El lanzamiento del smartphone Mate 60 Pro de Huawei, a fines de agosto, fue inusual. En lugar de presentar el dispositivo en un llamativo evento de marketing, la empresa silenciosamente comenzó a venderlo en línea. Huawei ni siquiera reveló varias especificaciones técnicas clave, pero agotó su inventario en horas. Dentro de China, esto inspiró una ola de celebración patriótica.
El debut es más fácil de entender si el Mate 60 Pro es visto no tanto como un dispositivo móvil, sino como un mensaje de una superpotencia mundial a otra. Huawei Technologies Co. ha estado en el centro de los intentos estadounidenses de coartar el desarrollo tecnológico chino. En 2019, el gobierno de Trump incluyó a la empresa en una lista negra que restringía su acceso a la tecnología estadounidense, destruyendo en esencia su enorme negocio de teléfonos inteligentes.
Desde entonces, Washington ha venido aumentando la presión sobre la industria tecnológica china, incluso con controles a la exportación de chips. Así, la razón por la cual el nacionalismo chino vio al Mate 60 Pro como una victoria frente a Estados Unidos fue su procesador principal, un componente diseñado y fabricado en China que utiliza tecnología de 7 nanómetros (la industria de los chips los distingue refiriéndose a ellos en nanómetros, cuanto más pequeños son los transistores, más caben en un solo chip o procesador, aumentando su potencia; 7 nanómetros es poco menos de tres veces el diámetro de una sola hebra de ADN humano). El chip Kirin del Mate 60 no es tan avanzado como los chips de 3 nanómetros de los nuevos iPhones de Apple. Pero los controles de exportación tenían como objetivo mantener las capacidades tecnológicas de China entre 8 y 10 años por detrás de las de Estados Unidos, y el teléfono demostró que el socio fabricante de chips de Huawei, la compañía Semiconductor Manufacturing International Corp. (SMIC) de Shanghái, podría estar a solo 4 años a la zaga.
Tras años de escalada, el conflicto entre Estados Unidos y China por los chips está llegando a un momento crítico. Se prevé que este otoño la administración Biden establezca de forma definitiva controles de exportación y amplíe la lista de aquella tecnología estadounidense que intenta mantener alejada del país asiático; en tanto que China recientemente impuso restricciones al uso de iPhones en empresas y agencias vinculadas al Estado.
Al demostrar que puede fabricar sus propios dispositivos utilizando semiconductores producidos en el país, China intenta decir que los esfuerzos de Estados Unidos por mantener su superioridad están fallando. En última instancia, la pugna no tiene que ver con smartphones, sino con aplicaciones estratégicamente importantes como la inteligencia artificial y la supercomputación, incluida la tecnología militar. “Si estos chips llegan a manos de Huawei para hacer smartphones, ¿a dónde más irán?”, se pregunta Reva Goujon, directora de la consultora Rhodium Group.
La situación sigue siendo complicada tanto para Beijing como para Washington. En China, las sanciones estadounidenses se consideran una amenaza continua. En Estados Unidos, crece la preocupación de que sus políticas estén resultando contraproducentes. Varios aliados clave de Estados Unidos siguen ambivalentes respecto de unirse a los esfuerzos de Estados Unidos para aislar a la segunda economía del mundo.
Un obstáculo importante para el gobierno del Presidente Xi Jinping es la dificultad para acceder a las máquinas de fabricación de chips más avanzadas del mundo: los equipos de litografía ultravioleta extrema (EUV).
Estas máquinas tardaron décadas en desarrollarse, costaron cientos de millones de dólares y las produce una sola empresa, la neerlandesa ASML Holding NV. ASML tiene prohibido venderlas a clientes chinos, y las perspectivas de Beijing de fabricar alternativas nacionales en el corto plazo son dudosas.
Las empresas chinas han podido adquirir máquinas de litografía ultravioleta profunda (DUV), que funcionan de manera similar a las máquinas EUV pero utilizan radiación con longitudes de onda mayores y producen chips menos avanzados. No obstante, han sido capaces de producir procesadores como el chip Kirin en el corazón del Mate 60 Pro.
Debido a que la administración Biden dio a conocer sus controles de exportación el año pasado antes de incorporar a aliados como los Países Bajos y Japón, los compradores chinos pudieron acopiar equipo hecho por ASML, Canon Inc. y Nikon Corp. Pero esa laguna jurídica se cerrará este año, y operar el equipo DUV existente puede volverse más difícil a medida que las empresas dejen de proporcionar servicio y mantenimiento.
Eso podría impactar el esfuerzo de las empresas chinas por alcanzar la vanguardia. SMIC podría haber creado un número limitado de chips de 7 nm como demostración de fuerza, incluso si aún no hubiera descubierto cómo fabricarlos en grandes volúmenes o de una manera económicamente sostenible. En una comparecencia ante el Congreso el 19 de septiembre, la secretaria de Comercio Gina Raimondo dijo que Estados Unidos no tiene evidencia de que China pueda fabricar a escala los componentes clave de los teléfonos Huawei. Pero algunos analistas difieren, Dylan Patel de SemiAnalysis opina que “No hay razón para que no puedan producir decenas de millones”, y proyecta que Huawei distribuirá 40 millones de teléfonos con el chip SMIC el próximo año.
