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Ellas sí facturan: Érika Boy, una mujer que convirtió una crisis en oportunidad

Durante la pandemia de COVID-19 y debido a problemas financieros, Érika Boy aprovechó su ropa para crear el Bazar Pedregal, donde su trato es un diferenciador.

Érika Boy, emprendedora y creadora del Bazar Pedregal. (Enrique Ortiz)

Cuando los problemas financieros y de dinero comenzaron a quitarle el sueño a Érika Boy, ella —en lugar de quedarse en su cama o llorar sus penas—, decidió, reaccionar y resolver. Así se convirtió en emprendedora con Bazar Pedregal.

Debía encontrar una solución a su problema y actuar rápido. Era plena pandemia de COVID-19 y los trabajos escasos, así que decidió echar mano de lo que tenía más cercano: su guardarropa.

Ideó una venta de garage con sus vestidos, pantalones y blusas, entre otras prendas. Al paso de los días, la gente que lo visitaba le comenzó a gustar su trato, al grado de que aparte de comprarle también le llevaban sus cosas para que ella se las vendiera. “Yo buscaba cómo salir adelante y después me di cuenta que quería un negocio en el que la gente saliera contenta y que no les doliera pagar por algo, pues era una época de poco dinero”, dice.

Al paso de los meses, el proyecto de Érika comenzó a crecer. El garage de su casa se fue dando a conocer entre vecinos, quienes les contaban a sus conocidos que podían llevar sus cosas para vender.

“Primero era solo ropa, pero después me empezaron a llevar otras cosas, como muebles, brincolines y ¡hasta una moto!”.

Al tener una mayor demanda, Érika se dio cuenta que debía empezar a tener una estructura y orden en su negocio. Al principio, no manejaba una lista de precios como ahora lo hace. La mayoría de los productos que le llegaban, los ofertaba al precio que le decía el dueño de la mercancía con un pequeño incremento que era su ganancia, sin embargo, a la larga terminó siendo un problema.


“A veces la gente es muy abusiva. Al principio dejaba que trajeran sus cosas y yo les preguntaba por el precio que querían ofrecer; en ocasiones era imposible, querían mucho, y cuando llegaban los clientes a comprar se reían y me decían que mejor se iban a Perisur, fue así que empecé a fijar y establecer yo la lista de precios”.

Diseñó también la dinámica operativa del negocio. Todos los productos entran a consignación un mes, en ese tiempo estarán exhibidos y si en ese lapso no se vende, al mes el dueño debe regresar por él; si se vendió debe recoger su dinero. Si rebasa el mes y el dueño no regresa, la mercancía o el dinero son donados.

Cada semana, Erika realiza ofertas especiales en su tienda-garage, “procuro que siempre haya una que sea atractiva”. Los productos son baratos, pero las ofertas son más. “Con decirte que el vestido de noche más caro que tengo está en 290 pesos”.

La gente le lleva todo tipo de ropa: usada, nueva, con etiquetas que nunca usaron, pero todo se vende al mismo precio.

Érika sabe que su negocio es único, que puede haber muchos bazares en la zona, pero ninguno como el suyo. Como ella refiere, pues “la única que da la cara ya sea de manera presencial o virtual, soy yo, de lunes a domingo de 11 de la mañana a cinco de la tarde”.

Por eso se siente más responsable de ofrecer un buen producto y dar un buen servicio. No tiene intermediarios. Para Erika uno de los puntos más importantes, adicional a su trato, es la seguridad. Su bazar no está a pie de calle, sino dentro de un fraccionamiento, es un lugar seguro, y eso le gusta a la gente. “Me visitan y a veces hasta se quedan platicando conmigo si tuviera una tienda, tal vez no lo harían”, ella lo atribuye a que el garage tiene magia, pero es su trato, un trato amable.

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