En los últimos años, la duda que circula en la industria del esquí tiene que ver con la supervivencia de las estaciones independientes. ¿Terminarán devoradas por los gigantes Vail Resorts Inc. o Alterra Mountain Company? En 2008, Alterra ni siquiera existía y Vail tenía solo cinco montañas. Hoy, ambas representan más de la mitad del terreno esquiable en Estados Unidos.
Pero 2023 será el año de los resorts independientes. Mientras los residentes de las inmediaciones de muchos resorts recién adquiridos por Alterra y Vail critican la tendencia corporativa de anteponer las ganancias a la comunidad, y los visitantes se sienten frustrados con las aglomeraciones provocadas por el Ikon Pass y el Epic Pass, las estaciones independientes están atrayendo nuevos clientes. Y, lo que es más importante, también están encontrando oxígeno financiero en inversores destacados.
Este año, el número de resorts incluidos en el Indy Pass, que por 399 dólares ofrece dos días de esquí en cada resort independiente (es decir, fuera del circuito corporativo), aumentó de 34 a 120. La demanda fue tan abrumadora que las ventas se pausaron en abril. El pase volvió a estar a la venta en octubre, cuando se agregaron otros 54 resorts. “La gente quiere más opciones además de las que ofrecen Vail y Alterra”, dice el empresario Doug Fish, quien creó el Indy Pass en 2019.
Los patrocinadores financieros también están interesados. Claro, ven las estaciones de esquí como buenas compras, pero también dicen que quieren protegerlas para que no se conviertan en activos corporativos. En los últimos meses, algunas de las montañas independientes más grandes del país han sido adquiridas por nuevos accionistas mayoritarios, todos ajenos a la industria del esquí, como el exdirector ejecutivo de Citigroup Inc., Mike Corbat, y el cofundador de Netflix Inc., Reed Hastings.
Estas son tres historias de estaciones independientes recientemente adquiridas y cómo sus propietarios se enfrentan a los Goliat de la industria.
Powder Mountain
Hastings nunca tuvo la intención de terminar en Powder Mountain, pero un día nevado de 2016, después de salir a buscar pistas nuevas en Park City Mountain Resort, este residente de Utah supo que era hora de probar algo nuevo. “Había tanta gente que las pistas estaban muy transitadas y la nieve polvo desapareció en menos de una hora”, recuerda. “Eran como hormigas en un terrón de azúcar”.
No era la primera vez que las pistas lo decepcionaban, pero esta ocasión no iba a conformarse. Había oído hablar de una zona de esquí a 90 minutos al norte de Park City, con 3 mil 400 hectáreas de terreno esquiable donde snowboardistas y esquiadores a veces encuentran nieve polvo días después de una tormenta. Hastings metió a su familia en el coche y a la hora del almuerzo habían encontrado la nieve esponjosa y los árboles bien espaciados de la atinadamente llamada Powder Mountain.
Ese día descubrieron lo que pocos saben: Powder Mountain es una experiencia especial. Durante los buenos inviernos, caen alrededor de 500 pulgadas de nieve, que cubren pendientes empinadas y prados abiertos. Para acceder a algunas pistas, se monta en un vehículo Sno-Cat. Para volver a los remontes desde otros senderos se toma un autobús. Debido a que es poco conocida y carece de hoteles y comodidades, Powder recibe aproximadamente una cuarta parte del tráfico que reciben los resorts de Park City. Hastings rápidamente decidió comprar un terreno, construir una casa e instalarse. “No buscábamos mudarnos” de Park City, cuenta. “Pero la experiencia de esquiar fue tan superior que decidimos comprar una parcela”.
Tres años antes, en 2013, la compañía Summit Series había adquirido Powder Mountain con la esperanza de construir 500 casas, así como restaurantes, bares y quizás un laboratorio de neurociencia y un centro de rendimiento para atender a su comunidad de fondeadores de alto perfil (pensemos en Bill Clinton, Richard Branson y Mark Cuban). Pero la infraestructura de esquí era antigua y Summit batallaba para mantenerla.
“Nos dimos de bruces con la realidad, vimos lo difícil y costoso que es construir en un entorno montañoso”, explica Elliott Bisnow, uno de los fundadores de Summit. “Para que Powder Mountain pudiera avanzar, necesitaba más capital”.
Bisnow se acercó a Hastings, cuyo patrimonio neto ronda los 4 mil 600 millones de dólares según el índice de multimillonarios de Bloomberg, y le planteó la idea de comprar Powder, y a Hastings le tomó solo unas semanas decir que sí. Su participación mayoritaria se anunció este septiembre, junto con una inversión de 100 millones de dólares. Hastings refiere que planea destinar esos fondos a nuevos remontes o telesillas, albergues, caminos y un sistema de alcantarillado mejorado. Bisnow dice que rechazó varias ofertas de conglomerados para comprar el complejo.
