Hace millones de años, el manto burbujeante de la Tierra dio origen a nueve pequeñas islas en la mitad del Atlántico Norte. Hoy, las Azores -ubicadas a unos mil 600 kilómetros de Europa continental- son un reino tranquilo de pintoresco encanto ibérico, deslumbrantes verdes asomados entre las vides y formado por una dramática historia de episodios volcánicos.
Como Islandia, ofrecen maravillosos paisajes, una evidencia tangible de que no se está en Estados Unidos (sino en Portugal) y una cómoda localidad de escala turística cuando se está camino a Europa. Mientras que su primo del norte acapara las noticias por sus logros turísticos récord -son numerosos los informes de que el país tendrá más turistas estadounidenses que residentes locales para 2017-, las Azores siguen notoriamente por debajo del radar.
LAS COSAS ESTÁN POR CAMBIAR
Siguiendo el ejemplo de la estrategia transatlántica de IcelandAir, la recién rebautizada Azores Airlines (llamada originalmente SATA) aumentará las conexiones con las principales ciudades europeas en 2017. En teoría, los convenientes pasajes aéreos del operador deberían impulsar el interés en una escala turística en las Azores. El plan es operar 972 vuelos en total el próximo año (un aumento de 46 por ciento respecto a 2016) conectando a pasajeros estadounidenses de Boston, Oakland y Providence (Rhode Island) con destinos como Lisboa, Oporto, Barcelona, Praia (Cabo Verde), Londres y Fráncfort. La nueva ruta de Boston a Barcelona, por ejemplo, partirá de 549 dólares, impuestos incluidos.
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Mientras Islandia sigue camino de convertirse en claro ejemplo de turismo que crece sin control, las Azores esperan encontrar el punto óptimo que impulse la infraestructura sin dañar los tesoros tangibles e intangibles que hacen que el archipiélago sea tan peculiar.
ESPACIOS QUE RECORRER
Las nueve islas de las Azores se dividen entre las del este, las del centro y las del oeste. La de São Miguel, en la zona este, es la más poblada y también la más accesible. Hay transbordadores públicos que llevan a los turistas de una isla a otra. Hay que darse tiempo para explorar otras islas. Una semana es el tiempo ideal.
¿QUÉ HACER?
En la isla de São Miguel se puede comenzar por Sete Cidades, conocida como una de las siete maravillas de Portugal, y luego visitar las dos cautivantes lagunas -una azul y otra esmeralda- que se unen en un cráter.
El bullicio en Ponta Delgada, el principal municipio de la isla, se contradice con su pequeña población de poco más de 70 mil habitantes. El área colonial del centro, que tiene un extraordinario estilo arquitectónico religioso esculpido en piedra volcánica porosa, se disfruta más en la noche con sus vibrantes muestras de arte callejero.
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EN LAS OTRAS ISLAS
Si sólo se puede visitar uno de los islotes hay que priorizar Pico. Constituye un fuerte contrapunto con São Miguel, con cerca de un décimo de su población y un enorme pico volcánico cuya sombra se mueve por el paisaje como un reloj de sol.
Subir a la cima de Pico sigue siendo la experiencia más emblemática de la isla -una caminata de seis horas de ida y vuelta-, pero hay otras actividades que hacen que valga la pena visitarlo.
En el siglo XIX, Pico fue uno de los mayores productores de vino de Europa. Si bien la plaga de 1850 casi aniquiló la industria, ahora repunta. La isla ha mantenido una cultura de bodegas, donde los visitantes pueden detenerse a probar y comprar bebidas.