En El Salvador, a unos kilómetros al oeste del volcán Conchagua, unas 70 familias viven en el caserío Flor de Mangle, que lleva el nombre de un manglar donde los residentes extraen ostras y cangrejos. El primer grupo de habitantes llegó hace unos 20 años, algunos desplazados por una brutal guerra civil. Con la extracción de mariscos, la cría de ganado y el cultivo de mango y maíz, ganaban lo suficiente para sostener a sus familias y edificar sus casas, primero de lámina y madera, luego de cemento.
A principios de este año, trabajadores del gobierno visitaron el sitio y marcaron algunos árboles con letras y números. Elmer Martínez, un agricultor de mango que dirige la cooperativa local, cuenta que le dijeron que las marcas señalaban qué fincas desaparecerían para dejar sitio a un desarrollo urbano respaldado por Nayib Bukele, presidente del país. “No podemos irnos, porque no tenemos adónde ir”, dijo Martínez, sentado a la sombra de un árbol de mango que había plantado hace 15 años. Junto a él había cubos que contenían tallos de nueve de sus árboles, para llevárselos si lo obligaban a abandonar su tierra. “Somos gente pobre que sobrevivimos de la naturaleza, del campo”, dijo.
Bukele ha dicho que convertirá la empobrecida zona alrededor de Conchagua en una metrópolis futurista como Dubái, la ha bautizado Bitcoin City. El presupuesto de infraestructura de El Salvador apenas alcanzaría para un solo rascacielos, pero el mandatario dice que el país puede ganar el dinero para pagarlo invirtiendo en la criptomoneda y aprovechando el poder del volcán para minar bitcoines. La construcción arrancará el próximo año con un aeropuerto, los mapas muestran que donde hoy está Flor de Mangle habrá una pista.
En septiembre de 2021, El Salvador se convirtió en el primer país en adoptar el bitcóin como moneda de curso legal. Bukele regaló bonos de 30 dólares en bitcóin a cada ciudadano, colocó cajeros automáticos de bitcóin en cada plaza e instruyó a las empresas a que aceptaran bitcóin como pago. También usó fondos públicos para comprar 100 millones de dólares en la criptodivisa, en especial cuando los precios estaban en su punto más alto, y luego troleó a sus críticos tuiteando que lo había hecho en su teléfono, en el baño, desnudo.
¿Qué sucedió en El Salvador?
Un año después, está claro que la decisión no ha funcionado. Casi nadie en el país usa bitcóin, y los pocos que lo compraron habrían perdido mucho: bitcóin ha caído un 61 por ciento desde septiembre de 2021. En un país donde muchos viven con menos de 10 dólares diarios, él gastó cientos de millones de dólares para convertirse en un influencer del cripto justo a tiempo para la criptocrisis. Detrás de la debacle había un pequeño grupo de evangelistas de países más ricos (directores de startups, influencers y sinvergüenzas). Convencieron a todo un país en un ardid publicitario y vitorearon a Bukele incluso cuando ordenó detenciones masivas y cuando la Corte Suprema aprobó su reelección a pesar de que la Constitución lo prohibe. Los salvadoreños todavía están lidiando con las consecuencias.
El índice de aprobación de Bukele todavía ronda el 90 por ciento. La ciudadanía suele culpar a los gobiernos anteriores por los problemas del país y atribuye a sus medidas enérgicas una disminución de la violencia de las pandillas. El Salvador tuvo la tasa de homicidios más alta del mundo en 2017, pero desde entonces la cifra ha caído por debajo de las de México y Honduras; grabaciones y documentos gubernamentales filtrados publicados por el diario El Faro muestran que Bukele pactó con los líderes de las pandillas para reducir la violencia. El presidente rara vez da entrevistas y declinó comentar para este artículo, pero acusó a los activistas de derechos humanos que lo critican de defender a las pandillas. Y justificó la adopción del bitcóin en un artículo reciente titulado “Deja de beber el Kool-Aid de la élite” para Bitcoin Magazine, donde escribió que los principales medios de comunicación están demasiado sesgados contra las criptomonedas para admitir el éxito del proyecto. “El Salvador es el epicentro de la adopción de Bitcoin y, por lo tanto, de la libertad económica, de la soberanía financiera, la resistencia a la censura, la riqueza inconfiscable”.
