El padre alemán, de apellido Kühlo, cambió su nombre y evitó el albur. La nodriza fue despedida por ingerir bebidas alcohólicas «en turno». La vocación la llamó a la medicina antes que al arte. La hermana fue amante del esposo, y otras más lo fueron también. Al comunista ruso lo escondió en la Casa Azul, y entre las piernas también. La maternidad la rechazó. La columna la esclavizó. La pintura la salvó y la coincidencia la inmortalizó.
Acertada, Frida contrarió a Bretón cuando éste afirmó que su obra era una maravilla surrealista: «No lo soy, no pinto sueños ni pesadillas. Pinto mi realidad». La siguiente es una selección de «instantáneas» que marcaron su obra y que, a la vez, colocaron la imagen de la mujer sobre la artista, convirtiéndola en un ícono de México a nivel mundial.
1920. Cachuchas y faldas
El Imperio ruso se convirtió en la Unión Soviética, Gandhi inició el movimiento antiviolencia en la India, en España se gestaba un importante levantamiento civil. México, por su parte, recibió en el poder a Álvaro Obregón y vio nacer un proceso de renovación cultural y de defensa de las poblaciones indígenas marginadas y sometidas al olvido y la injusticia.
Surgieron entonces grupos de intelectuales movidos por aquellos ideales de transformación y reintegración; uno de los más importantes fue el Partido Comunista de México, al que Frida Kahlo se afilió en 1928. Una vez convertidaen miembro del PCM, la casa de Frida se convirtió en refugio y guarida del activismo; sus paredes fueron testigos del surgimiento de proyectos de apoyo a republicanos españoles durante la Guerra Civil, a la Liga Trotskista y a las asociaciones afines al partido dentro del país.
Desde su juventud, Frida fue partidaria del cambio, del reto a la autoridad, de la destrucción de estereotipos clasistas y del progreso del rol femenino en la sociedad. Destacó en su generación como una de las 35 mujeres entre dos mil alumnos que ingresaron a la Escuela Nacional Preparatoria, en la que convivían diferentes organizaciones de estudiantes identificados con ideales que, en su mayoría, eran de naturaleza contestataria.
En aquella época Frida se unió a «los cachuchas», grupo que tomaba su nombre de las gorras que usaba aquel pequeño ejército de intelectuales —del cual surgirían algunos de los miembros de la Izquierda del México postrevolucionario.
1929. La rana gorda
Frida era una adolescente que soñaba con ser médico cuando lo vio por primera vez en el anfiteatro de su escuela: Diego Rivera, recién llegado de Europa, pintaba La Creación (1922), su primer gran mural, y ella, durante el tiempo que tardó el artista en terminar el trabajo, pasó cada tarde espiando a aquel robusto hombre que, de una manera que no comprendía, atraía a todo su ser.
En 1929, ella con 22 años y él con 42, contrajeron matrimonio en el Ayuntamiento de Coyoacán y ofrecieron una recepción en la azotea de Assunta Adelaide Luigia «Tina» Modotti, fotógrafa italiana, ferviente activista y celestina de la pareja. La beata madre se pronunció en contra del matrimonio de Frida con aquel hombre que, además de «muy feo y muy gordo», era «muy comunista y muy ateo»; el padre, sin embargo, estuvo a favor de la unión de su pequeña con un hombre capaz de satisfacer las necesidades —aunque fueran sólo las financieras— de su hija.
Pasaron diez años y muchas peleas, agresiones, infidelidades y decepciones antes de que Diego y Frida decidieran separarse. El 6 de noviembre de 1939 ambos firmaron el acuerdo de divorcio; sin embargo, tan sólo un año después Rivera pidió revancha y, a la propuesta, Frida lanzó una contraoferta con sus condiciones: «Que ella quería financiar sus propios gastos con las ganancias de su trabajo; que yo tenía que abandonar la mitad de nuestros gastos comunes —no más; y que no volveríamos a mantener contacto sexual. […] Yo estaba tan contento de recuperar a Frida, que estuve de acuerdo en todo».
Así, en 1940 Rivera festejó su cumpleaños uniendo de nuevo su vida a la de Kahlo, y entonces sí, sólo la muerte los volvería a separar.
1954. «… y espero no volver jamás»
Montada en una silla de ruedas, se presentó en un mitin político para protestar contra el golpe de Estado que la cia había organizado en Guatemala. Sólo once días después, Frida Kahlo murió. Artistas, nacionalistas, revolucionarios, funcionarios públicos y civiles se dieron cita en el Palacio de Bellas Artes para despedir y honrar a la artista que, dentro de un féretro cubierto por una escandalizadora bandera comunista, despedía también a la vida.
«Si usted quita la bandera, me llevo el féretro a la calle», le respondió Rivera al entonces Director del inba, Andrés Iduarte, cuando éste intentó calmar los ánimos de la prensa y los representantes políticos presentes.
Un año atrás había asistido a una exposición colectiva en la que su obra tuvo presencia; ignorando todas las indicaciones médicas —y las de sentido común— bebió, fumó y festejó. Nada quebró su ánimo: ni la silla de ruedas, ni la ambulancia en la que llegó, ni los dolores, ni la voz de la muerte hablándole al oído, cada vez más claro, cada vez más cerca.
Frida Kahlo, mujer y artista
“Frida Kahlo carece de estatuas, pero a cambio dispone de millones de nichos de la memoria.”
Carlos Monsiváis
La mujer fue hija, esposa, amante, revolucionaria y maestra; la artista fue una sorpresa en el medio y se convirtió en un imán de masas no sólo en México, sino en todo el mundo. La artista fue sus circunstancias, y la mujer todo lo que pudo ser.