Entre la depresión y los estragos en su salud a causa del alcoholismo, no tenía ánimo de seguir cantando. Pero unos días antes de morir se dejó convencer por su hija y accedió a encontrarse con un empresario que quería contratarla.
Un pasajero del autobús en el que se dirigían a la cita comenzó a silbar una tonada y pronto se le unieron prácticamente todos los presentes. Cuando la niña escuchó que se trataba de una canción de su madre, volteó a verla para compartir con ella el momento. Pero Lucha estaba dormida.
Ese hecho es una metáfora de su vida, asegura la actriz Daniela Schmidt, quien interpreta a la cantante, creadora de la canción bravía o ranchera mexicana, en la obra La Tequilera, que se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón.
"No se dio cuenta del amor y la veneración que le tenía el mundo", advierte Schmidt.
No podía. Entre las carencias que tuvo en su vida, el amor fue la principal. "Si viéramos su vida como una escalera, cada escalón que pisaba era una pérdida", dice la dramaturga Ximena Escalante, quien además de la versión teatral del libro Me llaman la tequilera, de Alma Velasco, escribió una serie biográfica para la televisión sobre Lucha Reyes.
Se llamaba María de la Luz, pero en escena usaba otros nombres, como Lucero, o Lucha, el que la inmortalizó. Reyes no era su apellido, lo tomó del segundo esposo de su madre, Victoria Aceves.
María de la Luz Flores Aceves fue hija de padre desconocido. Por eso, afirma la escritora, la relación entre ella y su madre fue distante y hasta violenta. "Era alcohólica, vivía en la calle y nunca tuvo un gesto de cariño hacia su hija".
Cuando Lucha ya era famosa, Victoria acostumbraba llegar de improviso a su casa con una maleta vacía para robarle. La llenaba con todo tipo de objetos. Así lo hizo hasta el final. Fue ella quien la encontró inconsciente el 24 de junio de 1944: Lucha había ingerido una mezcla de barbitúricos y alcohol que acabaron con su vida la madrugada del 25. Aquella tarde, antes de que el auxilio llegara, le quitó los zapatos y los echó en su maleta.
Lucha creció en la pobreza extrema. En tiempos de la Revolución viajó con su madre de Guadalajara a la Ciudad de México. Tenía 4 años y llevaba poco más de un año sin hablar.
Fue la primera vez que se quedó muda. A los 19 años le sucedió de nuevo en Berlín. El empresario que la llevó a una gira la abandonó porque el show fue un fracaso. Sin dinero, no podía comprarse un abrigo para soportar el frío y una infección en vías respiratorias la dejó afónica. Pasó dos años en Alemania, hasta que se contrató en un barco para regresar a México. Y fue gracias a la enfermedad, que lastimó para siempre sus cuerdas, que adquirió su sello e impuso una nueva forma de interpretar la canción mexicana: con la voz resquebrajada.
EL ARQUETIPO DE LA ROCKSTAR
Muy temprano, Lucha aprendió a defenderse sola. Poco después de su llegada a la capital, quedó al cuidado de sus tíos. Él, violinista, al ver que la niña no daba una en la escuela la puso a cantar. Y ella descubrió una forma de ganarse la vida. No terminó el segundo de primaria, pero a los 13 años ya se presentaba en teatros y cobraba por sus actuaciones.
Nació entonces lo que Ximena Escalante describe como "el arquetipo de la rockstar", a la manera de Janis Joplin, Edith Piaf o Bessie Smith -a quien Lucha admiraba-. Mujeres talentosas y también trágicas.
"Fue una cantante innovadora que se apropió de un estilo reservado para los hombres", dice Schmidt. "Retaba al público: se paraba en las mesas, le hablaba de tú a los hombres y hacía suyas esas canciones que genéricamente eran del hombre a la mujer, y las cantaba de la mujer al hombre".
Esas actitudes de "feminista involuntaria", afirma Schmidt, marcaron un nuevo camino para las cantantes y las mujeres en general.
Pero también, dice Escalante, fue envidiada por las mujeres de su época e incomprendida por los hombres (tuvo cuatro maridos).
BAUTIZADA CON TEQUILA
Aunque era invitada a las fiestas organizadas por Frida Kahlo o Agustín Lara, no tuvo amigos. Su único embarazo lo perdió porque se cayó de las escaleras; la borrachera le jugó una mala pasada. Tiempo después, aceptó la oferta de una mujer que trabajaba en el teatro donde Lucha se presentaba y le compró a su hija, una niña a la que no supo cuidar. La pequeña vivió prácticamente abandonada, igual que los 34 perros que Lucha tenía en la azotea de su casa.
El alcohol fue su único compañero. La autora de su biografía describe a la cantante como "despoblada por dentro". Así de profunda era su soledad. Y sin embargo, además de la canción bravía, incluyó en su repertorio la picaresca.
"Me llaman la tequilera como si fuera de pila/ porque a mí me bautizaron con un trago de tequila" es la estrofa más famosa del repertorio de Lucha Reyes. Y la canción de su vida.
"Tiene alrededor de 85 canciones grabadas, pero debe haber cantado 4 mil; en la XEW estrenaban diario y muchas de esas canciones eran pícaras. Era el mismo ambiente del alcohol lo que lo propiciaba; ella iba a todas las fiestas y claro que se divertía, se enamoraba y andaba con quien quería", dice Velasco.
Esa voluntad es un ejemplo de vida, concluye Daniela Schmidt. "En un mundo de hombres, ella se plantó para aclarar: 'a mí nadie me va a decir cómo voy a vivir mi vida, nadie me va a venir a pegar, a guardar en una casa, nadie me va a impedir crecer y ser quien yo quiero ser'. Ella tomó el control de su vida hasta el final".
A 73 años de su muerte, la tumba de Lucha Reyes en el panteón de Dolores aún recibe visitantes cada 25 de junio.