El diputado William Soriano, del partido Nuevas Ideas de Bukele, me insistió en que el proyecto estaba funcionando, aunque no proporcionó ejemplos concretos. “Nuestro presidente es un valiente visionario”, dijo vía WhatsApp. “El Salvador lidera ahora la revolución monetaria que transformará el mundo tal y como lo conocemos. No solo económicamente, sino también culturalmente”.
Es curioso ese mensaje. Pasé una tarde caminando por el centro de San Salvador buscando a alguien que aceptara bitcoines. Vi soldados armados en las esquinas de las calles, una pared con un grafiti antibitcóin e incluso puestos que vendían uniformes blancos para reos, que las familias tienen que comprar para su familiar detenido. No encontré a nadie que dijera que usaba bitcóin. “A veces sube, a veces baja. Para mí no funciona”, dijo un hombre que administra una pequeña farmacia. Incluso en los restaurantes de lujo para turistas, aceptaban bitcóin de mala gana, a menudo el mesero iba a buscar el dispositivo cargado con la aplicación de Bitcoin con la misma cara de asco que tendría un mesero francés si le pides una botella de cátsup.
¿Cómo funciona?
El proyecto Bitcoin de El Salvador se centra en una aplicación móvil estatal llamada Chivo. Permite el envío de dólares o bitcoines y convertir fondos de uno a otro. Un usuario puede escanear un código QR para comprar una pupusa de un dólar, y Chivo enviará el equivalente a un dólar en bitcóin al tipo de cambio actual. Las comisiones son mínimas. Las personas también pueden retirar dólares estadounidenses de sus billeteras digitales en los 200 cajeros automáticos Chivo distribuidos en el país. Cada máquina está en un local con techo azul con un escritorio para dos empleados que asisten a los usuarios. Soldados montan guardia las 24 horas.
El gobierno lanzó la app Chivo en septiembre de 2021. Quienes se registraron recibieron 30 dólares en bitcóin gratis, aproximadamente el salario de un día en El Salvador. Más de la mitad de los 6.5 millones de ciudadanos del país se registraron. Lo que encontraron fue una aplicación que apenas funcionaba. Los usuarios reportaron que fallaba regularmente y que los pagos no se hacían o tardaban horas en procesarse. Otros dijeron que no podían registrarse porque alguien les había robado su identidad y su bono.
Una semana después del lanzamiento de la aplicación, miles de manifestantes marcharon por las calles con pancartas que decían “No al Bitcoin” y “No a la dictadura”. Para trolear a todos, Bukele cambió su biografía en Twitter para que dijera: “Dictador de El Salvador”.
Bukele había delegado la responsabilidad del proyecto Bitcoin a sus tres hermanos y a su asesor de campaña, ninguno de los cuales ocupa un cargo oficial en el gobierno. El país otorgó el contrato para desarrollar la aplicación a Athena Bitcoin Global, una pequeña empresa de cajeros automáticos de Bitcoin afincada en Chicago. Fue la única empresa que dijo que podía cumplir con el plazo fijado por el gobierno, según una portavoz de Athena. Documentos corporativos muestran que El Salvador le pagó alrededor de 4 millones de dólares para desarrollar la app (el entusiasmo inicial hizo que las acciones de Athena cotizaran en 33 dólares, hoy valen menos de un dólar).
El código que entregó Athena estaba plagado de errores, según una declaración hecha en agosto por Shaun Overton, presidente de Accruvia, una empresa de desarrollo de software que Athena contrató para corregir Chivo. Ni siquiera 150 personas se habían registrado cuando colapsó el software diseñado para verificar sus identidades, relató Overton. En lugar de retrasar el lanzamiento, el gobierno decidió desactivar todas las salvaguardas. Cualquiera podía registrarse con una identidad falsa y retirar 30 dólares en bitcóin imposibles de rastrear. Overton estimó que hasta el 20 por ciento de los 4 millones de registros de la aplicación eran falsos. “Literalmente no hubo supervisión alguna”, dijo.
