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Pemex y otras compañías se niegan a aceptar la ciencia que detecta fugas de metano

Cuando los datos satelitales revelaron enormes fugas de metano, la respuesta de estas compañías fue cuestionar una metodología de análisis científico ampliamente aceptada.

Plataformas de perforación petrolera en Ku-Maloob-Zaap, Campeche.

Las manchas de colores en las imágenes de satélite pueden no significar mucho para la persona promedio, pero para los científicos españoles que experimentaban con nuevas formas de rastrear las emisiones de gases de efecto invernadero, fueron un descubrimiento asombroso.

Las imágenes y otros datos sugerían que durante 17 días, en diciembre de 2021, una plataforma petrolera operada por Petróleos Mexicanos (Pemex), liberó a la atmósfera toneladas de metano, un gas que contribuye al calentamiento del planeta. Los investigadores postularon que las emisiones probablemente fueron causadas por dos antorchas o quemadores que funcionaban mal y estimaron que la cantidad liberada equivalía aproximadamente al 3 por ciento de las emisiones anuales de todo el sector de petróleo y gas de México.

Los científicos documentaron sus hallazgos en un artículo publicado en junio de 2022 en Environmental Science & Technology Letters. Ese septiembre, una persona de ese equipo de científicos, una joven estudiante de doctorado, dijo que había detectado otra fuga en la misma plataforma. Fue entonces cuando Pemex lanzó una campaña de alto perfil atacando a los académicos y su investigación. El director general de la petrolera, Octavio Romero Oropeza, publicó un video en las redes sociales donde él sobrevolaba la plataforma en un helicóptero. La información “es totalmente falsa” y el estudio fue “muy irresponsable”, afirmó, señalando los quemadores a la distancia.

El intento de una petrolera de refutar la investigación sobre su contaminación es un preocupante reflejo del antiguo rechazo de la industria a la investigación científica que vincula los combustibles fósiles con el calentamiento global. Si bien la mayoría de estas empresas abandonaron esa postura hace años, un pequeño movimiento que cuestiona la capacidad de los satélites para detectar metano ahora está rebatiendo una tecnología cada vez más aceptada por empresas, inversores y reguladores en Estados Unidos y Europa.


“Estas son corporaciones políticamente muy, muy poderosas, que protegen sus finanzas y por eso atacan la ciencia porque no les gustan sus implicaciones”, dijo Naomi Oreskes, profesora de la Universidad de Harvard y coautora de Merchants of Doubt, un libro que narra cómo las empresas desvirtuaron la investigación académica que mostraba los efectos nocivos de sus productos: “Están tratando de mantener vivos los combustibles fósiles y están tratando de minusvalorar la evidencia del daño tan grave”.

Pemex no es el único gran emisor de gases que cuestiona la ciencia y los estudios revisados por pares que sugieren que la industria de los combustibles fósiles ha subestimado durante mucho tiempo el problema del metano. La multinacional suiza Glencore Plc ha cuestionado la capacidad de los satélites para identificar con precisión la fuente de las emisiones. La compañía exploradora Buzachi Neft LLP, de origen kazajo, afirmó que lo que muchos científicos consideran que fue la mayor liberación de metano este año proveniente de combustibles fósiles fue, mayormente, vapor de agua y dióxido de carbono. Si bien las empresas reconocen que han liberado algo de metano y están trabajando para reparar y prevenir fugas, también argumentan que las cantidades están siendo gravemente sobreestimadas.

Negaciones como estas debilitan la credibilidad de los acuerdos de la Cumbre del Clima COP28 2023, en Dubái. Fue en ese marco donde John Kerry, enviado climático de EU para el Cambio Climático, criticó el 5 de diciembre en el Bloomberg Green Summit, a Chevron Corp. y a productores de petróleo por no hacer lo suficiente para combatir el calentamiento global. “No tenemos evidencia real de que ellos y muchos otros estén haciendo lo que toda empresa necesita hacer”, dijo Kerry.

Pemex tampoco se sumó a la lista de 50 productores de petróleo y gas que firmaron para poner fin a las emisiones de metano para 2030 al comienzo de la cumbre, mientras que empresas como Petrobras, Ecopetrol y Repsol sí lo hicieron.

Sultan Al Jaber, Ministro y director de la petrolera estatal de los Emiratos Árabes Unidos, ha presionado para que las compañías petroleras eliminen las emisiones y la quema de metano para 2030. La iniciativa se alinea con el controvertido enfoque del país anfitrión en las negociaciones anuales de las Naciones Unidas: en lugar de centrarse en abandonar los combustibles fósiles, está promoviendo medidas para reducir las emisiones de energía sucia.

Para Pemex, aceptar que tiene un problema de metano de la escala que describen las últimas investigaciones plantearía serias dudas sobre el futuro de la empresa.