Para liberarse de las restricciones de EU, el gobierno de Xi tendrá que sostener inversiones costosas en su industria de semiconductores sin un plazo claro ni garantía de éxito. El gobierno chino ha trazado planes para gastar más de 150 mil millones de dólares en su industria de semiconductores entre 2014 y 2030, con el objetivo de producir el 70 por ciento de los chips necesarios para smartphones, automóviles, computadoras y otros productos, pero esa meta parece cada vez más esquiva ante los desafíos de la propia economía china, que sufrirá en los próximos años los efectos de la crisis inmobiliaria.
En razón de las medidas impuestas por Estados Unidos el año pasado, China no podría comprar chips avanzados para el desarrollo de inteligencia artificial o para supercomputadoras, tampoco podría comprar equipos capaces de fabricar procesadores de 14 nm o siquiera contratar a ciudadanos estadounidenses para ciertos roles en las empresas que manufacturan chips. El asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, argumentó repetidamente que estas políticas eran esenciales para limitar las capacidades militares de China en una era de conflicto creciente.
Pero el bloqueo estadounidense resultó poroso. Aunque la Administración Biden aseguró que contaba con el apoyo de sus aliados, las negociaciones con Países Bajos y Japón se prolongaron durante meses. Peter Wennink, CEO de ASML, se opuso públicamente a las medidas y advirtió que China desarrollaría tecnología rival. “Mientras más los presiones, más probable será que redoblen sus esfuerzos”, dijo en una entrevista en enero con Bloomberg News.
Los tres principales fabricantes de equipos para chips de Estados Unidos (Applied Materials, KLA y Lam Research) se quejaron de que no podían vender sus máquinas avanzadas en China, mientras que sus rivales extranjeros sí. Las importaciones chinas de equipos de fabricación de chips se dispararon, especialmente las provenientes de Japón y los Países Bajos, alcanzando un récord de 4 mil millones de dólares en julio. ASML todavía puede vender máquinas DUV capaces de producir chips de 7 nm hasta fin de año.
Aunque China se ha visto privada de los chips más sofisticados, sus empresas todavía pueden conseguir productos muy buenos de Advanced Micro Devices, Intel y Nvidia. Esta última desarrolló un chip modificado para entrenar modelos de inteligencia artificial para el mercado chino que no estaría sujeto a las reglas impuestas por la administración Biden. Las ventas de los chips A800 y H800 de Nvidia han aumentado este año gracias a que gigantes como Alibaba, ByteDance y Tencent están desarrollando rivales nacionales para OpenAI.
En Estados Unidos, la presión sobre Raimondo crece. Los legisladores republicanos criticaron al Departamento de Comercio por su “incapacidad para redactar y aplicar eficazmente” controles de exportación. Han dicho que el dispositivo de Huawei muestra que SMIC ha violado los controles de exportación al proporcionar tecnología avanzada a Huawei, y han pedido prohibir completamente que proveedores estadounidenses trabajen con Huawei y SMIC (hasta ahora, los proveedores pueden vender tecnologías más antiguas siempre y cuando se les autorice). El Departamento de Comercio, por su parte, ha iniciado una investigación sobre el teléfono, pero no se ha pronunciado sobre si SMIC violó los controles de exportación.
Para impedir que China produzca semiconductores avanzados para cosas como sistemas de misiles guiados por IA o flotas de drones, el gobierno de Biden requerirá apoyo global. Japón, por ejemplo, tiene una docena de empresas que dominan nichos clave de la cadena de suministro de semiconductores. Los Países Bajos están en una situación similar. Y dado el desafío que supusieron las primeras negociaciones con ambos países, no está claro que ellos y otros acepten imponer restricciones adicionales. “No se puede dar por sentado que los aliados se sumarán”, dice Goujon de Rhodium Group. “Es difícil imaginar que Estados Unidos consiga algo al intentar presionarlos más en este momento, especialmente a los holandeses”.
Estados Unidos puede obligar a sus aliados a cumplir con más restricciones contra China, pero hacerlo conllevaría riesgos políticos. La administración Biden podría invocar lo que se conoce como “la regla del producto extranjero directo”, que permite al Departamento de Comercio regular los productos extranjeros incluso si utilizan una pequeña porción de tecnología estadounidense. El riesgo es que tal medida pueda ser vista como intimidatoria y dañe las relaciones diplomáticas.
El 25 de septiembre, Huawei celebró un evento en Shenzhen para mostrar sus últimos productos. El CEO Richard Yu evitó hablar del Mate 60, pero hizo una demostración de otros dispositivos y prometió aumentar la producción de smartphones para satisfacer la creciente demanda.
Las tensiones con Estados Unidos parecen estar avivando el entusiasmo por los dispositivos hechos en casa.
Hace poco, en una tienda Huawei en Shanghái, Ding Ailan revisó las últimas novedades con su esposo. Ambos usan iPhone pero planean cambiarlos por un Mate 60 Pro o Pro+. “Ya no compraré iPhone, quiero apoyar nuestra marca doméstica”, afirma.
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