Sin duda la anticoncepción por medio de sustancias químicas es uno de los inventos más revolucionarios e influyentes del siglo XX. La píldora anticonceptiva nació, pero no fue tan fácil como creemos. ¿Pero cómo se dieron las circunstancias para que esto sucediera?
La investigación de la píldora
En los años 30, varios científicos en distintas latitudes habían logrado aislar ciertas hormonas esteroideas y a la par descubrieron que altas dosis de andrógenos, estrógenos o progesterona inhibían la ovulación de las mujeres. Sin embargo, la obtención de estas sustancias resultaba demasiado costosa.
En los 40 el químico orgánico Russell Marker, luego de varios años de desarrollar un método para obtener progesterona de algunos vegetales, logró extraer saponina del ñame mexicano —originario de las selvas tropicales veracruzanas—.
Como Marker no pudo convencer a su patrocinador del potencial comercial de esta sustancia, abandonó sus investigaciones en la Universidad Estatal de Pennsylvania para fundar su propio laboratorio de investigación en México —Syntex, acrónimo de síntesis y México— junto con uno de sus socios, el químico George Rosenkranz, quien quedó a cargo del desarrollo del primer anticonceptivo oral.
La píldora anticonceptiva
Sin proponérselo, la instauración de ese laboratorio acabó con el monopolio que existía entonces en la industria farmacéutica mexicana y permitió el desarrollo de infinidad de investigaciones y la creación de nuevos laboratorios.
En 1951 el joven científico mexicano Luis Miramontes consiguió sintetizar la 19-nor-17-alfaetiniltestosterona o noretisterona—compuesto activo de la píldora anticonceptiva—, cuya patente fue registrada a su nombre, en conjunto con sus jefes: George Rosenkranz y Carl Djerassi.
Gracias a sus investigaciones, Miramontes y Rosenkranz fundaron el primer laboratorio de Química orgánica dentro de la Facultad de Química de la UNAM.
La fórmula de la píldora anticonceptiva continúa siendo casi la misma desde su fabricación comercial.
Además de un evidente cambio en nuestras prácticas sexuales, permitió una evidente liberación de la mujer, quien por fin pudo evitar embarazos no deseados, planear la cantidad de hijos que quería tener —o no tenerlos—, así como el inicio de una mayor oportunidad laboral y de equidad de género.