Axel Sánchez
El cerillo es un producto que ha estado presente en la vida de los mexicanos en poco más de dos siglos, pero la modernidad ha empujado a los empresarios del sector a dar un giro en su estrategia, pues la flama del negocio es cada vez es más débil.
Información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revela que las ventas de cerillos en México cayeron 11 por ciento en los últimos siete años, al pasar de 601.5 millones en 2007 a 532 millones de pesos en 2012. Tan sólo en el periodo enero-julio de 2013, su facturación bajó 7 por ciento, comparado con el mismo lapso de un año antes al sumar 297 millones de pesos.
Compañía Cerillera La Central es una de las empresas más antiguas de México dedicada a la producción de fósforos. Sus inicios datan de 1885 y su propietario, José Luis Barroso, la ha mantenido como líder de un mercado cada vez más pequeño por la competencia con las importaciones chinas y su enemigo, el encendedor.
Fabián Montufar, gerente de operaciones de la planta de La Central ubicada en Atitalaquia, Hidalgo, dijo que algunas máquinas que utilizan tienen hasta 40 años, pero que los ingenieros las han modificado y mejorado.
"Tenemos 25 máquinas con una capacidad para fabricar 180 cajas de 50 cerillos por minuto, su nivel de utilización depende de los pedidos. Cuando tenemos menores solicitudes, no bajamos la capacidad, pero si dejamos de utilizar algunas", agregó.
Medidas como la ley antitabaco en la Ciudad de México y la negativa de Pemex para continuar haciendo parafina, también han perjudicado la industria e incrementado su costo de operación.
"Cuando la paraestatal se negó en seguir maquilando parafina, insumo necesario para hacer los palillos con papel, tuvimos que importarla de otros países como China, lo que elevó nuestro costo en 15 por ciento. No podemos subir el precio al consumidor, pues ya no comprarían", dijo Montufar.
La Central tiene 50 por ciento del mercado de cerillos en México, si bien en la capital del país ya no se compran tanto, en entidades como Oaxaca, Guerrero y Nuevo León, se siguen usando. Actualmente quedan seis empresas de este sector en el país, aunque antes había una en cada estado. La competencia desleal de las luces que traen de China y el encendedor han presionado hacia la desaparición del cerillo.
"Para mantener las ventas hemos tenido que colocar este producto en otros países de América, pero es insuficiente. También hacemos cerillos para restaurantes y hoteles, incluso, para eventos privados, un negocio de nicho muy pequeño", indicó Montufar.
Nuevos negocios, la salvación
La flama débil de los cerillos no detiene la visión empresarial, La Central ha encontrado en la publicidad una forma de seguir vendiendo su producto insignia y en el empaque y embalaje la vía para seguir obtener ingresos.
Eduardo Barroso, director de mercadotecnia de la firma, indicó que hace unos meses abrieron la empresa Publicer, la cual sirve para ofrecer los empaques de cerillos como espacio publicitario. "Hemos trabajado con Telcel, Herdez, y otras que le hablan al ama de casa, que es quien más se utiliza el cerillo, seguimos en la búsqueda de más clientes", detalló.
La publicidad ha sido una forma de colocar cerillos en las tiendas, pero también el diseño y maquila de empaques han generado ventas. La Central invirtió 200 millones de pesos para diseñar y maquilar empaques de cartón para empresas como Pastelerías El Globo, Bimbo y Ricolino. Además, para el producto insignia de Arcor, llamado Bon o Bon, que se utiliza en México y se exporta a países como Japón y Corea del Sur.
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