Aún no sabemos con claridad qué mundo es el que surgirá después de la invasión rusa a Ucrania. Pero, lo que sí sabemos es qué mundo es el que ya no existirá.
Se trata de aquel en el que se consideraba que ya no existirían bloques y en que la economía y la política internacional eran una sola, vinculada a las economías de mercado, incluso en el caso de China, donde existe un mercado regulado, controlado por el Estado, pero mercado al fin.
Ese mundo que algunos imaginaban que podía permanecer por décadas no existe más después del 24 de febrero pasado, cuando las tropas rusas invadieron Ucrania.
En esta redefinición global aún hay más interrogantes que respuestas.
Lo que es factible en este mundo incierto es que entremos a lo que algunos han denominado “una nueva guerra fría”, en alusión al periodo que se configuró al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando después de haber sido aliados para vencer a los ejércitos de Hitler, Rusia y Estados Unidos se convirtieron en enemigos.
Era “guerra” porque una y otra nación se veían como adversarios. Y era “fría” porque no se llegaba al enfrentamiento militar entre ellas, sino a las amenazas, a la vigilancia, y a la disputa de zonas de influencia, incluso militarmente.
Esa circunstancia modeló toda una etapa de la historia del siglo XX. A su amparo, se produjeron guerras, como las de Corea y Vietnam. Pero, también ocasionó intervenciones de los Estados Unidos en América Latina, derrocando a regímenes democráticos que se consideraba que podrían estar muy cerca de los comunistas, como el de Jacobo Arbenz en Guatemala o el de Salvador Allende en Chile.
En los propios Estados Unidos, la sombra de la Guerra Fría produjo el macartismo, una de las etapas más sombrías de la justicia y la democracia en Norteamérica, donde la sospecha de estar cerca de los comunistas -mayormente injustificada- propició una cacería de brujas de políticos, artistas e intelectuales.
El mundo vivió por décadas con un telón de fondo de la contienda entre las dos grandes potencias. La política local en muchos lugares igualmente se configuró reflejando esa contienda. Incluso en México, por décadas, los gobiernos priistas asustaron con el fantasma del comunismo y movimientos como el de 1968, se trataron de desacreditar señalando que estaban instigados por los soviéticos, a través del Partido Comunista y otras organizaciones.
Así era la política de entonces. Es probable, sin embargo, que no regresemos a esa circunstancia. La Rusia de hoy no es la Unión Soviética y el comunismo ya es un sistema completamente desacreditado.
Rusia es, no obstante, una potencia militar y nuclear, y aparentemente la visión de su liderazgo, encarnado en Vladimir Putin, es recobrar su relieve en el mundo y volver a convertirse en una gran potencia a la que se tiene que escuchar y tomar en cuenta.
En términos económicos, hoy Rusia es una nación mediana, inferior en términos de su Producto Interno Bruto, por ejemplo, al de Italia. Sin embargo sigue siendo una enorme productora de materias primas y sobre todo además posee armas nucleares, además de una gran capacidad para la ciberguerra.
No sabemos bien a bien cuál vaya a ser la redefinición de la alineación internacional en el futuro. La invasión de Ucrania no nos va a regresar la situación a la que existía previamente.
Europa, que se había acercado a Rusia en términos comerciales y financieros, probablemente se aleje del país gobernado por Putin. No sabemos cuáles vayan a ser al final los estragos económicos que se van a producir en Rusia por las sanciones económicas impuestas por occidente, pero van a ser de grandes proporciones.
No es complejo imaginar que Rusia va a buscar un mayor acercamiento con China. El gigante asiático sí tiene un gran poder económico y un ritmo de crecimiento que lo va a convertir en la economía número uno del mundo en esta década. No sería raro que quisiera que Putin fuera uno de sus aliados cercanos.
Los países occidentales no se van a quedar con los brazos cruzados, observando cómo se establece un nuevo eje chino-ruso. La coyuntura observada por estos países, seguramente tomó en cuenta también que en este momento el gobierno del presidente Biden está probablemente en su etapa de mayor debilidad ante la percepción de segmentos amplios de la sociedad norteamericana respecto a su incapacidad para llevar adelante sus propuestas.
En la redefinición estratégica, tampoco es un asunto menor la posibilidad de que en Estados Unidos regrese a la Casa Blanca Donald Trump en el año 2024. Imagine un mundo en el que Trump ocupa de nuevo la presidencia de Estados Unidos y que ve con simpatía a Putin y ahora con mayor tolerancia a China. Nos encontraríamos en una circunstancia completamente nueva, con un entorno internacional inédito.
¿Cuál debería ser la posición de México en este cuadro?. Algunas corrientes políticas en el gobierno piensan que nuestro país debiera mantenerse equidistante de Estados Unidos y Rusia, reinstalando una especie de movimiento de países no alineados como el que existió en la década de los 70, y que encabezaron el líder yugoslavo Tito o Indira Ghandi, la primer ministra de la India.
Otros consideran que no hay márgenes para buscar esa neutralidad, y que México debiera estar cerca de Estados Unidos y la Unión Europea, al margen de las intenciones de Rusia y de China, e incluso al margen de los resultados electorales en Estados Unidos en el 2024.
Hoy, este asunto parece algo lejano cuando los temas de la agenda política interna de México tienen que ver con asuntos completamente diferentes, como el combate a la corrupción o la inseguridad.
Pero, es muy probable que en la medida que esta “nueva guerra fría” se consolide como parte fundamental del orden internacional, la ubicación de México en ella se convierta en uno de los temas centrales de la agenda política nacional y defina las perspectivas de los candidatos y de las diversas fuerzas políticas del país.
Tal vez lo que veamos en los siguientes años sean propuestas que tengan que ver con incrementar los lazos con la economía norteamericana y en general con la zona económica del TMEC o bien, buscar diversificarse y también construir nuevas relaciones comerciales con el bloque que probablemente se configure de una alianza de Rusia y China.
Es muy temprano para saberlo, pero de lo que debemos estar seguros es de que el mundo está cambiando y de esta redefinición, México no podrá estar ajeno.