“Si una gran empresa de capital privado o un grupo inmobiliario compra Powder Mountain, por definición tienen inversores en sus fondos, y los inversores esperan ciertos rendimientos”, afirma. “Por eso quieren construir tanto como sea humanamente posible. Eso no es bueno para Powder Mountain ni para los esquiadores”.
Hastings está de acuerdo. “Estoy interesado en preservar la experiencia de poca gente”, dice respecto a las pistas poco concurridas, y eso habría sido imposible si Powder hubiera sido comprada “por una de las grandes empresas”. La estación de Powder Mountain es actualmente parte del abono Indy Pass, pero Hastings dice que eso podría cambiar si acuden multitudes.
Permanecer independiente también significa que no hay una junta directiva a la cual responder, “no hay presión trimestral”, como dice Hastings, lo que le permite “invertir a largo plazo”. Se desviará un poco del plan maestro original de Summit (no se construirá un laboratorio de neurociencia) y, en cambio, se concentrará en pulir el área de esquí sin crear atracciones que puedan atraer aglomeraciones. Ni siquiera ha decidido si se construirá un hotel.
Y con capital de sobra, Hastings puede ofrecer precios que otras zonas de esquí probablemente no puedan. Este invierno, Powder ofrecerá una de las mejores ofertas de boletos de remonte en el mercado: 19 dólares para esquí nocturno, disponible para todos, todas las noches de la temporada.
Jackson Hole
El 1 de abril de 2015 circuló la noticia de que Jackson Hole Mountain Resort, en Wyoming, había sido vendido a Vail. La noticia puso nerviosos a esquiadores y riders de snowboard, así como a la comunidad local. En las redes sociales, los comentólogos proclamaron que era el fin de JHMR y que era lo peor que le había pasado al esquí. Al parecer, pocos se habían dado cuenta de qué día era.
La broma del día de los Inocentes reveló un sentimiento profundo: la gente no quería que JHMR se vendiera a una gran corporación. Nadie escuchó ese mensaje más claramente que Jay Kemmerer, cuya familia es propietaria de la zona de esquí desde 1992.
“Todo el mundo estaba interesado en comprar Jackson”, comenta Kemmerer, quien recuerda haber recibido docenas de propuestas de todo el mundo cada año. “Pero si iba a vender, era muy importante que se lo vendiera a otro propietario privado, no a una empresa”. Kemmerer dice que aceptaría una oferta solo de un comprador que protegiera los intereses de los habitantes de Wyoming, la comunidad y los esquiadores y practicantes de snowboard.
Famosa por sus pistas de esquí empinadas, corredores atrevidos, acantilados y nieve polvo profunda, la zona ha pasado de estar subdesarrollada a ser una de las capitales mundiales de los deportes invernales. Los Kemmerer han añadido restaurantes de alta cocina, han supervisado la apertura de un hotel Four Seasons y mejorado los remontes, incluyendo, en 2008, el reemplazo de los distintivos teleféricos rojos por dos modelos más grandes, con capacidad para 100 personas. En los últimos años, también agregaron más terreno para principiantes e intermedios y construyeron infraestructura para ampliar la escuela de esquí de JHMR.
Sin embargo, durante los cierres por la pandemia en 2020, los Kemmerer estuvieron a punto de tirar la toalla. “Nos vimos obligados a cerrar la zona de esquí y eso me hizo pensar: ‘¿Vamos a sobrevivir al Covid?’”, narra Kemmerer. “Agregó mucho estrés, hasta el punto que pensé en vender”.
En abril de 2022, después de que JHMR concluyera su sexagésima temporada de esquí, se acercó al exbanquero de Jefferies Financial Group Inc., Eric Macy, quien había pasado nueve años en la junta directiva de JHMR, y le planteó la idea de una venta. Macy estaba interesado y rápidamente convenció a Mike Corbat, quien recientemente había dejado la dirección de Citigroup, para que se uniera a él en la empresa.
Macy dice que el acuerdo, firmado en agosto de 2023, fue “elaborado por tres amigos muy cercanos, que se reunieron para pensar qué es lo mejor para la montaña”.
La primera acción de Macy y Corbat será instalar un telesilla de alta velocidad para llegar a algunos de los terrenos más desafiantes de la montaña, a los que actualmente solo se puede acceder mediante una lenta cuatrimoto. También tienen la intención de desarrollar el área del pueblo.
Teton Village, en la base de la montaña, tiene 10 hoteles y un puñado de opciones para cenar, pero todavía quedan cientos de hectáreas que se pueden desarrollar. “Con el tiempo podremos seguir desarrollándolo”, afirma Corbat. Queda por ver si eso significa más bares, como Mangy Moose, o alojamientos de lujo como el Four Seasons, dos sitios icónicos de Jackson Hole.
