Estamos en una etapa en la cual se está viviendo una intensa competencia política en México. No se trata solamente de la que existe entre los partidos que contenderán en la elección constitucional del 2024, sino también de la competencia interna de los aspirantes a obtener la candidatura presidencial.
El Presidente López Obrador, desde hace muchos meses, denominó a los de su partido como “corcholatas”. Y, probablemente en algunas semanas más, tendremos también la competencia que habrá de darse entre los aspirantes del bloque opositor. Pese a toda esta efervescencia, por lo menos hasta el momento, “el juego de las corcholatas”, no está afectando al clima económico del país.
La mayoría de los inversionistas no ha expresado preocupaciones respecto al resultado de la competencia interna de Morena. Es decir, lo que salga de este proceso e incluso la dinámica del proceso mismo no parecen afectar las principales corrientes de inversión que existen en México. Por ejemplo, las empresas extranjeras que están valorando realizar inversiones en el país dentro de la ola de lo que se ha denominado el nearshoring, no parecieran preocuparse por las implicaciones que pudiera haber con el resultado del proceso interno en Morena.
Los grupos empresariales conocen de manera más cercana a Marcelo Ebrard, tanto por sus acercamientos recientes como por su trayectoria. Es, por lo que he podido percibir, quien más confianza les inspira. Si ellos tuvieran la decisión respecto a la candidatura de Morena, Ebrard seguramente sería el elegido.
Pero, en contra de lo que pudiera suponerse, tampoco se sienten incómodos con la posibilidad de que la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se convierta en la candidata de Morena. Varios han tenido la oportunidad de conocerla por su posición en el gobierno capitalino y aunque algunos consideran que su trayectoria en la izquierda eventualmente podría implicar un mayor problema en la relación con el empresariado, la mayoría no percibe que, eventualmente, en la presidencia de la República pudiera desarrollar políticas que vayan en contra de la inversión privada.
Tal vez para algunos, la experiencia de los primeros años de gobierno en la Ciudad de México, cuando se frenaron diversos proyectos inmobiliarios pudiera ser un factor de temor. Sin embargo, por lo que he escuchado, muchos consideran que la lección ya fue aprendida por ella y que difícilmente emprendería una acción de ese alcance desde el gobierno federal. Además, se percibe que podría haber una diferencia respecto al pasado pues en la capital tenía el control del Congreso, y ese hecho no se ve tan factible a nivel federal. Muchos empresarios no conocen al execretario de Gobernación, Adán Augusto López. El tipo de actividad que desarrolló lo puso mayormente en contacto con los actores políticos del país y en menor grado con los actores económicos, por lo cual él sigue siendo una incógnita respecto a la posible relación que tendría con el sector privado.
Sin embargo, quienes lo conocen ponderan su vocación negociadora y suponen que esta permitiría un entendimiento constructivo con el sector empresarial. Aunque también se asume que se trata del funcionario más cercano al Presidente López Obrador y con quien habría mayor continuidad respecto a las políticas que se han aplicado en este sexenio, para bien y para mal.
Sin embargo, no hay tanta preocupación pues no se le considera como el contrincante con más posibilidades de ser elegido por la encuesta. De los tres prospectos adicionales, mayormente se considera que no tienen posibilidades de convertirse en el candidato presidencial de Morena, por lo que no hay demasiado interés en conocerlos en detalle.
Los empresarios con los cuales he conversado en las últimas semanas le ponen más atención a temas que tienen que ver con procesos estructurales, como por ejemplo el nearshoring, que a temas de orden político interno.
En México existen diversos analistas que piensan que el empresariado está subestimando el riesgo de la continuidad de Morena de la misma manera que muchos de sus órganos de representación han tenido una actitud demasiado acomodaticia con el Gobierno de López Obrador. Hay quienes piensan que los empresarios deberían haber asumido un rol político más activo en contra de diversas medidas emprendidas por el actual gobierno.
Se visualiza el riesgo político y económico no solamente en términos del mantenimiento de las políticas sociales del gobierno de AMLO que han dado una gran base clientelar y han comprometido recursos, sino sobre todo por lo que representaría para las instituciones democráticas del país la continuación de la política que busca quitar el esquema de pesos y contrapesos, particularmente por parte de los órganos autónomos.
La restricción para Morena es que en algunos casos, el hecho de que tales órganos tengan respaldo constitucional hace más difícil eliminarlos sobre todo con la perspectiva de que no se obtengan mayorías calificadas en la próxima elección presidencial.
No sé si lo descrito anteriormente fuera lo propuesto por un nuevo gobierno por parte de Morena, pero lo que es un hecho es que en términos generales, no les preocupa en exceso el resultado del proceso electoral del 2024 y piensan que sea cual sea, México tiene potencialidades de crecimiento que lo hacen atractivo para la inversión.
La relación con Estados Unidos, se ve demasiado densa y compleja como para que pueda ser afectada por el resultado electoral en México y por cierto tampoco por el de Estados Unidos.
No se desconoce que temas como la migración y la seguridad en la relación con nuestro país, van a ser parte de la campaña electoral en Estados Unidos. Pero hoy se percibe que probablemente vaya a haber más ruido que nueces en esa materia, incluso si el candidato del Partido Republicano fuera nuevamente Donald Trump.
Igualmente la densidad de los tratados comerciales de nuestro país es muy grande como para que se pierda esa ventaja en la coyuntura actual. La perspectiva de múltiples empresarios extranjeros es que más allá de los enormes desafíos que ven en México, en materias como la corrupción, inseguridad o estado de derecho, cuando se compara al país con otros en el entorno internacional, dichos problemas no se ven tan grandes.
En suma, por lo que se puede percibir, al menos del estado de ánimo de una parte de los inversionistas, el arranque del proceso electoral del 2024 no es un factor que los inquiete en mayor medida.
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