En 1972, las señoritas vieron en Juan Gabriel al novio imposible. Al encender la televisión se encontraban con un hombre sensible, guapo y famoso. La homosexualidad era un tema tabú durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz. Las madres, espantadas, les increpaban a sus hijas: ¿cómo puede gustarte ese tipo? Pero al rato ellas también tarareaban las canciones de El Divo. Y sus esposos. Y los amigos de éstos.
Carlos Monsiváis fue quien inmortalizó esta típica escena de la clase media mexicana en su libro Escenas de pudor y liviandad (1981), que viene a bien recordar mientras muchos se hacen la misma pregunta: ¿cómo pudo prosperar un jovencito pobre y amanerado de Ciudad Juárez en un país machista y homófobo?
La respuesta se halla, quizás, en el universo femenino que lo rodeó durante toda su vida, desde Lola Beltrán hasta Natalia Lafourcade; desde su madre, Victoria, hasta su inseparable amiga Ana Gabriel. Cada una jugó un papel fundamental en la construcción de su mito. Porque a diferencia de otros artistas gay, Juan Gabriel tuvo sus propias musas. Fueron ellas quienes, a decir de los expertos consultados, le ayudaron a edificar una figura artística que conquistó por igual a hombres y mujeres.
"Si David Bowie y Prince fueron dos personajes que colocaron la androginia en el mapa anglosajón, Juan Gabriel hizo lo propio con los hablantes del español", asegura el periodista Alan Luna. Porque los contoneos del artista encantaban incluso a los señores más machos y conservadores. "Fue el homosexual más reconocido y amado de México", dice el periodista Gustavo Adolfo Infante.
EL EDIPO ESCÉNICO
Sin el apoyo de su familia y con muy poco dinero, el cantante llegó a la Ciudad de México en los años 70. Semanas después de su arribo fue encerrado en la prisión de Lecumberri acusado de intento de robo. Y fue ahí donde, de manera sorprendente, se le acercó su primera figura femenina protectora. Esa mujer era Queta Jiménez, La prieta linda, la gran cantante de rancheras. Desde entonces, Juan Gabriel encontró una figura materna en artistas como Lola Beltrán, Lucha Villa y María Félix, a quienes admiraba desde que era un adolescente. Más tarde, ese lugar lo ocuparía Rocío Dúrcal.
"Él fue quien la invitó a cantar rancheras, cuando ésta estaba prácticamente olvidada", señala Gustavo Adolfo Infante.
Además, dice, el cantante siempre externó una especial admiración por la figura femenina, empezando por la de Victoria, quien lo rechazaba por sus preferencias sexuales y lo envió a un internado en Ciudad Juárez. Pese a los malos tratos, el compositor pidió ser enterrado junto a ella en su natal Parácuaro, en Michoacán.
"Él promovió la imagen idealizada de la madre", sostiene el escritor Armando Ramírez. Y aunque en efecto muchas de sus canciones hablan de madres sufridas, abnegadas e incondicionales, el compositor vivió momentos muy oscuros con la suya, a quien le dedicó Hasta que te conocí.
LA DUPLA ESENCIAL
La figura del ídolo no podría entenderse sin las dos grandes mujeres que lo encumbraron como tal: Lola Beltrán y Lucha Villa. "Fueron sus musas inspiradoras", dice el conductor de En compañía de.
Durante sus primeros años en la capital, El Divo de Juárez fue orientado y apoyado económicamente por Lucha Villa, con quien tejió una relación que se parecía más a la de una madre con un hijo. Y ni qué decir de Lola Beltrán, quien lo llevó a RCA a grabar su primer disco. Fue justamente en este periodo cuando Alberto Aguilera Valadez se enfundó en el nombre artístico de Juan Gabriel.
"Una de las grandes colaboraciones en la historia de la música popular mexicana fue la que hicieron Lucha Villa y Juan Gabriel. Canciones como Ya no me Interesas le dieron un lugar de respeto y autoridad a la mujer. De alguna manera se empoderó la figura femenina. Sus letras siempre trataron a las mujeres con mucho respeto y les otorgan un poder especial que en otras manifestaciones de la cultura popular mexicana es imposible de apreciar", afirma el periodista Guillermo Osorno.
En ese sentido, dice, El Divo contribuyó a fomentar la equidad de género en una nación eminentemente machista, aunque asegura que el cantante nunca fue un activista, sino un artista políticamente conservador. El máximo esplendor de su carrera lo alcanzó durante los sexenios del PRI, e incluso cantó por primera vez en Bellas Artes a petición del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Verónica Castro fue otra de sus musas. Aunque nunca fue su amiga, lo ayudó a colocarse mediáticamente luego de el programa Mala Noche No, en el que Juanga cantó, bailó y reveló sus intimidades durante ocho horas, en una de las emisiones más largas y memorables de la televisión mexicana.
Ya en sus últimos años de vida, estableció una fuerte amistad con Natalia Lafourcade y Julieta Venegas, hijas musicales que han abrevado de la fusión pop que el artista hizo masiva.
"La presencia de las mujeres fue fundamental en su vida", concluye Gustavo Adolfo Infante. "Fueron ellas las que le brindaron soporte en sus momentos más difíciles".
Con información de Rosario Reyes.