Pero las decisiones las tomarán quienes viven en el sitio y no tienen intención de irse a ningún otro lugar. “La próxima vez que escuches el rumor de que alguien comprará Jackson Hole Mountain Resort, podrás negarlo rotundamente”, dice Macy. Windham Mountain
Ubicada a unos 225 kilómetros de la ciudad de Nueva York, en las montañas de Catskills, Windham Mountain está acostumbrada a ser ignorada y subestimada, generalmente a favor de Hunter Mountain, que se ubica justo a un lado, donde las pendientes son más empinadas y hay más cañones para la producción de nieve.
Pero cuando los precios del forfait de un día en Windham subieron a 175 dólares la temporada pasada, los leales reaccionaron y quisieron proteger el ambiente relajado y familiar de la montaña.
Los propietarios del sitio en ese momento (los directivos de la firma de capital privado North Castle Partners LLC) habían hecho varios intentos fallidos para estimular la economía de la montaña, incluso con el ciclismo y la programación de conciertos para avivar el negocio en los meses de verano.
Cuando decidieron replantearse la comida y el alojamiento, consiguieron refuerzos de primer nivel: Kemmons Wilson Jr., cuyo padre fundó Holiday Inn, y Sandy Beall, quien inició la cadena de restaurantes Ruby Tuesday, pero quizás sea más conocido en el mundo hotelero por crear uno de los complejos turísticos de lujo más importantes del país: Blackberry Farm en Tennessee.
En lugar de trabajar para North Castle, Wilson y Beall compraron la participación mayoritaria. “Pasamos más de dos años hablando, aprendiendo, planificando y negociando antes de cerrar el trato en abril”, dice Beall. Añade que vencieron a “una de las grandes empresas de esquí, que solo estaba interesada en aprovechar Windham para esquiar en invierno”. Mientras que un enfoque de todo el año, dice, creará empleos, fomentará estadías más largas y será lucrativo para la comunidad y las empresas locales.
El plan inicial de 70 millones de dólares de Wilson y Beall tiene un elemento que lo distingue: las experiencias culinarias, como las que le han dado fama a Blackberry Farm. Esta temporada habrá un nuevo restaurante mediterráneo en el albergue base y un restaurante estilo Alpes italianos a media montaña.
Las familias Beall y Wilson planean mejorar la infraestructura de los remontes y los cañones de nieve, ampliar el campo de golf y agregar piscinas y canchas de deportes de raqueta. Con el tiempo, quieren construir un resort y una propiedad hermana cerca en Catskills, donde muchos neoyorquinos pasan el verano.
Todo esto se anunció como parte de un cambio de marca en octubre; los nuevos propietarios cambiaron el nombre de la zona de esquí a Windham Mountain Club, un reflejo de su modelo de negocio basado en membresías. La cuota de admisión de 175 mil dólares y la anualidad de 4 mil 500 dólares cubrirán beneficios como valet de esquís, acceso a restaurantes exclusivos para miembros y reservas preferenciales para esquiar y cenar.
La membresía no estará vinculada a la propiedad de un condominio en la ladera de la montaña y las pistas seguirán estando abiertas al público.
“Para esquiar necesitas buena nieve”, dice Beall. “Pero aún más importante es crear una experiencia maravillosa durante dos o tres días de esquí, que incluya excelentes cenas y momentos après-ski”.
Este viraje hacia el lujo atraerá a ciertos neoyorquinos, quienes sin duda disfrutarán de tener una experiencia similar a la de Blackberry Farm cerca de casa.
Pero el anuncio no fue bien recibido por los fanáticos de Windham, muchos de los cuales pensaron que los nuevos propietarios los estaban excluyendo. En las redes sociales, criticaron a los Beall y los Wilson por convertir a Windham en un resort exclusivo.
En una carta, Chip Seamans, presidente y director general de Windham desde hace mucho tiempo, respondió: “El objetivo primordial de todas las próximas mejoras es brindar una experiencia fenomenal a los huéspedes, un excelente lugar para trabajar para los empleados y apoyo a una economía local próspera”.
“He observado los cambios realizados en otras áreas de esquí a medida que fueron adquiridas, a veces se hacen con gran éxito, otras veces con mucho menos éxito”, menciona Seamans, y añade “No existe un enfoque único para gestionar una estación de esquí”.
En Windham, los Beall y los Wilson son pioneros en un nuevo modelo, pero Seamans confía en el próximo capítulo. “La propiedad independiente ofrece total flexibilidad”, afirma. “No estamos sujetos a una fórmula corporativa y podremos tomar las decisiones que consideremos mejores para nuestros huéspedes y nuestra comunidad”.
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