Aunque la captura de metano en las operaciones de petróleo y gas a largo plazo suele tener un efecto neto positivo para los operadores porque hay más producto para vender, en el corto plazo puede requerir una reasignación de capital. Reparar fugas del tamaño que estiman los científicos podría afectar el plan del presidente Andrés Manuel López Obrador para fortalecer a la compañía petrolera más endeudada del mundo y podría perjudicar las perspectivas de Morena en las elecciones del próximo año, señaló Adrian Duhalt, investigador del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. También podría aumentar los costos de endeudamiento.

La respuesta de Pemex al artículo de los científicos españoles se basó en un estudio realizado por la empresa SOLAL–GENERMASA, una consultora autorizada por la agencia reguladora ASEA. Ese estudio señalaba que los investigadores habían sobreestimado la cantidad de metano en un 95 por ciento y argumentaba que la mayor parte de la fuga estaba compuesta de nitrógeno y otros gases “que no inciden al medio ambiente”. Se rechazó una solicitud de información para conocer el estudio.

Los satélites pueden detectar concentraciones de metano desde el espacio analizando la forma en que la luz del sol se refleja en la Tierra. Cuando la luz atraviesa una nube de gas, su intensidad se debilita en determinadas longitudes de onda, eso deja una huella que los científicos pueden rastrear. El nitrógeno y el metano tienen huellas diferentes y los sensores infrarrojos de onda corta que los científicos utilizaron para detectar las emisiones de metano de Pemex no pueden detectar el nitrógeno.

“No hay forma de confundir uno con otro”, escribieron los científicos en respuesta a Pemex. “Las impactantes emisiones que reportamos fueron 100 por ciento metano, simple y llanamente”.

Pemex y su reguladora, la Agencia de Seguridad, Energía y Medio Ambiente (ASEA), no respondieron preguntas sobre cómo llegaron a sus conclusiones sobre la fuga y el impacto que podría tener en la petrolera. El gobierno mexicano no respondió a las consultas sobre las implicaciones políticas de la investigación científica.

Pemex ha prometido una inversión de 2 mil millones de dólares para reducir las emisiones de gas metano y está trabajando con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos en el tema. Pero López Obrador también ha seguido priorizando la producción de petróleo y México recientemente abandonó un esfuerzo por reducir su quema, contribuyendo a una de las producciones de energía menos eficientes del mundo. México es el quinto mayor emisor de metano por unidad de producción de petróleo y gas entre los principales proveedores, según un artículo publicado en Nature Communications.

“Los beneficios ambientales de reducir las emisiones de metano y su quema son menos valiosos, desde una perspectiva política, que apuntalar la producción de petróleo”, dijo Duhalt.

No todas las imágenes satelitales son fotos impecables que identifican claramente quién es el responsable de una fuga de metano. Muchas observaciones son inutilizables debido a la nubosidad. Y algunos materiales de la superficie de la Tierra, como el suelo con altos niveles de carbonatos, pueden ser difíciles de distinguir del metano. Los científicos tienden a descartar las observaciones si hay poca certidumbre.

Investigadores del Instituto Neerlandés de Investigación Espacial SRON utilizaron 32 observaciones de cielo despejado para estudiar columnas o penachos de metano cerca de la mina de carbón Hail Creek de la compañía Glencore en Australia en 2018 y 2019. En un artículo revisado por pares y publicado en 2021, estimaron que el metano arrojado por la mina en un año tuvo el impacto climático a corto plazo equivalente a las emisiones anuales de entre 3.2 millones y 5 millones de automóviles en Estados Unidos. El estudio sugirió que la verdadera contribución de la mina al calentamiento global está significativamente subestimada en los datos oficiales.

El gigante minero Glencore cuestionó el estudio y dijo el año pasado que los contaminantes atmosféricos como el polvo, el vapor de agua o el humo pueden afectar la precisión de las mediciones satelitales. Agregó que no se debe confiar en el estudio de SRON para estimar las emisiones de la compañía y señaló un informe gubernamental de 2021 que decía que era “prematuro” utilizar datos satelitales de esa manera.

El gobierno australiano indicó que la metodología que sigue para medir y presentar informes sobre emisiones de metano es consistente con las reglas del Acuerdo de París. El Departamento de energía y cambio climático está explorando el uso de “instrumentos basados en satélites y otras tecnologías” para mejorar las estimaciones de gases de efecto invernadero en sitios específicos y a nivel nacional.

Quienes cuestionan las estimaciones de metano realizadas a partir de imágenes satelitales deberían encargar a científicos externos independientes que tomen mediciones en el terreno y hagan públicos los resultados, advirtió Peter Rayner, profesor de ciencias atmosféricas en la Universidad de Melbourne. “No creer en el estudio está bien, pero no estar preparado para encontrar la respuesta es inaceptable”, dijo Rayner, quien no participó en el informe de SRON.

A medida que avanza la tecnología y crece la conciencia sobre los peligros del metano, muchos productores de energía están adoptando nuevas tecnologías, como satélites y aviones equipados con espectrómetros, para vigilar sus operaciones.

