Pudimos probar una de las unidades piloto de la BMW iX5 de hidrógeno, un SUV con una solución energética totalmente diferente a las de otros vehículos eléctricos, porque no se enchufa. El sistema almacena hasta seis kilogramos de hidrógeno en dos tanques de fibra de carbono que se montan debajo del asiento posterior y en el túnel de transmisión que, de hecho, crece algunos centímetros respecto de la versión de combustión.
La celda recibe el hidrógeno y, con el oxígeno del aire, crea una reacción química que produce energía eléctrica, misma que se almacena en una batería que funciona como la de un auto eléctrico conectable, pero es más compacta y las únicas emisiones del sistema son vapores de agua.
La ventaja del iX5 es que no produce emisiones de carbono o gases tóxicos a la atmósfera, pero ofrece la conveniencia del auto con motor de gasolina al que estamos acostumbrados, pues los tiempos de carga en una estación de hidrógeno son de entre tres y cuatro minutos, como la gasolina, a diferencia de la recarga de una batería con electricidad, que en el mejor de los casos puede ser de entre 25 a 30 minutos, aquí con una autonomía de 504 km y saludables 400 hp de potencia.
En el evento, participamos en un taller de BMW sobre la viabilidad de los autos de celda de combustible en el que se explicó que el hidrógeno se produce de forma ecológica y sin emisiones usando el exceso de energía limpia que producen las celdas solares o los molinos de viento con un proceso llamado electrólisis.
Así, BMW tiene una alternativa limpia a los EVs, más útil para largas distancias con la sorpresa de que la sensación al conducirlo no es diferente a la de un eléctrico de baterías. Resta conocer la factibilidad de una futura infraestructura de recarga de hidrógeno en el mundo, pero de que hay potencial, hay mucho.