Estrella del cine popular durante casi 20 años, en la carrera de Rafael Inclán no todo ha sido carpa y películas de ficheras. También ha cultivado el teatro clásico. Una faceta menos conocida a la que se acercó por primera vez en un montaje de El avaro, de Molière. Su interpretación de Harpagon le valió el premio a Mejor Actor de la Agrupación de Periodistas Teatrales durante dos años consecutivos.
Estrenó la obra en 1989 y en 2007 la repuso. "Ya había tenido contacto con el teatro clásico español; en todas las carpas que hacían comedia, los éxitos eran el teatro argentino y el español. Cuando caí en El avaro de Molière, le dije a don José Solé, el director: 'yo esto lo veo demasiado serio'. Me dijo: 'estás equivocado, Molière era un satírico, es comedia, pero de ese siglo'. Me puse a estudiar y acabé inclusive metiendo morcillas del siglo XVI", cuenta en entrevista.
Aquellas temporadas no fueron precisamente un éxito comercial, aunque marcaron un hito en su carrera. "Me di cuenta que podía abrir mi espectro, no encerrarme. Y me siguen diciendo 'el de las ficheras', pero los que me dicen eso no fueron a verme en Molière, ni la temporada que hice con López Tarso en la UNAM de La tempestad (de Shakespeare)", confiesa frente al espejo de su camerino del Teatro Jorge Negrete, antes de la primera función dominical de Made in México. Otra historia de amor, en la que comparte escena con Juan Ferrara, Azela Robinson y Socorro Bonilla. Mientras espera el estreno de una cinta con La India María y la película Familia Gang, alterna el teatro con la telenovela Mi corazón es tuyo.
___¿Qué descubrió con El avaro?
___Que tenía facilidad para manejar otros géneros, siempre y cuando esté bien dirigido. Decía el maestro Héctor Azar, "no hay mal teatro ni buen teatro, hay teatro mal hecho y bien hecho, el género que sea". Y cuando caí en el teatro comercial, Las golfas, Las ficheras, No me las des llorando, todos esos títulos, se abrió un área de ingresos que luego se extendió al cine.
___Aunque ha hecho otras películas...
___Yo creo que todos los actores pueden hacerlo, pero hay que dar el paso, arriesgarse. De repente Ripstein me dice: "aquí hay una tercera parte, no creo que la haga usted, que encabeza películas" y le dije: "cómo no señor, es de las partes más chicas de la actuación, antes de los extras y de los beats de acción". Acepté y he hecho tres películas con Ripstein (El evangelio de las Maravillas, El coronel no tiene quien le escriba y La perdición de los hombres). Hice Nicotina, por la que me dieron un Ariel; acabo de hacer una con La India María que se estrena en septiembre, en la que hago un emperador, hablado todo en náhuatl. Siempre tiene uno que buscar que quede algo más que dos albures y un chiste.
___¿Cuál cree que está siendo su aportación a la cultura en México?
___Yo creo que lo que hago son las funciones, cualquier actor, cualquier torero, cualquier boxeador, cualquier gente del espectáculo lo que sale es a agradar. Yo salgo a agradar con mi personaje, con los momentos dramáticos, con los groseros, con los simpáticos; es mi obligación y mi placer, además.
___¿Es verdad que usted nació en Yucatán porque sus padres estaban de gira?
___Sí, mi padre se llamó Alfonso Jiménez, tenía de nombre artístico El kilómetro, y mi mamá, Gloria Alicia Inclán, con su hermana, Elena, eran Las cuatas Inclán, y cantaban. Ellos iban en una gira de un hombre que se llamó El Fakir Harry, que fue una leyenda en los 40 (un actor y doble que, entre otras excentricidades, se crucificó para protestar por la guerra). Este hombre armó un espectáculo y se fueron de gira, y mi papá y mi mamá se casaron en Tuxpan. Las giras eran tan largas, que de Tuxpan a Mérida, nací yo. Mi papá dejó la carrera, puso una carnicería en Guadalajara. Mi mamá murió casi en el escenario, estaba haciendo una temporada de la obra Escarabajos de Hugo Argüelles y ya estaba ensayando Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, de Sabina Berman, cuando le dio un infarto masivo y se fue.
___Con ese historial no había de otra que ser artista, ¿no?
___Pues mi hermano Alfonso nunca se dedicó a esto, mi hermana Gabriela es escritora. Esto lo vi de nacimiento, pero no me gustaba porque veía lo difícil que era. Las giras de La Legua nos separaban mucho tiempo. Afortunadamente mi tío abuelo, uno de los mejores villanos del cine mexicano de aquella época, Miguel Inclán, como era el que más trabajaba, tenía una casa donde nos quedábamos o íbamos por lo menos a comer, entonces nos criamos en el seno de los Inclán.
___¿Qué tipo de montajes hacía con Luis G. Basurto?
___Él traía de todos los géneros. Tenía una carpa tan elegante, que le llamaba "teatro rodante". En la primera función se hacía comedia ligera, en la noche drama y, para cerrar, el fin de fiesta: cantábamos, bailábamos, hacíamos sketches. Esa compañía fue mi academia.
___¿Cómo llegó a la televisión?
___Entré a Televicentro porque Alfonso Zayas, que es mi primo, entró. Su papá era delegado de la ANDA y aparte era patiño de cómicos en los teatros de revista y metió a Zayas chico de jala cables. Yo iba a verlo y hacía algunas extreadas, pero no me dedicaba de lleno, tenía reticencias y no mucha preparación. Empecé en una gira del Chato Padilla, un actorazo, papá del Chóforo, que se casó con una tía mía, con una Inclán. Ahí también iba Zayas, que era electricista, yo era taquillero; iban mi mamá y mi tía, como cantantes.
Luego hice la gira con Basurto y después nada fijo. Un día me lo encontré en una obra donde estaba mi mamá, le dije: "usted me engañó, me dijo que yo funcionaba, que tengo ángel, peso escénico, pero hace tres años que no encuentro nada". Y me llamó para una obra que él iba a dirigir, Las golfas, un madrazazo de comedia. Duramos tres años, había dos compañías, una de gira. Después la hicieron película, pero estuve horrible, porque lo hice en ritmo teatral. Entonces dije: no, lo mío no es el cine. Todavía hice una con Jorge Ortiz de Pinedo, Los Juniors, pero igual, no me gustó; y otra vez al teatro, al cabaret, a donde nos daban chamba, hasta que caí en las satanizadas ficheras, ¡benditas sean! porque aquí estoy.
Y me siguen diciendo 'el de las ficheras', pero los que me dicen eso no fueron a verme en Molière, ni con López Tarso en Shakespeare