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La ambigua relación de AMLO con el Banxico

El nuevo gobernador del Banco de México deberá ser partidario de la ‘economía moral’, según López Obrador, pero una elección equivocada amenazaría la estabilidad del país.

Algunos señalan que uno de los escenarios sería el paso del secretario de Hacienda, Arturo Herrera, al Banco de México. (Shutterstock)

Hace algunos días, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, confirmó que no propondrá a Alejandro Díaz de León, gobernador del Banco de México, para un segundo periodo.

Díaz de León concluye su mandato el 31 de diciembre de este año, por lo que antes de que concluya 2021, deberá darse la propuesta de un nuevo gobernador así como su ratificación por el Senado.

No fue sorpresa este anuncio ya que se descartaba que Díaz de León fuera propuesto para un segundo mandato por sus antecedentes, como parte de los gobiernos que ha criticado López Obrador.

Quizás lo que resultó más interesante del anuncio es que López Obrador señaló que propondrá para el cargo a un economista ‘con dimensión social’ y que sea partidario de la que él denomina ‘economía moral’.

Luego de esta descripción, comenzó la especulación respecto a qué perfiles podrían cumplir con ella.

Algunos señalan que uno de los escenarios sería el paso del secretario de Hacienda, Arturo Herrera, al Banco de México.

No sería la primera vez que sucede, ya que en el pasado Guillermo Ortiz y Agustín Carstens cambiaron de cartera en la misma dirección: dejaron Hacienda para ir a encabezar el Banxico.

Otros señalan que en realidad el propósito de Herrera es contender por la gubernatura de Hidalgo en las elecciones de 2022.

Otro escenario posible es nombrar como gobernador a Gerardo Esquivel. Sin embargo, a través de redes sociales, él de inmediato se descartó.

La otra posibilidad es que sea alguien de quien en este momento no se habla, el que llegue a sustituir a Díaz de León.

Aunque el gobernador del Banco de México es el responsable de la operación cotidiana de la institución y jefe directo de toda la estructura administrativa del banco central, las decisiones estratégicas le corresponden a la Junta de Gobierno, integrada por cinco personas, y no solo al gobernador.

En este momento ya hay tres integrantes de esa junta que fueron nombrados por López Obrador: Jonathan Heath, el propio Gerardo Esquivel y Galia Borja.

Lo singular del caso es que todos ellos tuvieron una muy buena recepción por parte de la comunidad inversionista y su desempeño en la Junta del Banxico, a juicio de la mayoría de los expertos, ha sido impecable, manteniendo la autonomía de la institución.

El Banco de México tiene un mandato constitucional en nuestro país y está obligado a preservar el poder adquisitivo de la moneda.

En términos prácticos, el Banxico ha traducido esta responsabilidad en un objetivo de inflación que se ubica en un nivel de 3% anual con un rango de un punto porcentual hacia arriba y hacia abajo.

Quien ocupe la cartera de gobernador, al margen de su relación con el presidente o de su formación, deberá responder a dicho mandato constitucional.

Por esa razón no parece sencillo encontrar un perfil profesional como el descrito por López Obrador, que pareciera apuntar a un economista que no tenga la formación ortodoxa con la que usualmente se llega a ese cargo.

Hagamos un poco de historia y recordemos cómo han llegado a su posición los gobernadores del Banco de México.

En 1994 cuando adquirió su autonomía, el último director general del Banxico cuando era dependiente del gobierno, fue designado gobernador por el presidente Carlos Salinas: Miguel Mancera.

Toda la carrera de Mancera había sido en el banco central. Su nombramiento fue natural.

Quien lo sucedió, fue primero secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, pero previamente también había tenido una larga carrera en Banxico.

Luego de los dos periodos que ocupó Ortiz, el cargo lo asumió Agustín Carstens, quien pasó mucho tiempo en Banxico, en el FMI y como secretario de Hacienda.

Es decir, los tres primeros gobernadores de Banxico hicieron largas carreras en el sector hacendario y financiero antes de tomar las riendas del Banxico.

Es el mismo caso del actual gobernador, Alejandro Díaz de León, quien reemplazó a Carstens, al haber salido anticipadamente para tomar la gerencia general del Banco de Pagos Internacionales. Díaz de León es un funcionario hecho en Banxico, Hacienda, y en la banca de desarrollo.

No se equivoca Andrés Manuel López Obrador cuando percibe a Banxico como la catedral de los economistas ortodoxos. Eso ha sido en México.

De hecho, un capítulo poco investigado en la historia fue la influencia que tuvo Rodrigo Gómez, director del banco central por muchos años en la década de los 50, quien envió a estudiar al extranjero a decenas de funcionarios que al paso de los años ocuparon los cargos de mayor responsabilidad en Hacienda, en el Banco de México e incluso en dos casos llegaron a la presidencia de la República: Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo.

No es solo el caso de México. En el mundo, los bancos centrales tienden a ser dirigidos por los economistas ortodoxos.

Un ex director de Banxico me comentó un día: los sistemas económicos son como los automóviles, deben tener un freno y un acelerador. Los bancos centrales deben funcionar como el freno mientras que otras dependencias del gobierno deben ser el acelerador.

Si se pretende cambiar este balance, me decía, nos arriesgamos a que la economía pierda el control.

Regresando a la coyuntura y al perfil que López Obrador imagina para el próximo gobernador del Banco de México probablemente lo que él piense es que el automóvil tenga dos aceleradores y que suponga que es la honestidad de los funcionarios públicos lo que constituye el freno.

En ningún lugar las cosas funcionan así. Si López Obrador llegara a designar a un gobernador que no reuniera los atributos indispensables se perdería rápidamente la confianza en la estabilidad financiera del país.

Más allá de los dichos del presidente de la República, la realidad es que en pocas instituciones, sus propuestas han tenido el consenso que han alcanzado sus tres nombramientos en la Junta de Banxico.

Jonathan Heath fue aprobado por unanimidad en el Senado; Gerado Esquivel no tuvo votos en contra aunque sí abstenciones y Galia Borja tuvo una abrumadora mayoría de 84 a favor y solo 9 en contra.

Es decir, pese al discurso de AMLO, en la práctica ha hecho muy buenas designaciones en el banco central, y también ha dejado que la institución opere con autonomía.

Eso ha sido uno de los factores que impidió que la crisis económica deviniera en crisis financiera.

Más nos vale que el presidente siga haciendo sus designaciones con el tino que ha tenido hasta ahora en el caso de Banxico.

Una elección equivocada podría ser amenazante para la estabilidad del país.

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