, pues su decoloración se clasifica en un rango de la letra D a la Z, es decir, de blanco excepcional, el cual le da mucho valor, hasta un matiz achampañado amarillo, con tonalidades un poco cafés. Sin embargo, ha habido casos en donde tienen colores como rojos, por lo que su rareza le da un precio mayor a los transparentes.
Por último, la pureza también influye sobre el valor del diamante. Cuando se forma en el subsuelo hay restos de materiales que también se aglutinan y soportan las temperaturas extremas, los cuales se quedan impregnados y evitan que tenga un brillo total.
A simple vista es difícil detectar estas imperfecciones, sólo con algunos métodos se puede confirmar la impureza, entre ellos está la utilización de Rayos X, los cuales rebotan en las manchas.
Aun con todos estos puntos que incrementan el precio del diamante, "el valor más importante será el sentimiento que se encuentre internado en él", destaca Aarón Navarro.