La aplicación Chivo ha funcionado mejor desde que el gobierno reemplazó a Athena con AlphaPoint Corp., una empresa de software criptográfico de Nueva York. La portavoz de Athena afirmó que la empresa sigue trabajando con el gobierno pero que un acuerdo de confidencialidad le impide decir más.
Aunque Chivo permite transferencias gratuitas desde el extranjero, pocas personas usan la app para ese fin, de modo que solo representó el 2 por ciento de las remesas en los primeros cinco meses de 2022, según el banco central de El Salvador. Y después de la ola inicial de registros, el uso se desplomó, según la organización National Bureau of Economic Research en Cambridge, Massachusetts, que encuestó a una muestra de mil 800 hogares y encontró que casi ninguno había descargado la aplicación este año. Los salvadoreños dicen que “no la entienden, no confían en ella, no la aceptan los comercios y es muy volátil”, escribieron los investigadores.
Bitcoin City surgió tras el fiasco de Chivo. Bukele la anunció con bombo y platillo en una conferencia en noviembre de 2021. Al comparar Bitcoin City con las ciudades fundadas por Alejandro Magno, el presidente reveló que el diseño de la ciudad estaría a cargo del arquitecto mexicano Fernando Romero. Tendría una plaza central con la forma del logo de Bitcoin, tan grande que se podría ver desde el espacio. Y, por supuesto, habría una planta geotérmica, que usaría el calor del volcán Conchagua para alimentar la ciudad y una granja de servidores para minar tokens. La construcción se financiará con bonos en bitcóin, que el país venderá a los criptofieles.
Pero las perspectivas financieras del gobierno son sombrías. Las firmas de calificación crediticia creen que es probable que El Salvador incumpla sus obligaciones de deuda en los próximos años, y las negociaciones de rescate con el Fondo Monetario Internacional se han estancado debido al proyecto Bitcoin. El costo total que la bitcoinización ha supuesto para el país no se conoce hasta el momento, pero podría ascender a 300 millones de dólares, incluidos 203 millones asignados por la legislatura, los fondos para los bonos de Chivo y las pérdidas de trading de Bukele (según las cantidades que Bukele tuiteó que había comprado y los precios del bitcóin en ese momento, esas pérdidas podrían sumar alrededor de 57 millones de dólares).
Las condiciones en El Salvador
Claudia Ortiz, diputada de la oposición, dijo que la apuesta por el Bitcoin había dejado a El Salvador sin fondos para otras prioridades. El gobierno recortó tanto el presupuesto para las ciudades que un alcalde no pudo pagar el alquiler del ayuntamiento y tuvo que trabajar afuera de un mercado. “Él no se comporta como el presidente de un país endeudado y pobre. Se comporta como un cripto influencer”, dijo sobre Bukele. “Está apostando con dinero público”.
En algunos hospitales públicos, me dijo un médico, faltan suministros. Las clínicas rurales carecen incluso de medicamentos comunes para enfermedades como la diabetes. “Las prioridades están determinadas por el marketing político”, dijo.
Una visita al Hospital Nacional Rosales, el hospital público más grande de San Salvador, confirmó el cuadro que me relató el doctor. Una mañana, tres docenas de personas esperaban en la oscuridad. Llegaron a las 3:30 a. m. en busca de atención en un centro que, en el mejor de los casos, parecía destartalado. Unos meses antes circularon videos que mostraban cómo la lluvia entraba a raudales por el techo de la sala de urgencias durante una tormenta. Bukele anunció planes en 2019 para reemplazar el hospital, pero la construcción no ha comenzado.
En una plaza a la vuelta de la esquina, me detuve en un cajero automático Chivo. Fue un último intento, en el corazón de la capital, para ver si alguien usaba el bitcóin como un instrumento financiero viable. En media hora, nadie se paró.
Con la colaboración de Nelson Rauda Zablah
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