GHGSat Inc., una compañía privada de satélites que ayuda a las empresas a buscar emisiones de metano, ha trabajado con gigantes del petróleo y el gas, incluidos Shell Plc y TotalEnergies SE. “Muchos operadores de instalaciones, cuando se les proporcionan datos precisos, oportunos y confiables, tienden a tomar medidas”, dijo Riley Duren, director ejecutivo de Carbon Mapper, una organización sin fines de lucro que analiza datos aéreos y satelitales para detectar metano.

Pero a las empresas también les resulta más difícil controlar la narrativa a medida que las herramientas (como las imágenes satelitales y los sensores portátiles) se vuelven más baratas y disponibles para el público y las organizaciones no gubernamentales. Eso está alimentando a una creciente tribu de cazadores de metano que se han aventurado en campos petroleros desde Rumania hasta Texas para documentar las emisiones.

Para aprovechar el trabajo de estos activistas, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ha propuesto un programa que permitiría a personas con experiencia y equipos autorizados monitorear las operaciones de la industria petrolera en busca de emisiones de metano y notificar a las empresas sobre cualquier indicio. El Instituto Americano del Petróleo, un grupo cabildero, ha replicado que la idea entraña una serie de riesgos legales, logísticos, comerciales y de seguridad, además de sentar un precedente de recurrir a ciudadanos privados para hacer el trabajo del gobierno.

“Esta es una industria donde la información a menudo ha sido tratada como confidencial desde el punto de vista comercial o estratégico”, expuso Antoine Halff, cofundador de la empresa de geoanálisis Kayrros SAS. “Llega la vigilancia por satélite y, de repente, la marea de opacidad desaparece y todo el mundo está nadando desnudo”.

A principios de este año, en un rincón remoto de Kazajstán cerca del Mar Caspio, los científicos alertaron que los satélites detectaron enormes columnas de metano que se extendían por kilómetros. Los investigadores atribuyeron las emisiones a una falla de un pozo de gas natural asociado con Buzachi Neft LLP que tuvo lugar el 9 de junio.

Buzachi Neft, que tiene oficinas en Almaty y es propiedad de inversores británicos, culpó a un contratista perforador y dijo que está trabajando para sellar la fuga antes de fin de año. La compañía señaló que las concentraciones de elementos nocivos liberados no excedieron las cantidades permitidas y envió una respuesta de 17 páginas explicando por qué los científicos podrían haber malinterpretado los datos. Entre sus argumentos citó a expertos del instituto de investigación e ingeniería VolgaTECHengineering, quienes dijeron que la humedad en la región costera podría haberse confundido con metano.

Bram Maasakkers, un investigador que trabaja con datos del satélite Sentinel-5P de la Agencia Espacial Europea, el satélite que detectó la fuga, refirió que el sensor TROPOMI de la máquina está diseñado para separar la influencia del vapor de agua. “No tenemos ninguna duda de que las señales de metano que hemos visto con TROPOMI son reales”, afirmó.

Buzachi Neft también compartió un vídeo para demostrar que la mayor parte del metano se estaba quemando en la boca del pozo. En el video, un trabajador lanzó una bengala encendida hacia gigantescas nubes de vapor y humo. Debido a que el metano es altamente inflamable y no hubo llamarada, demuestra que no había una cantidad significativa de metano presente, dijo la compañía.

Pero las emisiones pueden contener cantidades preocupantes de metano y al mismo tiempo estar por debajo del límite inferior (generalmente alrededor de una concentración del 5 por ciento) necesario para desencadenar una explosión, explica Eric Kort, profesor de ingeniería y ciencias espaciales de la Universidad de Michigan. Incluso en entornos controlados, el metano no siempre arde: un estudio publicado el año pasado en Science observó tasas de quema tan bajas como del 50 al 60 por ciento en algunas llamaradas.

Reconocer una fuga masiva de metano podría meter en apuros a Buzachi Neft o a su contratista. A principios de este año, las autoridades reguladoras kazajas impusieron una multa de 5 mil millones de dólares a North Caspian Operating Co., una empresa conjunta que incluye a Exxon Mobil Corp., Shell, TotalEnergies y Eni SpA, por supuestamente almacenar demasiado azufre en el yacimiento petrolero Kashagan.

La resistencia a admitir emisiones de metano a menudo está motivada por la psicología humana, apuntó Roland Kupers, asesor del Observatorio Internacional de Emisiones de Metano de las Naciones Unidas. Confrontar con evidencia a quienes contaminan a veces no es suficiente para desencadenar cambios sistémicos. A pesar de la creciente evidencia empírica, el cambio solo se producirá si los reguladores y las organizaciones sin fines de lucro establecen relaciones y generan confianza.

“Es como Alcohólicos Anónimos. Empiezas diciendo: ‘Está bien, esto es un problema’. Reconozco que esto es un problema y voy a hacer algo al respecto”, refirió Kupers.

— Con la colaboración de Carolina Millan, Scott Squires, Max de Haldevang, John Ainger, Jennifer A Dlouhy, Eric Roston y Nariman Gizitdinov

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